three.

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Nunca antes había trabajado en alguna figura que sobrepasara los treinta centímetros u ochenta, pero sabía como debía trabajar cada parte.

Su meta era ahora un maniquí articulado de 1.75cm.

Tal vez Takemichi si era un perfeccionista.

Así que cada parte de su cuerpo y rostro debía ser tallada con cuidado y dedicación, nada debía salir mal, ni deforme, ni fuera de línea.

Sus orbes azules brillaron al encontrar suficiente material en su pequeña bodega, sin duda le faltaban algunas cosas, nada que no pudiese comprar más adelante.

Las llamadas de Chifuyu, uno de sus mejores (y casi único) amigos, eran constantes. El rubio se preocupaba por la estabilidad del pelinegro y su nuevo objetivo. Al enterarse de las ideas que tenía y lo que planeaba hacer, quedó completamente sorprendido, no miente cuando dice que admira su trabajo y es su mayor fan pero esto era un poco más extremo, de los diez años conociéndose, en ningún momento había llegado a obsesionarse con algo hasta el punto en el que estaba, mucho menos sacado de su imaginación. Era un nuevo nivel, porque sí, Takemichi podía ser un excelente artista escondido lleno de pasión, pero sus ideas lo llevaban al borde algunas veces.

Las expertas y venosas manos colocaban los detalles a cada parte del maniquí, revisando si la movilización estaba como debía, efectivamente era así, todo marchaba bien. El bonito rostro que él mismo había moldeado con esmero una semana entera y detallado estaba listo para ser colocado en la superficie de plástico que conformaba el cráneo.

Cinco meses de preparación, frustración y sueño, todo había valido la pena cuándo su precioso muñeco estaba listo.

Perfecto, tan perfecto.

Las ojeras eran notorias debajo de sus ojos por los desvelos, al igual que sus labios resecos, pero eso no evitaba la inmensa sonrisa de satisfacción plasmada en sus delgados labios, lleno de orgullo.

—Me encantaría nombrarte... pero no sé cuál se adapta de la mejor manera. Cuál es el indicado— Piensa unos momentos, buscando un nombre, uno bueno que le hiciera suspirar, que tan sólo escucharlo un escalofrío se deslizara por la espina dorsal de quién lo oiga. Entonces lo piensa y golpea su cabeza —Mikey— Le encanta el nombre y puede asegurar que al maniquí también —Mi muñeco perfecto, mi Mikey— Al lado suyo, había una camisa blanca con bordados en las mangas y un moño en el cuello, también unos pantalones de tela cortos color negro, encajando tan bien en el plástico de sus piernas. —Te ves tan precioso. ¿Cómo es que hice esto? Eres... casi real— Sonríe, dejando un beso en la frente del muñeco, a la vez que su reproductor de música que reposaba en la mesa, daba inicio a una canción suave —Mikey-kun, bailemos, cómo un festejo— En alguna parte de su mente, obtuvo una respuesta positiva, aunque el muñeco estaba ahí, sentado correctamente con sus ojos oscuros fijados en la nada y sus delgados labios en una sonrisa pequeña.

Con tranquilidad toma la mano del muñeco, levantándolo con cuidado, colocando la pequeña mano en su hombro, entrelazando la otra, mientras él sostenía su cintura y parte de la espalda para lograr mantenerlo en pie. Podrían llamarlo loco o retrasado, pero en el baile, juró poder ver esos oscuros ojos negros brillar y esos labios de goma sonreír, lo juraba por lo que más amaba.

𝗉𝖾𝗋𝖿𝖾𝖼𝗍 𝖽𝗈𝗅𝗅 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora