Cap. 1

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Como en pocas ocasiones del mes, e incluso del año, salgo con mi padre a algún lugar. En esta ocasión nos animamos a ver un show de comedia, así que nos fuimos en su carro hasta el teatro en dónde se presentarían.

Abro paréntesis, no hay tanta comunicación con mi padre, pero eso no dice que no nos llevemos bien. Es solo que somos de pocas palabras y poco hay que platicar. Hay preguntas habituales, por su parte, son:

"¿Y qué tal las clases?, ¿Ya avisaron si serán presenciales? ¿Cuándo hay que pagar la siguiente pensión? y muchas otras preguntas sobre los estudios."

Por mi parte, son:

"¿Qué tal le fue en el trabajo? ¿Hoy vendrá temprano a casa luego de trabajar? y poco más"

Honestamente, es muy poco sobre lo que hablamos, eso lo sé. Sin embargo, a veces me pregunta sobre mi relación de pareja y cómo va esta, o sobre cómo me siento y si en algo puede ayudar.

Bueno, después de manejar hasta el teatro, ingresamos y para ser la primera vez que veía a los comediantes en persona, no me llevé ninguna decepción. Tras casi 2 horas de duración del show nos retiramos del lugar.

Al momento de ir hasta el estacionamiento, mi padre me comentó lo mucho que le gustó el show y que la próxima vez sería bueno venir con el resto de mis hermanos. También pensé lo mismo. No podía ocultar lo feliz que me encontraba.

Entonces, al subir al carro, tengo la costumbre de ver el medidor de cantidad de gasolina. Y como estaba por menos de la mitad, le animé a ir a una gasolinera a llenar el tanque un poco más por si nos animamos a recorrer por otros lugares.

Él asintió y nos dirigimos a la gasolinera más cercana. Una de las cosas que me gusta hacer allí es comprar dulces o bebidas en las tienditas. Otra costumbre, es saludar siempre a las personas.

Había una jovencita en el mostrador, la saludé sin esperar que me respondiera.

Mientras miraba atentamente a las cosas sobre los estantes para decidirme qué comprar, sentía una mirada que me seguía a todo momento.

Cogí una botella de agua, una gaseosa y unos aperitivos para comer durante el camino. Al acercarme al mostrador, la jovencita me atendió, pagué y me dio el cambio. Antes de salir de la tienda, me dijo:

-Disculpa, ¿eres Angel?

-Sí, ¿Nos conocemos de algún lugar?

-Soy Romina, la del instituto Carrión.

-Dios, ¿enserio? No te había reconocido, la magia de usar mascarillas.

-Después de tanto tiempo, qué bueno verte...

Platicamos un poco, sobré qué estaba siendo de nuestras vidas, intercambiamos números telefónicos, y quedamos en que nos volveríamos a juntar para platicar más.

Me despedí de ella con mucha ilusión, luego me dirigí al carro de mi padre y le comenté sobre lo que había sucedido. Le agradó la idea y me dijo que recordara salir con esa persona.

Al arrancar, veo que en el GPS está puesta una dirección, no pregunté sobre eso, solo me concentré en comer y apreciar el paisaje desde el asiento del copiloto.


Casa hogar, mi padre y yo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora