Crónicas de un viaje por el haz del crepúsculo

Susurros de reojo

Muy buenas lector,
Hace ya mucho tiempo que no tienes noticias mías, pues llevo un tiempo muy lejos de cualquier servicio postal. Salí del valle y me adentré en los bosques de los elfos.
Ahí conocí que la influencia del mito de Goral, había llegado hasta a los sabios elfos.
Como comprenderéis esto llamó mi atención y me hizo investigar. Y no fue hasta dos días antes de enviar esta carta, que halle un manuscrito de la época de la guerra contra Nelamu, el cual os traduzco del elfico a continuación.

Una noche antes de que el sol se reflejase en la luna, una guerra desatado se había.
Un ser que los humanos llamaron demonio, apareció en las tierras vacías del norte creando sus temibles huestes.
Ni a nuestros mayores sabios lograron preveer su llegada ni descubrir su motivación. Porque aquello que él hacía no era dominar, no era destruir, era crueldad.
Los hombres lucharon con fuerza y honor décadas, hasta que sus reyes se postraron ante el alto consejo. Los cuales en un acto de magnanimidad decidieron prestarles un mínimo apoyo [...](Este fragmento estaba ya muy dañado y no saqué nada en limpio).
Tras dos estaciones, un soldado de los hombres llegó al linde del bosque desde las tierras dominadas por el enemigo. Este hombre se hallaba pálido, y por lo que vieron los ancianos, con el alma rota. La única posesión a parte de su armadura, fue una espada con una inscripción en un idioma tan antiguo que ni los ancianos del alto consejo pudieron conocer su origen. Solo una referencia se halló.
Él desconocido, incapaz de hablar, pudo escribir su bizarro relato. Relato el cual provocó tal pavor en los ancianos y eruditos, que nada más pudo caminar, fue enviado a la ciudad de los hombres más cercana.
Desde entonces un grupo de eruditos hemos consagrado nuestra existencia terrenal a descifrar sus inscripciones. Pues no solo valieron para acabar con aquel que ni la magia más refinada de nuestros ancianos pudo derrotar, sino que incluso su mísera existencia puede marcar el porvenir de un mayor mal.