~○𝓒𝓲𝓽𝓪 𝓶𝓮𝓭𝓲𝓬𝓪○~

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Hacía exactamente treinta minutos había llegado al espacioso y lindo departamento que compartía con Rodrigo, desde antes de que decidieran, felizmente, unirse en matrimonio.

Era un cálido lugar que ha sido testigo de cada uno de sus mejores y peores momentos juntos. Considerando que, para él, este era uno de los peores momentos que han atravesado a lo largo de toda su relación.

Recostado sobre la bonita isla de mármol de la cocina esperando a que los capeletinis para el almuerzo terminarán de cocerse, se mantenía perdido en sus pensamientos, todos y cada uno de ellos rotando entorno al amoroso hombre de pelo castaño y atractivo delirante que tenia como esposo.

Ese mismo que estaba a nada de provocar la extinción masiva de todas sus neuronas.

Incluso era triste ver como su sillón favorito lucia tan organizado, limpio y desolado, siendo ese uno de sus lugares favoritos de la casa para tener sus encuentros sexuales.

Irónicamente, fue en ese lugar que se encontraron íntimamente por última vez, antes de que Carrera diera un giro de 180° grados a toda su estabilidad sexual.

No lo juzguen. Después de todo seguía siendo un hombre con deseos y necesidades carnales, sometido al castigo diario de tener que ver como Rodrigo se cambiaba descaradamente frente a sus ojos sin poder tocarle ni un solo pelo.

Todo esto solo contribuiría a que, próximamente, le salieran canas verdes en el culo por la desesperación.

Salió de su ensoñación al escuchar como el horno pitaba en señal de que el pollo que había metido a azar ya estaba cocido, se dio la vuelta y tomó los guantes de cocina térmicos sacándolo del horno, y sonriendo con satisfacción por el color y aroma exquisito que este tenia. Camino hasta la reducida pero elegante mesa de caoba pulida y dejo la carne sobre este, devolviéndose al mismo tiempo para traer los capeletinis, y uno de los mejores vinos que guardaban en su colección y dos copas enormes.

Cuando ya había terminado con toda su labor culinaria, se recostó sobre el sofá liso con frente al gran ventanal que demostraba los enormes y elegantes edificios de la ciudad, distraído en como el sol iba bajando y las nubes reinaban en el cielo azulado.

En el momento en que se iba a levantar para tomar un baño antes de que Carrera llegará, pateó accidentalmente su bolso haciendo que todo lo que tenía dentro se regará en el piso, pero recogiendo el desorden rápidamente.

Se agachó para tomar su teléfono, siendo eso lo último que faltaba por recoger, pero de inmediato notó la tarjeta con el número del consultorio que le había dado Nicolas horas antes, justo debajo de su teléfono.

Pensó que esa, probablemente, era una señal divina que le gritaba la solución de todo ese embrollo.

Miró la tarjeta con detenimiento durante algunos segundos, tal vez minutos, dudoso y temeroso de lo que estaba apunto de hacer. Estaba nervioso porque no sabía qué decir o qué iba a pasar, eso no podía siquiera negarlo, pero se tranquilizaba a sí mismo sabiendo que lo hacía con tal de salvar su matrimonio antes de que fuera tarde.

Con un pequeño asentimiento y abultando sus labios en un inconscientemente puchero, tomó el teléfono entre sus manos y marcó sin dudar el número, colocándolo inmediatamente en su oído, sintiendo sus manos sudar mientras pasaba el primer pitido.

Siendo en el tercer pitido, que la llamada fue contestada.

-Consultorio del Doctor Oslor ¿En qué le puedo ayudar? -al otro lado de la línea se escuchó una voz suave y animada, pero Iván aseguraría que no era de una chica.

-Buenas tardes, me gustaría programar una cita con el doctor cuanto antes, si es posible -dijo, envolviendo uno de sus suaves mechones de pelo en su dedo índice, un vano intento de distraerse de los nervios.

☆𝙱𝚘𝚝𝚝𝚘𝚖!~☆𝚁𝚘𝚍𝚛𝚒𝚟𝚊𝚗☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora