Cap 2

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Después de una hora de preparaciones logré terminar la mochila. He metido una tienda de  campaña que me ha dado mi padre en la que sólo cave una persona. 

Mi madre me ha llamado para cenar, pero estoy más cansada que nunca, así que me o he subido y lo he comido tan rápido como he comido. 

Ahora tengo que ponerme mi pijama de terciopelo con un estampado de hojas otoñales. Estoy de estreno, porque me lo compré hace dos semanas en las rebajas de fin de verano.
Es muy calentito, justo lo que necesito para no pasar frío, así que mañana, lo meteré en la mochila para pasar la noche. 

Deshago la cama y me acurruco entre las sábanas. Poco a poco, el sueño me va venciendo y termino dormida como un tronco. 

- ¡Mily! - noté un almohadón en mi cara, aporreándome. Sin duda alguna el único que es capaz de despertarme con estas delicadezas (nótese el sarcasmo) es mi hermano.                       Abro los ojos y ahí le veo. De pie, con uno de mis cojines pistacho en la mano. Ya está vestido, dándome a entender que es tarde, porque Conny NUNCA, pero NUNCA madruga, y menos si es para ir a un sitio al cual no muestra mucho interés en estar. 

- ¿Qué hora es? - pregunto, desesperada.

Conny miró el reloj de mi escritorio. 

- Pues... faltan cinco minutos para que mamá nos quiera ver saliendo cagando leches.

- ¿¡Cómo!? ¿¡Y me despiertas tan tarde!? - solté una mirada cargada de odio.

- Me daba pena despertarte. Estabas profundamente dormida. Ya sabes, con la babilla colgando y todo eso. - dijo. Miré la almohada. Era cierto, tenía una mancha mojada provocada por mi baba. 

Dejé de pensar, eso no es lo importante ahora. Empujé a Conny y salí de la cama a toda prisa. Me puse los pantalones de senderismo, una sudadera azul y unas botas de montaña y me até una coleta alta que más tarde agarré con horquillas negras para que se camuflaran con el pelo. Me lavé los dientes, metí mi pijama de hojas otoñales en la mochila y me la llevé abajo. Mi madre me saludó. Tenía un café para llevar de la mano. 

- Anda, no llegues tarde. - dijo, tendiéndome el recipiente caliente. 

- Gracias mamá. - la di un abrazo y salí con Conny a mis espaldas. Cogí un paraguas plegable del paragüero porque el cielo no estaba precisamente soleado y lo guardé en el bolsillo pequeño de la mochila. 

Mi hermano y yo parecíamos dos alpinistas profesionales en mitad de la ciudad. 

Esta vez, en lugar de atravesar el jardín central, lo bordeamos y por el camino nos encontramos a Ginny, que estaba en la parada de autobús.  

- ¡Hey! - saludó sonriente. - ¿Preparados? 

Conny resopló. Yo, asentí, contenta. La idea de la excursión no me desagrada, salvo el hecho de tener que dormir en el suelo, incómoda y con bichos en el techo de la tienda. 

Continuamos andando por la calle que bordea el bosque y yo mientras Ginny me iba contando la anécdota de cómo una vez la pillaron copiando en un examen, iba observando todos y cada uno de los detalles de la calle. Las casas eran blancas y todas tenían un porche con unas escaleras que llevaban hasta la puerta. Los árboles de la acera eran altos álamos naranjas que habían dejado caer sus hojas y ahora estaban esparcidas y amontonadas por toda la calle como si fuesen las pepitas de chocolate en un pastel.  

Más tarde, llegamos al instituto. Conny se fue a su clase y yo entré en 4ºA, donde mis compañeros estaban esperando a que llegara la profesora y así poder marchar ya de una vez. 

Sol&Luna [CONTINÚA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora