ㅡ¿Estás seguro de que esto funcionará, Unnie? ㅡcuestionó, mientras jugaba con sus dedos.
ㅡTranquila, todo saldrá bien.
Llevaba tiempo esperando ver a Jennie salir, ya eran las 5:54 pm. y la castaña todavía no salía del edificio junto a Kuma, se estaba tardando, siempre solía salir a las 5:30 p.m.
¿Y si le pasó algo? ¿Y si está enferma? ¿Y si se había dado cuenta de que ella era la de las cartas y había decidido no salir, por miedo?
Negó con su cabeza. Solamente estaba creándose ideas.
ㅡQuizá no tiene ganas de salir. Supongo que puedo esperar un día más. ㅡdijo.
Esperó un rato más y fue exitoso, la vió salir del edificio vestida con una sudadera negra que tapaba su rostro y como siempre, Kuma a su lado junto con su correa.
Como era de costumbre, siempre esperaba un tiempo para salir de su apartamento y aproximarse al de su amante.
Despues de esperar lo suficiente como para asegurarse de que Jennie no regresaría, salió de su casa para posar su carta debajo de la puerta, era bastante adorable de ver que caminaba como una niña pequeña emocionado por ir al parque de atracciones.
Después de pensar por mucho tiempo, había decidido confesar sus sentimientos después de entregar la última carta (la cuál era ésta). Se había guardado sus sentimientos para sí misma por tanto tiempo que era una tortura para ella seguir haciéndolo. Y tampoco le gustaba estar mucho tiempo en anonimato.
Llegó y cautelosamente se agachó para dejar la carta dentro del apartamento. Ya estaba todo listo cuando vió a Jennie abrir la puerta, levantó su cabeza y chocó miradas con la chica de orbes cafés, justo como la primera vez.
En ese mismo instante, no supo si su corazón se había parado completamente, o se había acelerado al punto de no distinguir su palpitar. No le podía estar pasando esto. Jennie la volteó a ver de manera asombrada, ¿Acaso no era la muchacha con la que había tenido aquella conversación en el elevador? Jamás pensó que sería ella, era muy atractiva, sí. Aunque solo la hubiera visto una vez en lo que llevaba viviendo en ese edificio.
En cambio, Lisa, se sintió apenada por ella misma, no quería ser descubierta de esa manera. Con las mejillas ruborizadas, se levantó del suelo y avergonzada por lo que acababa de pasar decidió evitarla y caminar rápidamente de nuevo hacia su apartamento. Quería esconderse, porque definitivamente no quería que eso se viera como un mal entendido.
Sintió que alguien lo había tomado del brazo para detenerla, era Jennie.
ㅡEspera, podemos hablarlo.
La menor se soltó de su agarre e inmediatamente ingresó a su apartamento. Cerró la puerta bruscamente y por fin pudo soltar el aire que había estado reteniendo desde que la mayor le descubrió. Se tiró al suelo, quería llorar, aunque pareciera una adolescente la cual lloraba por su fracasado primer amor.
Estaba frustrada, apenada, confundida. Todas las emociones comenzaban a brotar como flores de primavera y lloraba estresada por lo que acababa de pasar, era entendible.
Jennie volvió a su apartamento y recogió la carta que la pelinegra había dejado en su puerta antes de que lo encontrara in fraganti.
Se sentó en la sala y abrió la carta, la cuál decía:
La curiosidad no es tan mala, gracias a ella al fin te encontré. Parece que he llegado, bienvenidos a todos. Con una pandereta nos felicitan.
ㅡLisa, tu vecina.
Así que se llamaba Lisa, de igual manera pensaba revelarle su identidad. Claro, no la culpaba, pudo haber sido incómodo ser captada mientras dejaba algo privado, pero algo en el corazón de Jennie la hacía sentir culpable y quería remediarlo, aunque no era su culpa. Quizá hubiera sido mejor dejar que ella misma revelara su identidad. Pensó unos minutos y decidió ir a su apartamento, sabía que posiblemente estaría avergonzada por lo ocurrido, así que solamente dejó una carta en respuesta a la suya.
Espero podamos hablar. No te preocupes :).
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