Capitulo 3

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Las lágrimas ya eran un constante en mi vida, era algo inevitable. Aún recuerdo a la pequeña Aracelly que jugaba y tenía la seguridad para decir y hacer de todo, pero, en algún punto, esa niña se esfumó, me volví tímida y ahora no puedo hacer nada sin pensar que mis acciones estaban mal.

Nunca fui de amigos, en realidad no se socializar, pero con Natán fue algo distinto, no tenía que esforzarme por encajar, podía decir cosas que incluso con mi familia no podía.

Claro, hasta que llegamos a la pubertad, el empezó a juntarse con otros chicos de nuestra edad, pero, al final todo cambio y termine siendo la víctima de un grupo de personas crueles y descuidadas.

Recuerdo esas épocas, creo que la broma más pesada fue cuando el le dijo a sus amigas que en el cambiador se llevarán mi ropa, lo único que tenía era una toalla, y no me dieron mi ropa hasta que llegó Natán y me encerró en un casillero, metió mi ropa y se fue, yo me quedé ahí, ni siquiera podía cambiarme por el poco espacio, y solo me quedo dormir con una toalla hasta el próximo día. Los maestros me veían horrorizados y me preguntaron quién había sido aquel infame, pero yo no me atreví a pronunciar su nombre.

Otra mala broma fue la primera vez que me golpeó, teníamos 15 años y yo estaba enamorada de un chico de 16 que iba en nuestro mismo colegio, yo le plática a la única que creía mi amiga, Cindy, ella fue y le contó todo a Natán, el hecho una furia fue y le contó todo lo que había pasado en mi vida y todo lo que el y sus amigos hicieron conmigo.

Ese día toda la escuela me veía con asco y yo no podía hacer ni decir nada, me sentía tan pequeña. En un momento alguien me tomo y me encerró en uno de los baños abandonados de la escuela, yo temblando voltee y lo mire... era Natán.

El me dio una cachetada, tan fuerte que mi rostro quedó rojo y adormilado, después de eso tomo mi cabello y me obligó a verlo, sus ojos eran más oscuros que como los tenía normalmente, el me veía con odio, con desesperación, con decepción y así, como si nada, me acorraló contra una pared y el...se robo mi primer beso, no fue como en mis sueños, fue más bien una sensación asquerosa, el me obligaba y me mordió el labio a tal punto que mi labio empezó a sangrar y el sin importarle siguió.

Recuerdo que después de aquello me sentí tan sucia que no me quería alejar de la ducha y no salí de mi habitación hasta después de una semana.

-Santurrona o mojigata, ¿Cuál sera tu nuevo sobrenombre? -. Dijo cerca de mi oreja, empecé a temblar, ¿Qué hice para merecer esto?

Estaba con sus manos a los lados de mi cabeza, me veía con tanto odio, y yo solo lo vi, mis ojos ya estaban llenos de lágrimas que se negaban a rodar mi rostro.

El tomo vuelo y estrelló su mano en mi mejilla, dos veces, empecé a sentir el asqueroso sabor metálico de la sangre pues me había lastimado yo tome mis mejillas y al fin deje escapar mi llanto o algún gemido de dolor. El tomo mis mejillas aún rojas y las apretó y, hizo algo asqueroso, escupió en mi boca, sabía a alcohol puro.

Mis ojos se abrieron y solo intente alejarme, pero el no me dejó, y tomo mi blusa, la levanto y empezó a succionar mi pequeño estómago. Mi corazón salía de mi alma gracias a el miedo. Cuando acabo con su tortura se fue no sin antes decirme

-Tu nuevo apodo será santurrona- y después se fue.

Yo seguía sollozando, con miedo entre al baño más cercano y rogué porque no hubiera nadie cerca. Y si, no había nadie, estaba solo yo y mi tristeza, me acerque a un espejo y vi lo que ya esperaba, mi cabello parecía un nido de pájaros, mis mejillas estaban hinchadas y rojas, mi camisa estaba desalineada, mis ojos estaban rojos y tenía rastros de lágrimas en todo mi rostro. Arregle aquellos detalles y decidí irme, tome mi bolsa y me acerque a el chico que conocí antes, con cuidado e intentando no alarmar a Natán que para esto no lo había visto.

Le di mi número y le dije que tenía que irme.

Salí de aquel lugar y pedí un taxi. En el camino vi a una parvada, eran tan lindos... tan libres.

A veces en mis sueños me imaginaba siendo libre, sin importarme nada absolutamente nada, pudiendo defenderme. Pero esto era la realidad, la cruda realidad donde los sueños nunca se cumplen, la vida se encargo de dejármelo claro muchas veces.

Llegué a mi casa y como siempre, no había nadie, papá siempre estaba en su trabajo como abogado, mamá siempre estaba en sus clubs de lecturas o en su trabajo como maestra en una universidad. Mis hermanas estaban en la fiesta de bienvenida y yo, yo estaba intentando no llorar mientras subía las interminables escaleras.

Llegué a mi habitación, abrí la puerta y me aventé a la cama, ahí, solo ahí, era el único lugar en el que me sentía libre, libre de llorar, libre de hacer lo que quiera, pensar lo que sea, y hacer lo que quiera.

Y si, llore, llore porque la vida no era justa, llore porque odiaba tener que entrar a la misma universidad que Natán y, más que nada, llore por qué no podía defenderme, mi pequeño cuerpo temblaba sobre la suave cama y mi llanto estaba empezando a mojar la almohada sobre la cuál estaba.

Finalmente me cansé, y mis ojos empezaron a cerrarse hasta que, los cerré por completo.

*

La vi cerrar sus ojos lentamente y empezar a hacer esos soniditos tan lindos y tiernos que amaba. Ella no se percataba de mi presencia.

Poco a poco me acerque a la cómoda cama y la observe dormir tan linda, me di cuenta de que sus ojitos estaban rojos, pero aun así no me importo demasiado, acaricie su mejilla y me fui.


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