Desperté como siempre, el pelo despinado, mi ropa llena de arrugas y unos ojos hinchados, tanto que no podía abrirlos, vi mi recamara normal, como de costumbre, hasta que vi algo anormal; las cosas en mi tocador estaban tiradas, esto era raro porque, la noche anterior había echado un vistazo a mi habitación, también note que la ventana que quedaba junto a mi cómoda estaba abierta.
Con las manos temblando cerré la ventana, sin mirar afuera, pues ahora estaba lo suficientemente asustada, acomode con inquietud los objetos en mi tocador y baje las escaleras hacia el piso de abajo con miedo.
Al llegar me alivie cuando vi a toda mi familia reunida en la sala de estar, sentí un alivio instantáneo, al parecer me levante tarde, revise mi celular y efectivamente, eran las doce de la tarde, un martes. Había pasado ya una semana desde aquella desastrosa fiesta de bienvenida.
Afortunadamente no tuve que volver a la universidad gracias a que cancelaron las clases en mi carrera por un periodo indefinido, eso me daba paz gracias a que no tuve que tener contacto con ninguno de esos bruscos por nueve días.
Después de que hice el intento de desayunar fui al piso de arriba, tome algunas prendas y pensé salir, durante este tiempo no fui a ninguna parte; decidí ir al parque.
Luego de que me arregle y pedí permiso me fui, estaba tan tranquila y en mi mundo, cuando llegue vi un pequeño puesto de helados, me acerque y ahí mismo vi como alguien se acerco, no preste demasiado atención pues estaba como ya dije, en mi mundo. Se acerco y sentí un pequeño pellizco en mi brazo, asustada e incomoda me voltee y lo vi, Natán el mismo demonio enfrente mío. Justo en eso escuche como el dueño del puesto me señalo que mi helado estaba listo, voltee y lo tome.
En ese momento solo pensaba en huir, esto ya había pasado antes y sabia como terminaría, pague y trate de escapar, sentí una pesadumbre en mi espalda. Continúe mi camino hasta la salida del parque e inmediatamente me dio un escalofrió, la calle que hace algunos minutos estaba llena de gente ahora estaba vacía, ni una sola alma transitaba por aquella calle.
Agarre fuerzas y camine, camine por aquel lugar, mientras mas caminaba mas me asustaba, no había ruido, mas que de mis pasos y algunos coches lejanos. Hasta que empecé a escuchar mas pasos, discretamente voltee hacia donde venían aquellos pasos y... si, lo que ya me estaba esperando, era Natán.
Aumente la velocidad de mi caminar, ya solo faltaba una calle; mis esperanzas terminaron cuando sentí unas grandes manos tomar mi pequeño cuerpo, empecé a retorcerme, claramente era muy rudo, sentí una respiración en mi cabello y temblé, estaba completamente vulnerable ante aquella persona. Como pude logre zafarme de aquel profanador y lo vi, Natán, con su socarrona sonrisa, me aleje de el pero con sus garras me volvió a tomar, temblé ante su toque, y me llevo arrastrando hasta un callejón, en el cual me aventó, caí en aquel hueco, y el se acerco
-¿te di permiso de no ir a clases por nueve días?- me miro con una mezcla entre odio y curiosidad.
Después de aquella pregunta y de que no respondiera volvió a preguntar lo mismo esta vez con mas insistencia
-responde, ¿te di el permiso de huir de mi?- tomo mi nuca y la acerco a su cara.
Inevitablemente conteste
-perdón, cancelaron clases en mi carrera y no tuve por que ir- dije temblando y tartamudeando.
Me miro de nuevo, se acerco y junto nuestros labios, los lamio, chupo e hizo lo que quería con mi pobre boca. Intente poner resistencia pero el logro derrotar este intento.
Tomaba mis manos y me obligaba a besarlo, yo mientras tanto solo temblaba y sentía el agua nacer en mis ojos y morir en mis mejillas, cualquier intento de huir muy probablemente se vería castigado por este horrible tipo.
-bien, si tu no vienes yo iré a por ti, nunca podrás esconderte de mi- acaricio mi cabello lentamente y enfermizamente.
Se calmo y se fue, yo solo trataba de tranquilizarme, estaba frustrada conmigo misma, me odiaba de sobremanera, me odiaba demasiado por ser alguien tan cobarde para no poder huir de todas las personas que me hacían daño, pero no, yo solo no podía.
Enojada y triste salí de ahí y con mucho miedo fui a mi casa. A todo esto, ¿Qué sucedió con mi helado? pues Natán lo tiro cuando me aventó a aquel callejón; aunque siendo sinceros no tenia el apetito ahora mismo para comer nada.
Llegue a mi casa con el alma hecha trozos , no había nadie en casa, como en todo, nunca hay nadie para mi.
Corrí hasta mi único lugar seguro, mi recamara y me acosté ahí mismo, y llore, llore como siempre, mi frustración era tan grande pero no podía hacer nada, lo había intentado antes y nunca salía bien; una vez cuando teníamos catorce decidí contarle a mi madre, pero ella solo me cuestiono el como un supuesto dulce niño podía hacer tales barbaridades, también cuando le conté a mi maestra que hizo lo mismo, como siempre, todos le creían al lindo, dulce, amigable e inteligente chico, pero a mi, una patética chica, ni mi familia me hacia caso.
Muchas veces fantaseaba con acabar todo, mi diario era ver como todo se desvanecía y como cada parte de mi felicidad se iba junto con los años.
Me acosté en mi grande pero vacía cama mientras veía al vacío, escuchaba el cantar de las aves, y fantaseaba con algún día poder ser libre e intentar huir de todo estos líos que lo único que hacían era darme dolor de cabeza.
Y así tan fácil quede dormida, mi cuerpo se desvaneció en la comodidad de mi habitación y todo se volvió negro.
ESTÁS LEYENDO
Posesivo
Romance"Ahí estaba de nuevo, el lugar al que me prometí no volver, el sitio que me dio tantos malos ratos..." Ella, una dulce y amorosa chica, que sueña algún día poder dejar de tener miedo de el. El, un sujeto que no logra controlarse, que lo único que de...