Capítulo II: La infatuación me ha estrangulado de nuevo.

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Debería haberme conformado con dónde estaba yendo en lugar de estar obsesionado con dónde había estado. Todo lo que hay en mi mente me dijo que olvidara los sonidos de la risa y el mal detrás de mí pero, finalmente saliendo del bosque, ya no pude resistir la tentación de ver qué era lo que me perseguía. Cuando empecé a estirar el cuello para vislumbrar lo que estaba a mis talones, mi cuerpo fue de repente superado por una parálisis inconsciente. En la distancia a mi derecha había una mujer, una magnífica criatura, no pude distinguir bien su rostro pero su sola presencia era suficiente para hacer que el tiempo de detenga. Mis piernas pararon de moverse por primera vez en Dios sabe cuánto tiempo, pero mi cabeza esta muy preocupada por experimentar el alivio, o dejar de temer a la persecución.


El largo y suelto vestido parecía que había sido radiante en su momento, pero en los rayos finales del sol poniente, y en el lienzo de madera en descomposición, parecía singularmente macabro. Los lados del vestido eran del pueblo y revelaban caderas que detendrían a cualquier hombre por completo. Yo no era la excepción. Sus zapatos habían sido en un tiempo hermosos tallos que estoy seguro de que sólo acentuaban sus interminables y tentadores piernas, pero ahora parecían una especie de mocasines, sentados en el suelo, las partes marchitas de un aburrido viaje. Su cara estaba cubierta con un velo que se alguna manera seguía mostrando su resplandor. No había nada que nadie pudiera decir o hacer en este punto, ninguna cosa que pudiera pasar que me detuviera de ir hacia ella. Una mano delgada se desenvainó desde la manga del vestido y me hizo señas para que la siga. Ni siquiera la promesa de la perfección radiante de la cuidad dorada era suficiente para persuadir mi paso en ninguno dirección, excepto la suya.


Fue luego que noté un cesar de los de los pasos cercanos. Cuando redescubrí el control de mi cuerpo rápidamente me di la vuelta, pero no encontré nada. Sólo una suave brisa y un decorado bosque saludaron mi vista. Mi respiración se estabilizó y ya no estaba sudando en abundancia. Mis piernas no dolían, mis músculos no estaban cansados, mi corazón no latía fuerte. Mi mente estaba tan despejada como nunca pude recordar que estuvo y la paranoia que se había apoderado de mí sin piedad parecía ya una tortura distante, olvidada rápidamente con poco esfuerzo. Urgentemente torné mis ojos hacia la mujer de blanco. Sabía que no podía resistirme a la compleja red de su fantasía secreta. En la infatuación me estaba estrangulando con una furia en la que no pude encontrar nada que me importara más en ese instante que la dulce Tentadora envuelta en una tela andrajosa.


No me di cuenta de la casa arruinada en frente de la cual ella se paró. No vi las escaleras rotas, la fundación hundida, las grietas en las paredes, las telarañas en las ventanas. No la vi a ella darse vuelta y abrir la puerta a lo desconocido, dejándome solo en el anochecer. Sólo vi su velo volando en la brisa, revelando mi debilidad, al cruzar el umbral y dentro del edificio en cuyo frente estaba yo parado ahora. La ciudad dorada era un recuerdo distante. Ya no estaba siendo perseguido, ya que la presa se había convertido poéticamente en el depredador. Bajé mi hombro y me choqué con la entrada bloqueada de mi propia obsesión. Si tan sólo hubiera sabido el Infierno que me esperaba. Si tan sólo no hubiera sido testigo de la vil Tentadora encaramada en frente de mi propia prisión, hubiera podido pasar la eternidad bebiendo la sangre de la pura y cenando en el cuerpo del austero en una ciudad sólo hecha de sueños. En lugar de aquello, cerré la puerta detrás de mí, me encontré deseando haber escuchado la risa vociferante de la curiosidad un momento antes; y haber notado lo que se escondía bajo el horrible  velo.

A PLACE WHERE THE SUN IS SILENT  (ESPAÑOL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora