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Cuando abrí la puerta me sorprendió encontrar una guardería completa, con montones de pañales, una gran mesa para cambiar pañales e incluso una cuna. Miss Eve me siguió escaleras arriba y cerró la puerta detrás de nosotros. Me sujetó en el cambiador y me dejó en claro que no iba a llegar al baño de niños grandes. Me puso un pañal rosa arrugado y ajustó mi postura para que tuviera una visión perfecta de cuando no podía aguantar más. Me dijo que si yo era un “buen chico” y le hacía un “pañal lleno de caca a mamá”, me dejaría ir.
Traté de resistir tanto como pude, pero ella esperó pacientemente y revisó mi pañal varias veces. Tratando de contenerme con todas mis fuerzas, observó mientras el bulto se formaba debajo de mi trasero y la parte delantera de mi pañal seco se saturaba lentamente de calor. Después de decirme lo buen chico que había sido, dijo que me iban a castigar por tratar de usar un baño en la casa de mamá. Me puso sobre su rodilla y me azotó en la parte de atrás de mi pañal rosa de niña.

El pequeño de mamá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora