Capítulo 𝓃𝓊𝑒𝓋𝑒

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Melek

No puedo creer lo que mis ojos ven, él está aquí frente a mí, mirándome en un estado de sorpresa. Está estático en aquella acera y yo tengo que despegar mis ojos de él, para intentar aclarar las dudas. ¿Acaso me he vuelto loca? ¿Y si Seher tiene razón? Si supongo ver cosas que no son realidad, entonces debería de estar recluida en algún centro de salud mental. Tengo los ojos cerrados; con los párpados apretados, mientras solo escucho mis pensamientos y no las sandeces de cosas que con seguridad el irritante de Ahmet está diciendo. El corazón me late de una manera que no puedo controlar, aunque quisiera, las manos me están sudando y no solo porque el sol pega con fuerza en este día; mi estómago está siendo atacado por esos dedos invisibles de las emociones dentro de mí, haciéndome cosquillas.

¿Qué me está pasando?

No soy una cobarde, pero, aun así, siento miedo de abrir los ojos y que él solo sea una ilusión. Llevo días desde que lo vi en ese puente, soñando con sus lindos ojos que parecen cambiar de color, con esa mirada exquisita que es capaz de convertir al mismo Allah en piedra. Recuerdo su voz profunda e inolvidable y cada vello de mi cuerpo se levanta generándome ese escalofrío que ahora tengo.

Vuelvo a abrir los ojos y mirar nuevamente por encima del hombro de Ahmet, por Allah, sigue ahí y me está mirando como si yo fuera alguna persona muerta que ha vuelto a la vida.

—Melek, ¿qué pasa contigo? —pregunta Ahmet, pero lo hago a un lado quitándolo de mi camino—. ¿Te volviste loca? —Le escucho decirme a mi espalda, pero qué me importa lo que diga.

—Si eres real —murmuro cuando me detengo frente a él. Sé que hay una enorme sonrisa en mis labios, porque he sentido como se han estirado casi al instante—. Y estás aquí.

—Melek —murmura con el ceño fruncido y de una manera que parece ser una pregunta en vez de una afirmación.

—Sí, soy yo, Adem —recuerdo perfectamente su nombre y es que nada que tenga que ver con él está permitido olvidarlo.

Él sonríe al mismo tiempo que parece no entender lo que sucede; ninguno quiere quitar la mirada del otro, al menos yo no.

—¿Quién eres tú? —La voz irritante de Ahmet se escucha más cerca de lo que quiero.

Ruedo los ojos y aprieto los párpados por lo que es un pestañeo. Adem lo mira por sobre mí algo confundido con la pregunta de tremendo asno. De verdad nunca quiero ser grosera con Ahmet y menos busco dañar sus emociones intencionalmente, pero él no parecer entender mis rechazos constantes.

—¡Ahmet! —exclamo posicionándome a un lado de Adem y enganchando mi brazo a uno de los de él como si fuéramos dos personas que se han visto más de dos veces en la vida.

Del otro lado del puente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora