CAPÍTULO 1

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Dicen que con el pecado y las tentaciones no se coquetea, que está prohibido por ser dañino, pero la gente tibia no quiere ser salvada del pecado, y cometiéndolos soy un experto.

Observaba atentamente sus facciones, taciturno y con aborrecimiento la encorvadura de sus labios provocada por las sonrisas que le dedicaba a aquellas personas.

No me gustaba que fuera por ahí compartiendo su sonrisa. Su sonrisa debía ser solo para mí, debía mostrármela solamente a mi, debía ser feliz conmigo y nadie más.

A pesar de estar rodeado de tantas chicas bellas y a mi disposición, yo solo tenía ojos para una, simplemente una, mi hermana...

Mi ángel, una luz en mi oscuridad. Era tan perfecta ante mis ojos, no solo me bastaba con mirarla todo un día, quería besarla, arrancarle esos tiernos labios de un beso, que me mirara llorosa con aquellos ojos de muñeca, jalar aquel suave y castaño cabello mientras su cuerpo de ensueño se mueve con celeridad por mis fuertes embestidas hasta corromperla.

Alguna vez dijeron, cualquier forma de amor que encuentres, vívela. Y eso es lo que pienso hacer.

Torcí mi mandíbula mientras veía a todos charlar, y las horas pasando demasiado lento. Odiaba las reuniones familiares. Odiaba que acapararan toda la atención de mi hermana, que debía ser para mí en todo momento.

— Querido primo —. Rodé los ojos sintiendo dos manos posarse delicadamente sobre mis hombros.

— ¿Siempre eres así tan solitario? ¿Por qué estás aquí solo en un rincón? —. Sus preguntas me irritaban.

— ¿Podrías decirme que quieres de una maldita vez? —. Solté resignado.

— Tú lo debes saber —. Sus manos comenzaron a bajar hacia mi pecho lentamente.

— No me apetece follarte —. Bufé.

— ¿No? ¿Hoy te vas a resistir? —. Se acercó a susurrarme al oído.

Odiaba que insistiera, nunca la deseé, simplemente la usé algunas veces para desquitar mis ganas.

Me giré para mirarla a los ojos. Curvó sus labios en una sonrisa seductora. Lo acabé pensando mejor, pensé en mi hermana y en el tanto que ellas se parecían, y ya me estaba excitando. Tal vez debía usarla de nuevo.

Me levanté de golpe y la agarré bruscamente del brazo llevándomela detrás de la esquina, por un momento pareció tomarla por sorpresa.

— Ah, eso —. Jadea ya poniendo esa cara de puta que solía mostrarme.

La puse de frente contra la pared, escapándose un gemido de dolor por sus pechos oprimidos. Bajé el cierre de mi pantalón dejando salir mi erección, y subí su vestido con brusquedad. Metí una mano en su entrepierna haciendo a un lado sus bragas, y seguidamente la penetré sin piedad, pensado en la irritación que me había causado hace unos minutos.

Otro gemido más fuerte se escapa de sus labios, pero antes de que siguiera le tapé la boca y la penetré con más fuerza.

Sus manos se aferraban a la pared. Cada embestida la hacía más profunda que la otra, estaba dispuesto a corromperla si era necesario con tal de satisfacerme.

Debía admitir que era buena para pasar el rato, pero sin dudas no era como mi hermana, ella era la única que podía satisfacerme de verdad. La diferencia de olores y la voz incomparable, la diferencia entre las dos de lo que me hacían sentir, eran muchas.

Jalé su cabello echándole la cabeza hacia atrás para morderle más allá de la nunca. No paraba de emitir quejidos por debajo de mi mano.

En su sabor se sentía el perfume que usaba, en mi hermana no, ella no usa perfume, ella tiene un embriagador olor natural que me vuelve loco.

Pensar en ella mientras follaba me hizo excitarme aún más, me hizo pensar en las ganas que tenía de follármela verdaderamente a ella. Seguí intensificando el movimiento de mis caderas sintiendo las lágrimas de mi prima caer sobre mi mano encima de su boca.

En un momento me paralizé de golpe al sentir una voz proveniente de la sala.

— ¿Olivia? Querida ya nos vamos —. Oía la voz de mi tía acercándose.

Rápidamente destapé la boca de mi prima y le indiqué con la cabeza la dirección en que se acercaba su madre. Se tomó un segundo para recuperar el aliento.

— Ya voy mamá —. Dijo casi en un susurro.

Mordió sus labios reteniendo un gemido cuando le pellizqué un pezón y le volví a señalar con los ojos.

— Fui al baño unos minutos —. Dijo lánguidamente.

Bufé por dentro de mi con rabia. Ni siquiera me había podido venir.

Me separé de ella subiéndome el cierre del pantalón y acomodándome la ropa. Ella hizo lo mismo.

— Oye primo —. Me miró aún secándose los ojos.

— Quisiera terminar esto la próxima vez —. Esbozó esa sonrisa de puta.

Se acercó a mí y condujo una mano sobre mi pene.

Torcí mi mandíbula con molestia tras sus palabras y acciones. Ya no soportaba más cogérmela en reemplazo de mi hermana, la quería a ella, quería estar dentro de mi hermana y de nadie más.

— Ni en tus sueños —. Observé como su boca se abrió de golpe sorprendida.

Me giré y la dejé allí. No me interesaba despedirme de nadie. Esa gente había retenido toda la atención de mi hermana esa noche, eso me molestaba.

Mi mente era su infierno, cuando la tuviera entre mis llamas la hundiría hasta lo más profundo, y jamás la dejaría salir, porque iba a ser solamente mía.

Ilícito (Demente I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora