CAPÍTULO 13

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Lástima que la mujer ante mis ojos era libre de pecados, un alma tan pura que estaba a punto de corromper. Podía llegar a tener misericordia, pero jamás arrepentimiento.

— Que pena. No me correspondes, hermana, pero de igual manera te haré mía —. La empujé con fuerza sobre la cama posicionándome encima de ella.

Podía sentir el calor de su cuerpo cerca del mío, la tensión, el miedo, la desesperación. Aún agarraba sus manos, las cuales parecían haber perdido toda su fuerza.

Divisaba el terror destilado en su rostro, eso me excitaba, que todo tipo de emociones que sintiera fueran causadas por mi y nadie más.

— Te voy a enseñar a amarme como debe ser —. Sonreí.

— Por favor... Alejandro... déjame ir —. Sollozaba con más vehemencia. Dios como me enardecía tanto ver como por fin me dedicaba sus lágrimas.

— Haré que de esa misma manera me ruegues estar dentro de ti —. Acerqué mi boca a la suya.

— Haré que me desees, que me ames, que me mires únicamente a mi, que tu corazón sea solo mío, que tu mundo se base solamente en mi —. Su aliento agitado se mezclaba con el mío.

Sus ojos permanecían apagados, desbordados en lágrimas. La miré más deseoso que nunca, por fin la tenía a mi merced.

Corté la distancia entre nosotros volviéndola a besar con salvajismo, ella era mi locura, solo ella sabía ponerme así, solo ella provocaba la salida de mis demonios.

Me detuve, no sentía que me devolviera el beso como debía ser, ni siquiera un movimiento de sus labios, y eso me molestó.

ALEJANDRA:

Mis labios habían vuelto a arder de dolor, pero trataba de mantenerme firme ante él.

Le miré, su rostro expresaba disensión. Tenía que comprender, debía hacerle comprender que todo beso forzado, sin amor, era totalmente vacío, amargo, sin sabor.

— Me parece que aún no te ha quedado claro —. Vociferaba irritado.

— No voy a ceder Alejandro, me vas a tener a la fuerza si eso quieres, pero jamás me rendiré ante ti —. Acabé escupiendo esas palabras.

— El amor debe emanarse de ambas almas, sin sentimientos no es más que un espíritu vacío y amargo —. Repudié.

— Y de mi, aún siendo mi hermano, jamás recibirás otro sentimiento que no sea odio y repugnancia —. Hablaba entre dientes.

Repentinamente agarró mi cabello con fuerza, gemí tras el acto. Sabía que le había molestado.

— ¿Quién dijo que necesito tus sentimientos ahora? Se que con el tiempo me amarás, por ahora me basta con tu mirada rendida, con tener tu cuerpo a mi disposición —. Se dibujaba una sonrisa malévola en su rostro.

— Vas a entender que tu único destino soy yo, y que tu existencia solo se basará en complacerme —. Me toma fuertemente de la mandíbula.

— Que soy el único maldito pecado de tu vida y me vas a corresponder —. Susurró rozando sus labios con los míos.

— A veces un pecado puede ser la entrada al paraíso, hermana, y si no puedes contra el enemigo debes unirte —. Pasa su lengua por mis labios.

Eso no es posible cuando mi opresor es alguien de mi misma sangre.

— Tal vez pueda dejarte ir —. Sentí cierto aire de esperanza, no se porque aún me resignaba a la idea de que podría recapacitar...

— Solo cuando me correspondas como es debido —. Me sonríe, enseguida todo hilo de esperanza se desvaneció de mi mente.

— Tú no eres mi hermano, eres un maldito demonio —. Escupo con rabia.

— Y tú eres mi ángel, un ángel tan frágil y puro que voy a corromper...Al que voy a devorar en la cama —. Sonrió maliciosamente.

— Quiero grabarme en tu cuerpo —. Comienza a depositar lentamente besos por todo mi cuello.

— Quiero más que besarte, acariciarte, callar tus gemidos con mis labios todos los días —. Lame mi cuello.

— Sentirte a mi lado, oírte gritar mi nombre, haciéndome el hombre más feliz del mundo —. Me da una mordida más fuerte.

— ¡Estás loco si piensas que haré todo eso maldito insolente, insano, despreciable! —. Se detuvo tras escuchar mis palabras, su expresión neutral me hizo temblar.

— No te preocupes, será lento y doloroso, ¡pero te aseguro que callarás esa boquita tan sucia, la vas a callar! —. Apretó su agarre, mis muñecas dolían.

— ¡Ah! ¡Ya suéltame Alejandro! ¡No hagas algo de lo que te puedas arrepentir! —. Gritaba desesperada mientras cruzaba mis manos por encima de mi cabeza y se aferraba a ellas fuertemente con una de las suyas.

— Eso jamás, jamás me arrepentiré de hacerte mía, hermana, jamás —. Sonreía diabólicamente.

Volvió a mi cuello, esta vez me besaba y mordía con más fuerza y brusquedad. Apreté mis ojos sintiendo cada dolorosa mordida, las cuales me dejaron entumecida.

— Tu olor es como mi debilidad, es tan delicioso —. Iba rozando su nariz por toda mi piel hasta llegar a mis pechos.

Casi me ahogaba en mis propias lágrimas mientras veía como sacaba mis pechos con brusquedad. Los chupaba y mordía con fuerza sin importarle ni lo más mínimo mi dolor.

— Ah...Ya suéltame...Alejandro...ya...ah —. Sollozaba bañada en lágrimas, aún intentando salir de su agarre sin ningún éxito.

— Eso, no te calles, quiero escuchar hasta el más bajo de tus gemidos —. Mordió mi pezón con fuerza.

Mi corazón latió desbocado al ver como subía mi vestido y sus manos se deslizaban hacia mi entrepierna. No servía de nada que moviera mis piernas en defensa, las tenía entumecidas.

— ¡Ah! ¡No, detente! —. Grité justo cuando agarró mi ropa interior y me la arrancó de un tirón.

— ¡No! ¡Vas a sucumbir ante tu destino maldita sea! —. Me tomó fuertemente de la mandíbula.

— Te voy a dar todos los motivos para amarme y desearme como yo lo hago —. Casi perfora mi piel con la presión de sus dedos.

Simultáneamente el aire abandonó mis pulmones al sentir como me penetró de golpe fuertemente sin piedad. Sentí que me desmayaría en las lágrimas del dolor.

— ¡Ahh! Es genial —. Jadeos se escapan de sus labios mientras intensificaba más y más el movimiento de sus caderas. La fuerza vital había abandonado mi cuerpo, mi lucha contra él había sido en vano.

— ¡Para Alejandro, me haces daño! —. Sollozaba, pero a él no le importaba nada.

Me penetraba con más y más fuerza. Salía de mi interior para entrar más profundo, causándome horribles dolores, más del que tenía.

No importa cuanto me quejara, cuanto me retorciera de olor. A juzgar por aquella sonrisa con la que me observaba, y ese maléfico brillo en los ojos...le excitaba, todo mi dolor y mi sufrimiento...le excitaba...

— Esto es como un sueño, se siente como un paraíso estar dentro de ti —. Me besaba a la fuerza.

Sentía su cuerpo agitado mientras aceleraba más y más sus embestidas. Sentía asco, repugnancia, odio, pero sobre todo un gran dolor...

Mi mayor dolor era que mi hermano disfrutara de mi sufrimiento, que me torturara y se excitara con mi dolor...que mi propio hermano me violara.

— Ah...Alejandro... —. Ya no me quedaba vitalidad, ni siquiera me escuchaba, él seguía penetrándome con fuerza.

Sus penetraciones eran una más profunda que la otra, mi vagina me estaba doliendo, mucho. Mi vista se tornaba borrosa por el mar de lágrimas en mis ojos, sentía que podría desmayarme.

— ¡Ahhh! —. Le oí gemir cuando llegó al orgasmo, sentí su semen adentrándose y recorrer toda mi vagina.

Jadeaba, cuando me soltó no me sentía el cuerpo, era como si mi alma lo hubiese abandonado. Aún lloraba, lloraba más y más mientras mi mente aún no terminaba de procesar, no quería aceptar que mi propio hermano me había violado.

Ilícito (Demente I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora