CAPÍTULO 12

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Sus manos se aferraban a mis muñecas con fuerza, me había detenido la circulación.

— ¿Qué carajo estás diciendo Alejandro? Déjate de bromas —. Seguía forzando su agarre, pero definitivamente era más fuerte que yo.

— Suéltame Alejandro —. Dije ya con cierto pavor y desesperación

— Esto no es ninguna broma hermana, es la verdad, y tienes que afrontarla —. Su nariz rozó la piel de mi cuello, deslizándola hasta mi hombro.

— Tu aroma natural es lo mejor que a mis fosas nasales haya llegado —. Moví mi hombro con repulsión.

— ¿Qué te pasa? —. Me exalté, él seguía sonriendo maliciosamente mientras disfrutaba de la impaciencia en mi rostro.

— Vas a ser completamente mía, mía, mía —. Arremetió contra mis labios con desesperación y brusquedad en un beso salvaje.

Sentí mareos por la falta de respiración y el dolor intenso en mis labios producido por las mordidas que me daba.

Moví mi rostro dificultosamente a un lado deteniendo el beso, estaba sin aliento. Me ardían los labios, cuando le volví a mirar observé como se relamía los suyos, divisé en su rostro el placer que le daba mi sangre.

ALEJANDRO:

Mi corazón latía de alegría, había probado sus labios, algo que tanto había deseado, y eran tan deliciosos como me imaginaba. Su sangre era embriagadora, su sabor tan exquisito, fino, como una cena de reyes.

Estaba tan excitado que no pensaba en otra cosa que no fuera estar dentro de ella, hacerla mía para siempre.

Me descuidé y aflojé el agarre. Se logró escapar, observé las marcas rojas de mis manos en sus muñecas.

— ¿Cómo pudiste atreverte? —. Me miraba con repulsión.

Mi corazón se oprimió observando como se limpiaba la boca desesperadamente con asco y aversión.

— ¿Por qué fingías estar ebria? —. Torcí mi mandíbula cruzándome de brazos esperando su respuesta.

— Quería confirmar mis sospechas, ahora está más que claro —. Se pasó por última vez una mano sobre los labios.

— ¡Siento decepción Alejandro! —. Espetó dando con un puño sobre la cama.

— Tu conducta no era normal, había algo contigo que no estaba bien —.  Se atrevió a sostenerme la mirada.

— Que deductiva —. Sonreí maliciosamente.

— Siempre borré cualquier pensamiento de mi mente, porque no quería malinterpretar las cosas entre nosotros —. Bajó la mirada con aflicción.

— ¡Pero ya veo que no eres normal! —. Repudiaba con notables lágrimas en los ojos.

Dios como me excitaba, me excitaba tanto verla con esa incertidumbre, donde solamente yo la podía guiar hacia su destino.

— Lo inusual puede ser más tentador que lo normal, nada más tienes que probarlo —. Hice un además con mis manos.

— ¿Qué? ¡Cállate Alejandro! ¡No tienes idea de lo que estás hablando y haciendo! —. Se llevó las manos a la cara frustrada.

— Por dios Alejandro...Se que no...que este no eres tú, por favor, razona, tal vez entre el alcohol y —. La corto.

— Aquí el alcohol ni otra cosa tienen que ver en nada hermana. Esto es un sentimiento totalmente verídico —. Me acerqué más a ella.

— Quiero que sepas que te amo. Te amo, te deseo como a nadie, quiero hacerte mía desde que tengo razón —. Estaba paralizada, sus ojos se empaparon más y más de lágrimas.

— Ya no pienso callarlo, quiero que seas mía, hoy, ahora, para siempre —. Me sostuvo la mirada.

— No —. Balbucea.

— No Alejandro...por favor deja esto... Olvidémoslo, yo te perdono...Esto no es normal —. Decía rozando la punta de sus dedos temblorosos por mis mejillas.

— ¡Ya basta de lo normal! Hoy estoy dispuesto a romper esa estúpida regla —. Irritado agarré con fuerza sus manos.

— No me importa desafiar las leyes mientras te tenga, que amar a alguien de tu misma sangre esté prohibido me excita más —. Sonreí maliciosamente.

— La sensación de peligro, de lo que está prohibido, hace más placentero el recorrido al infierno —. Me miraba estupefacta mientras las lágrimas seguían rodándo sin cesar por sus mejillas.

— Estás...estás enfermo Alejandro —. Sollozaba.

— Shhh, aquí mi interrogante es ¿me vas a corresponder? ¿Me vas a amar como yo a ti? —. Incliné mi cabeza detallando su expresión.

— ¡Jamás Alejandro! ¡Eres mi hermano y así siempre te veré! ¡Nunca te voy a desear como un hombre! —. Se movía intentando sacarse de mi agarre.

— ¡Suéltame! ¡Estás muy mal, me iré de aquí, debemos tomar distancia al menos por un tiempo! —. Sentí mi corazón romperse al escuchar sus palabras.

— No pienso dejarte ir, no pienso estar ni un minuto lejos de ti —. La tomo con fuerza de la mandíbula.

Ella no me amaba, sabía que no lo haría, por lo que debía enseñarle, enseñarle a amarme, a desearme tanto como yo lo hacía.

Ilícito (Demente I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora