CAPÍTULO 5

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— Karla —. Pronuncié algo impactado, porque no me esperaba encontrarme con una compañera de la universidad allí y justo ahora.

— Ale...¿Qué haces en el baño de mujeres? —. Su pregunta llamó mi atención.

Elevé la cabeza mirando a mi alrededor, nunca me percaté de que había entrado al baño de mujeres.

— No tenía ni idea —. Dije indiferente.

Me giré a su frente para mirarla. Sin embargo, sus ojos nunca se encontraron con los míos. Me miraba con la boca entreabierta, y con los ojos fijos en mi entrepierna.

Mi inoportuna erección aún presente hacía un bulto inevitable en mi pantalón. Podía observar como las mejillas de Karla se estaban tornando de rosa.

Me llevé una mano al rostro resignado y frustrado, me moví del lugar dirigiéndome a la puerta, sin embargo, unas manos me lo impidieron agarrándome del brazo.

— Eh, yo no quiero parecer atrevida pero...si tienes algún problema...podría ayudarte a resolverlo —. Decía prácticamente en susurros sin mirarme.

¿Pero que estaba insinuando esta?

Giré mi rostro para observarla con detenimiento, su cara estaba tornada de rojo.

Karla era una de mis compañeras en la universidad, y si bien lo sabía y tan obvio que era, yo le gustaba, le gusté siempre.

— Si...si estás de acuerdo —. Su mano se desliza de mi brazo cerca de mi erección.

Una sonrisa no se pudo escapar de mi rostro. Me divertía como las mujeres podían ser así de descaradas y sumisas ante mi, todas menos la que quería, y eso me ponía irritado.

Obviamente no tenía ningún interés en ella. Mas mi erección aún no cesaba, por ello lo idóneo era sucumbir ante sus deseos.

Deseaba correrme en mi hermana, en su pequeña e inocente boca agachada frente a mi hasta que no pudiera más.

— Mastúrbame —. Dije ásperamente.

Pareció haberla tomado por sorpresa mi orden tan directa sin ningún tipo de rodeo, más mi falta de vergüenza.

Me miró antes con algo de vacilación. Se fue bajando lentamente hasta que su cabeza quedase a la altura de mi cadera. La eleva para mirarme a los ojos.

— Lo que quieras —. Musita.

Condujo una mano sobre el bulto de mi pantalón. Sentí la punta de sus dedos aún por encima de la tela rozarme el glande con suavidad.

Sus manos comenzaron a masajearme. Jadeo. Desvía una hacia el cierre del pantalón y lo va bajando lentamente.

Dios, maldita sea ¿por qué justo ahora no puede ser mi hermana la que me haga esto?

Mi erección comenzaba a palpitar pensado en ella, sentí que si no me corría me iba a explotar.

Karla acabó dejando salir mi pene erecto por los acontecimientos. Miraba con estupor por un momento. Seguía con algunas caricias suaves, prosigue tomando mi miembro con ambas manos y empieza a estimularme con movimientos leves.

Resuello mientras retoma la acción con celeridad. Posteriormente me mira mientras se lleva dos dedos a la boca y los humedece con saliva. Prontamente los conduce hacia mi glande haciendo movimientos en círculos sobre él.

Mi ritmo cardíaco se comienza a incrementar más la presión arterial.

— ¡Ag! —. Llegué al punto culminante en el que ya no aguanté más y no puede evitar correrme en su cara.

— ¡Um! —. Cerró los ojos momentáneamente al esparcirse mi semen por toda su cara.

Mi cuerpo se relaja automáticamente, siento que me desinflo como un globo.

— Uf, te...viniste más rápido de lo que pensaba —. Dice abriendo los ojos.

Mientras regulaba mi respiración, pensé en el tiempo en que había dejado de divisar a mi hermana, y eso me molestó.

Ella allá fuera con esos tipos, no podía permitirlo. Esta estúpida me había tomado más tiempo del esperado, un tiempo valioso que debía estar empleado en vigilar a mi hermana.

Hice puños mis manos irritado por todo. Quería que desaparecieran, que no me entorpecieran más mi camino ni me detuvieran en el trascurso.

Yo desafiaría al destino, sea cual fuese. Quería una vida, un mundo donde estemos nada más ella y yo, sin ningún obstáculo que pudiera obstruir nuestro amor.

Karla se lavó la cara. Se quedó parada frente a mi esperado algún comentario, mas ella misma lo hizo.

— Oye...yo quisiera —. No la dejo terminar agarrándole la mano que estaba a punto de tocarme el pecho.

— Olvídate de esto —. Dije categóricamente.

— ¿Qué? Pero —. La tomo de la mandíbula y me acerco a su oído.

— Ni se te ocurra buscarme, ni en la universidad. No significas nada para mi, no te quiero para nada más —. Le susurro.

— Y no lo vuelvo a repetir, olvida esto —. Le suelto.

Me giro sin volver a mirarla, ya me había humedecido la mano con sus lágrimas.

Nadie se merece mi atención. La única que podía querer, amar y dedicarme hasta el fin de nuestros días, era a mi hermana.

Ilícito (Demente I) [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora