Capítulo 2.

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Me desperté por un ruido procedente de la cocina, antes de pararme me fijo si Diego sigue durmiendo. Efectivamente lo hacía, mire la hora eran las 10:00am. Seguramente se trataba de mi madre.

Trato de no hacer tanto ruido para no levantarlo, pero fue inútil.

— Buenos días, bello durmiente— Le digo con una sonrisa.

— Buenos días— Dice estirándose y con un bostezo al final— ¿Qué horas son?

— Las horas de tu corazón.

— No le veo ni una gracia Luisa.

— Son las diez, justo iba a ver si mi madre había llegado, escuché unos pasos en la cocina.

— Puede que sea un ladrón— Dice el con una sonrisa burlona.

Le tiró una almohada en la cara, detesta que le haga eso, pero pregúntenme si me importa.

— Regreso en un momento— Le digo colocándome de pie.

— Seguiré durmiendo.

— Como quieras— Se acomoda nuevamente para dormir.

Que tal y trabajara.

Cuando salgo de mi habitación, me dirijo a la cocina. Efectivamente estaba mi madre comiendo unos cereales, por la cara que tenía supuse como fue su turno, cuando capta mi mirada me da una sonrisa de boca cerrada.

— ¿Cómo durmieron anoche? —Me pregunta con un tono de voz cansado.

— Bien mami, fuimos a donde te comenté.

— ¿Playa?

— Si, me gustó mucho. Sentí mucha paz— Le digo.

Ella me mira de reojo, asiente con la cabeza. Sigue comiendo.

— ¿Se puede saber que tienes mamá? — Le pregunto confusa.

— Estoy cansada, ayer en el corrido fue movido. Pero en la noche más, solo deseaba regresar a casa. Estaba que salía corriendo.

— Duerme mami, del resto me encargaré— le aseguro.

— Primero me comeré esto, para darme un baño.

— Está bien.

— ¿Diego sigue durmiendo? — Me pregunta.

— Se había despertado, pero tú sabes cómo es el.

Ella se ríe, coge su plato, pero antes deposita un beso en mi frente, para poder dirigirse a su habitación. Me quedo sola en la cocina.

— Con que hablando mal de mí— Me dice Diego adormilado.

— Idiota, ¿Qué quieres para desayunar? — Le pregunto.

— Lo que tú quieras hacer está bien— Me asegura pasándose una mano en la cara.

— Me parece perfecto.

— Mientras no sea arepas con huevo.

— Muy bien que te comiste cuatro— Le digo indignada.

— Lo hice para qué no te sintieras mal.

Mis ganas de tirarle un sartén en la cabeza eran muy grandes.

— ¿No has hablado con Ashley? — Me pregunta mirando el celular.

Pensándolo bien, no me volvió a llamar. No es muy usual en ella.

— No, ayer cuando estábamos en la playa me hizo una llamada. Pero no le contesté.

— Tu cumpleaños es dentro de dos días, por eso te llamaba— Me dice mirando su celular.

El poder del amor propio©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora