Capítulo 2

993 61 0
                                    

Rompiendo las corrientes de aire, cual cuchilla de filo cegador fuera, el cuerpo del saiyajin navegaba a toda velocidad por los vastos mares del planeta tierra, tocando las nubes y haciendo acrobacias que dejarían en vergüenza a cualquier aeronave de guerra. El sol estaba radiante, el mar reflejaba con pasión los rayos del sol que entraban rebotaban en la atmósfera con simetría, las águilas y halcones que con recelo miraban asustadas la pequeña chispa que dejaba el saiyajin como rastro detrás en su camino, era perfecto. Goku había reducido considerablemente su velocidad, con un poco de torpeza ya había dado vuelta hasta la otra punta del mundo, donde podía divisar cómo en la altitud se encontraba la atalaya de Kamisama, que en la lejanía se era sostenida por el báculo sagrado que él alguna vez en su juventud usó como herramienta.

Esbozó una cálida sonrisa sobre sus rostro y parpadeó un par de veces, su corazón gritaba con emoción, no podía creer todo este tiempo que había perdido lo bello que era su hogar, cerró sus manos con fuerza y apretaba la quijada con energía, no esperaría ni un segundo por volver a visitar de nuevo a su familia, quería ver en la gran luchadora de artes marciales que se había convertido su hija, eso fue lo que Celestia y Luna le prometieron en su último aliento de agonía.

Con un estallido luminoso de Ki, ascendió de golpe hasta la torre del maestro Karin, aterrizando tranquilamente sobre el firme piso de mármol, con su vista comenzó a escanear sus alrededores, no tardó mucho en salir el gato ermitaño desde abajo por una escalera lateral que conectaba con el subterráneo, a pasos lentos pero firmes, apoyando en ritmo parte de su peso sobre su bastón de madera. La reacción del felino fue la de una profunda sorpresa, tanto que sus bigotes tuvieron un espasmo frenético.

Go...Goku? Preguntó, casi incrédulo, demostrado en su voz áspera, confundida y escéptica. ¿Realmente eres tú? A juzgar por lo que sus ojos traicioneros le estaban mostrando, la pregunta no estaba por demás.

Jaja, hola maestro Karin! Saludó con entusiasmo el guerrero de gi rojo. Sí, he venido un tiempo a la tierra. Anunció, rascándose la cabeza.

Era cierto, pensó el gato ermitaño, al apreciar el halo angelical que destellaba brillos sobre la cabeza del saiyajin. Inclinó su peso hacia el frente, dando un paso corto, extendió su pata hasta la pierna del saiyajin y la dejó reposar ligeramente, acción que confundió un poco al guerrero de gi rojo.

Interesante, al parecer todo este tiempo no lo has perdido en el otro mundo, verdad? Preguntó el felino, alzando un poco su vista hasta la mirada del guerrero. Te han dejado conservar tu cuerpo.

Sí, Enma-daiosama fue sido muy amable en dejar que conservara mi cuerpo. Comentó el saiyajin, rascándose la nuca con una sonrisa. Y claro, pude superar mis fuerzas, gracias a que no utilizo energía cuando estoy muerto, me fue más fácil incrementar mi nivel de poder.

Ya veo... bueno, qué te trae a la torre? ¿Vienes por semillas del ermitaño? Preguntó, pues era usual que el guerrero de cabellera alborotada fuera a visitarlo por ese motivo, no es que a él le molestara, comprendía perfectamente que sus semillas de curación místicas eran vitales.

Sí, las podré necesitar dentro de poco, maestro. Respondió el saiyajin, afilando ligeramente su mirada. En muy poco tiempo llegarán algunos sujetos que tienen una presencia maligna a la tierra, no creo que quieran algo bueno. Caminó hasta una orilla de la torre, alzando la mirada al cielo, donde el sol resplandecía con fuerza.

Hmm. El felino ermitaño caminó a pasos lentos hasta ponerse a un lado de él, de igual forma lanzando su mirada al cielo. Te siento muy seguro, Goku, no recuerdas que la confianza es un punto débil en las peleas? Preguntó, más curioso que preocupado.

Mi Padre es un... QUÉ!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora