Pulseras

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Salí de casa en dirección al café donde me vería con Juan.

No podía dejar de pensar en el día anterior, lo que pasó en el baño y el mensaje de buenas noches.

Llegué a la cafetería y al entrar ví que Juan había llegado antes que yo, debe ser importante.

— ¿Cuál es la emergencia?– Tomé asiento frente a él.

– Voy a decírtelo, pero por favor no te enojes– Fruncí el ceño.

— Llegaste antes que yo, tiene que ser algo importante y posiblemente grave, por lo que, no prometo nada.

– Bueno... no sé cómo empezar– Se rascó el cuello nervioso.

— Por el inicio.

– Bien, hace poco conocí a alguien, nos estuvimos conociendo y saliendo en "citas"– Hizo unas comillas en el aire con sus dedos- Y... me gusta mucho– Asentí sin entender aún la razón por la cuál él pensaba que me enojaría.

— Y ¿Eso por qué habría de enojarme?– Pregunté.

– Es Felix...

No pude evitar soltar una carcajada que hizo que la gente que estaba en el café no miraran confundidos.

No los culpo pero fue demasiado gracioso como para no reír.

— ¿Es una broma, no?– Paré de reír cuando negó.

– Fue antes de Samantha, no sé en realidad lo que pasó, me dejó de hablar de un día a otro. Hasta hace unos días en el juego de basketball, cuando terminé de jugar, él estaba esperando fuera de los vestidores para felicitarme, me invitó a cenar y... nos besamos.

— ¡¿Por qué tenías que decirme esto a mi?!– Recosté mi cabeza contra la mesa

– Lo siento, solo pensé que si yo regreso con Juan, tal vez tú podrías estar con Sam...–

Levanté la cabeza

— ¿Te estás escuchando?

– Vamos Dani, ayúdame con esto– juntó sus manos frente a su cara en forma de suplica.

No hablé más y salí de la cafetería

...

Después del día que hablé con Juan en el café, no me volví a acercar a él en toda la semana, hoy era viernes y el clima estaba frío y lluvioso.

Estaba en la cafetería concentrada en mi teléfono, cuando siento unas manos tapar mis ojos.

– Adivina quién soy– Reí

— ¿Santa claus?– Escuché una leve risa y las manos dejaron de cubrir mis ojos.

– No, pero sí vengo a darte un regalo.

Sam se sentó a mi derecha en la mesa, con esa linda sonrisa que resplandecía aún más combinada con sus hermosos ojos, quitó su mochila de sus hombros y la puso en la mesa empezando a buscar algo en ella.

Después de unos segundos, sacó un pequeño peluche de oso que sostenía una cajita con un listón azul.

— ¿Qué es esto?– Acercó el pequeño peluche a mí.

– Es para ti– Negué.

— Pero no es mi cumpleaños– Fruncí el ceño confundida.

– Lo sé, solo quería darte un regalo, ábrelo.

Tomé el pequeño peluche para quitarle la pequeña caja y abrirla, encontrándome con una pulsera con dos letras, una "S" y una "D" color plata.

— Pero-

– Nada de peros, déjame ayudarte– Asentí.

Después de ayudarme a ponerme la pulsera, el timbre sonó y entramos a clases.

...

Hace casi tres días que no veía a Sam, había faltado a la escuela por un resfriado, así que el miércoles me envió un mensaje preguntando si podíamos vernos en el café, ya que no lo hacíamos hace días.

Terminé de vestirme para después tomar mi mochila y acercarme al mueble de madera que estaba en la esquina de mi cuarto, abrí unos de los cajones y tomé la pulsera que hace dos días atrás había hecho para Samy.

La pulsera era de hilos, algunos de color Azul y algunos de color Blanco.

La guardé en mi mochila, cerré el cajón y salí de mi casa para ir a al café.

Después de un corto camino de mi casa al café, llegué.

Entré y me senté en la mesa de siempre, dónde se podía ver a la gente pasar, a los árboles mover sus hojas por el viento, a las bicicletas estacionadas en su pequeño lugar y sobre todo, al cielo, las nubes, ese azul tan maravilloso que a veces es reemplazado con un tono gris, que de igual manera, me parece hermoso.

Al estar contemplando toda la belleza que podía ver por la ventana, alguien tocó mi hombro haciéndome saltar en mi lugar, por la sorpresa.

— Hola– La miré con una sonrisa cuando ví que ella también me estaba sonriendo.

– Perdón por la tardanza, no encontraba mis zapatos favoritos– Reí– No te rías, son para la buena suerte– Reí más fuerte.

—¿Unos zapatos que te dan buena suerte?

Asintió

– Así es, me dan buena suerte, un ejemplo de que funcionan es que los llevaba puestos cuando conocí a mi mejor amiga.

En ese instante mi sonrisa se desvaneció y se convirtió en una línea baja.

Su mejor amiga

Intenté ignorar el hecho de que me dolió en el pecho que haya dicho eso y me giré a mi mochila para sacar la pulcera que le había hecho.

— Toma, la hice para ti– Le extendí la pulsera.

– Está genial, Dani– La tomó y rápidamente se la puso en la mano derecha.

— Sé que no es igual de bonita que la que tú me regalaste pero-

– ¿De que estás hablando?, esta es incluso mejor que la que yo te regalé, esta la hiciste tú, además por eso vale mucho más– Sonreí.

Después de un rato de hablar pedimos dos pastelitos de chocolate y dos cafés calientes con leche y seguimos hablando por más tiempo. La hora de irnos llegó ya que se estaba haciendo de noche y ninguna de las dos quería llegar tarde a su casa.

— Me divertí, me gustó mucho estar en el café de nuevo ya casi no he venido, sobre todo me encantó pasar tiempo contigo– Sentí cómo un calor se instalaba en mis mejillas, por lo que supuse que me ruborizado.

— A mí también me gustó pasar tiempo contigo, ya no lo habíamos hecho.

– Lo sé, pero ya lo hicimos de nuevo, entonces, ¿Qué te parece si mañana saliendo de clases, llegamos por un chocolate caliente los cuatro?

— Los ¿Cuatro?– la miré confundia.

– Sí, tú, yo, Juan y Felix.

I wish I was him  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora