Los gritos desesperados de todos los jóvenes inundaron el lugar, pero incluso cuando todos corrían despavoridos la música no dejó de sonar, era una situación completamente opuesta.
Un tiroteo era lo último que todos esperábamos que ocurriera para concluir con la noche.
-¡Daniela Castillo!- gritaron los dos hombres que dispararon.
Muchas cosas pudieron haber pasado de la que no me di cuenta en esos segundos de caos. Por ejemplo las manos que me levantaron del suelo y me arrastraron corriendo hasta la cocina.
Pero en el azulejo resbaloso me caí.
-Levántate, tenemos que irnos.
Él. El chico de la chaqueta negra. Vuelve a rodearme con sus brazos para levantarme.
-No me voy a ir contigo- declaró -. No te conozco.
Tarde porque él ya se encontraba jalándome otra vez.
-¡Suéltame!- grito.
-¡Cállate y coopera si quieres sobrevivir!- también me grita.
Me asustó, no pensé que me fuera a regañar de esa manera.
Aun se escuchaban los gritos y pasos apresurados del multitud tratando de salir de la casa. Todos aterrorizados.
Entonces si dejé que me guiara a través de la puerta de la cocina a la cochera. Hay espacio para cuatro autos, pero sólo hay tres, entre ellos el Mini Cooper* azul de Stacy.
De la pared cuelgan las llaves de estos y toma unas quitando inmediatamente quita la alarma del Mini Cooper*. Oh por Dios, va a robar el auto de Stacy.
-Sube y agáchate- me ordena.
Lo obedezco bajando el asiento y recostandome. Él abrió el portón automático y a todo lo que dio el acelerador arrancó.
Gente a nuestro alrededor aún corría y se subían a sus propios autos. Él iba tan rápido que algo en el camino hizo dar un salto estrepitoso al auto, lo que me hizo gritar.
-Shh, guarda silencio.
Me tapo la boca con la mano y me sujeto fuerte de la puerta.
Pero veo cómo saca su celular de su bolsillo y lo pega a su oreja.
-¡Ve al departamento y sacala!- ordena con fuerza -Ya vamos para allá.
No pude oír lo que la otra persona le decía pero no duró mucho para colgar la llamada.
-Ya puedes levantarte- me avisas después de varios minutos en carretera a toda velocidad.
Hasta ahora me doy cuenta de las lágrimas que corrieron por mi rostro. Limpió mis mejillas con la manga del vestido y miro por la ventana, estamos en la ciudad.
-¿A dónde me llevas?
¤
Esta mañana salí de mi cuarto para encontrarme con la sorpresa de un sostén olvidado en el baño del departamento. Enojado lo tomé y cuando encontré a mi compañero se lo arrojé en la cara.
-¡Ya deja de estar trayendo mujeres al departamento! ¡Esto es algo serio, compórtate!
Ya me había arruinado el humor, igual fui al baño a tomar una ducha. Cuando salí Andrés, mi compañero estaba sentado en la mesa con un bowll* de cereal.
-Oye, viejo lo siento- se disculpó levantando la cabeza de su cereal.
-Ya déjalo- digo sirviendo café en un termo.
-No tienes razón...
La tengo, pero él es un rebelde.
Me senté en la mesa a masticar una tostada en silencio. Pero Andrés no me quitaba la mirada de encima.
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Poemas de mi indignación con el mundo
RandomEl título ya lo dice todo... lean mis más profundas opiniones sobre cómo va el mundo. Espero les guste.