Capítulo 4

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Meg iba de camino al santuario de Juan, pero se puso a llover.
Llegó antes de que se pusiera a llover más.
Subió rápidamente las escaleras y se refugió en la casa.
-Juan ya estoy aquí - dijo ella.
Juan no le respondió, la gente estaba cogiendo una costumbre de no responderle.
Subió las escaleras, pero no llegó al final, porque, el tablón final estaba roto.
-Juan tu santuario se está llendo a la mierda - murmuró ella.
Se dio la vuelta y se llevó una sorpresa de ver a Juan detrás suya.
-¡Coño, que susto! - maldijo.
-Perdón por no responder, no te escuchaba.
Meg paso por su lado y bajo el tramo de escaleras. -Juan le siguió-.
-Me he dado cuenta que eres una de las pocas que me visitas.
-¿No tienes amigos? - frunció el ceño.
-Claro, tengo muchísimos - mintió. -Lo que pasa que la gente no quiere subir escaleras - sonrió falsamente.
Se quedaron en silencio. Últimamente Juan estaba más distante a ella. Bueno -a todo el mundo, en realidad-. Se la pasaba en su santuario.
-¿Te has enterado que hay una persona que está destruyendo las casa de los pueblos? - preguntó Meg.
Juan asintió con la cabeza, parecía no interesarle.
-Si, me he enterado - se cruzó de brazos. -Pero la verdad, me da igual.
-¿Porque te da igual? - curioseo.
-Mientras no venga a por mí, yo no me meto.
-¿Y no quieres saber nada del tema?.
Juan entrecerro los ojos y después asintió con la cabeza.
-Primero le explotaron la casa a Ibai.
-Esa me la se.
-Después a Ari le explotaron el huerto.
-Ese no me lo sabía - incluyo.
-Y por último a Zorman le han entrado a robar - finalizó.
-Se lo merece - soltó una carcajada. Zorman y Juan no se llevaban muy bien.

La lluvia se relajo y Meg decidió ir de paseo. Lo normal, ir por las montañas, mirar los árboles, los animales, saquear alguna casa abandonada.... Bueno, lo normal.
Con espada en mano y patatas para el camino salió de su casa.
-¿A donde va, señorita? - preguntó Auron.
-A patrullar un poco - respondió.
-Aún puede que llueva de nuevo - aviso.
-Papá... - replicó.
-No me llames asín - dijo entre dientes.
-No me va a pasar nada - aclaro.
-La última vez que salistes te caístes por un agujero y no te encontramos hasta que pasaron dos días - recordó.
-Fueron dos horas - le corrigió. -y además era menos inexperta en el tema de las trampas.
Auron se acerco a ella y le puso una mano en el hombro.
-¿Me prometes que no te pasara nada? - le miró fijamente a los ojos.
-Lo prometo - sonrió. Auron le quito la mano del hombro y le abrió la puerta.
No hacía mucho sol. Hacía buen día.
Ya pasó por algunas casas del pueblo y saludo por las ventanas a sus vecinos.
No encontró ningún animal por la zona por la que iba, ni ningún bicho.
Estaba oscureciendo y que no se encontrará ningún Zombie ni ningún Creeper era raro.
Ya cuando se estaba aburriendo, decidió volver a casa. Cuando iba por mitad del camino escucho unos pasos detrás ella. Al principio no le dio importancia, pero después de un rato ya se empezó a asurtar.
Agarró el pomo de su espada de diamantes y la sacó de su estuche. Se dio la vuelta y apuntó a lo que estaba detrás de ella.
-¿Juan?.
Si el mismo. Juan era el bicho que la estaba persiguiendo.
-¿Qué haces persiguiendome? - guardo de nuevo su espada.
-Auron me lo pidio - se encogió de hombros.
Meg soltó un bufido y se puso a caminar de nuevo.
-¿No te hablas enfadado conmigo?.
-Estoy enfadada con mi padre -aclaro. -no entiendo porque no me deja ir sola a lugares que no sean casas de conocidos.
-Aún eres pequeña -indico Juan.
-Dentro de nada cumplo dieciocho, no soy tan pequeña como creeis.
-¿¡Dieciocho?! -Juan abrió bien los ojos. -Pero si yo te recuerdo más pequeña.
-Es que soy baja - se quejo
Juan embozo una sonrisa traviesa.
Ya se izo de noche y los dos amigos tuvieron que acelerar el paso para que ningún monstruo le atacará.
-Hace buena noche - dijo Juan.
-Es como las demás - se encogió de hombros Meg.
Meg aceleró más el paso y adelanto a Juan.
Ya se veía más cerca la casa de Auron.
-Ya se ve - aviso Meg. Juan no le respondió.
-Me parece increíble que Auron te mandase a vigilarme - Juan seguía sin responderle. - Mandarte a ti, ja, que patético - ella negó con la cabeza - y más cuando no sabes estar en silencio- se dio la vuelta y vio que Juan no estaba detrás de ella.
-¿¡Juan?!.
Nadie le respondió.
-Juan si esto es una broma, no hace gracia - gritó. El seguía sin responderle.
Grito unas cuantas veces más su nombre y retrocedió sobre sus pasos.
En lo lejos observo que había un gran agujero en el suelo. Se asomo con cuidado y vio que allí estaba su amigo.
-Aquí estabas cabeza de corcho.
-No me digas asín - se quejo.
-Después dicen que cuides de mi.
-¿Me vas a ayudar o que?.
-¿Y como te ayudo, genio?.
-Si me das una mano, tal vez saldré.
Meg resopló y se agachó. Se agarró bien al suelo para no caerse donde estaba su amigo y le arzo la mano.
Juan agarró impulso y agarró su mano. Con la izquierda agarraba la mano de su amiga y con la derecha se intentaba impulsar. Meg tiraba con todas sus fuerzas de su amigo.
-Tienes que comer menos patatas - se burló.
-Y tu tienes que hacer más ejercicio.
Meg soltó su otra mano del suelo y agarró la otra mano de Juan. Cogió toda sus fuerzas y le dio el último tirón a Juan. Los dos calleron en el suelo.
Los dos se quedaron boca arriba, mirando el cielo.
La respiración de Meg estaba más agitada que la de Juan.
-Gracias por salvarme - le agradeció el.
-No hay de que - le miró - salvar a un hechizero no pasa todos los días.
-Hechizero supremo - le corrigió.
-Megara Play y Juan Guarnizo os buscando - la voz de Auron sonó detrás de ellos.
Los dos amigos se miraron y se pusieron de pie lo más rápido posible.
-Meg no volverás a salir solo en tu vida.
-Auron - replicó ella.
-Auron no a sido culpa de ella - Juan dio un paso al frente.
-Explicate.
-Ya estábamos llegando cuando una mina explotó y cai.
-¿Una mina? - Auron frunció el ceño.
-Y además era silenciosa - añadió Meg.
-¿Silenciosa? - parecía que cada palabra que decían ellos dos se las creía menos.
-Mañana investigaremos más, ahora cada uno a sus casa - zanjó.
Juan se despidio de Meg y se alejo.
-Estoy muy enfadado - indicó.
-Lo siento - agachó la cabeza.
-No contigo, sino con el - aclaró. - Tu me has demostrado que sabes defenderte sola -sonrió orgulloso.
-¿Enserio? - dudo ella.
-Si, ya mismo podrás crearte tu propia casa y poder ir hacer misiones sin ayuda.
Meg sonrió estusiasmada y soltó un gritito de alegría.

La mano negra de Tortilla Land Donde viven las historias. Descúbrelo ahora