11- Mentiras

353 15 0
                                    

Los gritos insistentes de mi madre para ir a cenar cesaron en cuanto crucé la puerta de la cocina, encontrando a los tres ahí sentados. Necesité ignorar a Wyatt con todas mis fuerzas mientras que tomé asiento a su lado, fijando la vista en la ensalada.

―Ayer estabas castigada y hoy apenas has pisado la casa ―comenzó mi madre, sirviéndose así misma―. No me gusta la actitud que estás tomando.

―Oh, cuidado ―ironicé. Ella dejó la jarra de agua con algo de fuerza en la mesa a modo de respuesta―. Vale, perdón.

―¿Cómo ha ido el trabajo que tenías que hacer?

Quise mirar a Jordan como si me hubiese tirado un cubo de mierda encima.

En su lugar, le agradecí y tomé la cuchara para servirme a mí misma.

―Bien.

―Pedazo respuesta ―intervino Wyatt―, cuidado que te quedas sin saliva de hablar tanto.

Mi madre se rio, aumentando mi sentimiento de traición.

Clavé con más fuerza el tenedor contra una hoja de lechuga, llevándomelo a la boca mientras intentaba que él me mirase. No lo hizo, así que reparé de nuevo en Jordan.

―No se me da muy bien cálculo... bueno, en verdad no se me da bien casi ninguna asignatura ―confesé, algo sarcástica―. Una compañera me ayudó a preparar unas "técnicas para aprobar el examen" y la invité a comer en compensación.

―Creía que estabas en la rama de letras ―el pobre Jordan parecía verdaderamente confundido.

―Sí, pero cálculo es obligatorio para todos.

―Joder... bueno, si necesitas cualquier cosa yo tengo algunos amigos profesores, podrían echarte una mano si hiciese falta.

Asentí a modo de agradecimiento, continuando con mi cena.

Esa mentira me había puesto un poco nerviosa, porque al final, la realidad era que yo no tenía ni idea de cálculo, y que la única que me ayudaba era Clover. A día de hoy seguía haciéndolo, pero su trabajo no le permitía demasiado tiempo para eso, de hecho, bastante tenía con organizarse ella misma en sus estudios.

La cena transcurrió con mi madre y Jordan hablando del hospital, con este último preguntándole algunas cosas a su hijo, como sobre cómo le va con el beisbol o cómo lleva filosofía ―no era su fuerte, precisamente―, y yo me dediqué a escuchar atentamente.

Hice tiempo pues me tocaba a mí fregar, tardando algo así como veinte minutos en dejar todo reluciente y resplandeciente, volviendo a mi habitación cuando la casa ya estaba en completo silencio.

Antes hice una parada técnica en el baño, volviendo a mi cuarto con la cara lavada y la vejiga vacía. En dos minutos tenia el pijama puesto y ya me preparaba para abandonar mi móvil y abrazar un sueño profundo junto al edredón que cubría mi colchón...

... y la puerta se abrió y cerró casi en segundos.

Me volteé asustada, sorprendida de ver a Wyatt ahí. No tardé mucho en fruncir el ceño, acto que él imitó mientras se cruzaba de brazos.

―¿No vas a decir nada? Has desaparecido todo el día, no has dicho nada desde que has llegado... ¿y te ibas a dormir sin más?

Uh, no es momento de colapsar ante los nervios. No había hecho nada malo, n debía de estar nerviosa.

―¿Tengo que decir algo? ―pregunté, fingiendo desconcierto.

―¿En serio lo preguntas?

―¿Sí? ―él pareció molesto ante eso―. Wyatt, ¿qué se supone que pasa entre nosotros? ¿Por qué tengo que hablarte o ir a verte? Lo pregunto porque, sinceramente, no tengo ninguna idea.

El cuento que nos salvó | COMPLETA✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora