Capítulo 3

985 61 14
                                    

Al día siguiente, en horas de la tarde, Evelyn, su hermano y su madre fueron a pasear a Hyde Park. Si bien era cierto que faltaba un par de meses para el inicio de la temporada, las salidas eran más que necesarias para estar al tanto de lo que acontecía en la sociedad. Además, Evelyn estaba ya en edad de casarse, como su madre se lo solía recordar con suma diligencia, y por lo tanto para ella, salir al parque, ir a picnic's, cocteles y bailes, era indispensable si quería conseguir marido; de lo contrario, quedaría relegada entre la gran multitud de jóvenes que ansiaban lo mismo.

Edmund tampoco quedaba exento de estos recordatorios, aunque en su caso no era tan grave no casarse antes de los 23 o 24 años, pues a diferencia de su hermana, no corría el riesgo de quedarse soltero por el resto de su vida. Por lo tanto, pensaba retrasar ese momento lo más posible.
Por su parte, Evelyn tenía claro con quién deseaba contraer matrimonio. Lord Nicolás inspiraba en ella todos los sentimientos que solían experimentar las protagonistas de las novelas que solía leer. Era atento, guapo y caballeroso; así pues, debía ser el indicado. Sin embargo, él no había empezado el cortejo formal. Hasta ahora, la había acompañado dos veces a la casa, y en las fiestas siempre la sacaba a bailar al menos, dos veces. Solían tener largas conversaciones mientras caminaban por el parque, y ella le había hecho llegar una canasta de galletas después de que él hiciera un comentario casual sobre que las galletas de almendras eran sus favoritas. Por supuesto, no se había presentado ella misma a la residencia del barón, que vivía con su madre y su hermana menor. Solo se lo había enviado a través de su doncella, que a su vez se lo había entregado a la cocinera quien después se lo remitió a él. Le había agradecido con mucha amabilidad aquél detalle, y le había dicho que no tendría que haberse molestado. También, como caballero que era, no olvidó afirmar que eran las galletas más deliciosas que había probado, y que no esperaba menos, viniendo de tan bellas manos. Eso había sido suficiente incentivo para que la joven se adentrara de nuevo en la cocina y se propusiera esmerarse aún más con sus galletas, las que, dicho sea de paso, Frederick había probado el día de su visita. Claro que eso no había sido inconveniente para que ella se lo hiciera llegar de nuevo a través de su doncella.

Así que esa tarde, se había vestido con esmero y cuidando el más nimio detalle, pues tenía la esperanza de volver a verlo, ya que sin duda, el querría darle las gracias. Y quizás, después de eso, le pidiera permiso para cortejarla al fin.

El vestido elegido para la ocasión era un vestido color verde manzana, de tela ligera, aunque había decidido cubrirse los hombros con un chal, debido al clima algo inestable. Por las mañanas y por las noches seguía haciendo frío, mientras que el horario ideal para salir al aire libre era a partir del mediodía. Sus guantes, que le llegaban por encima de los codos, eran de un color blanco inmaculado. Su cabello lo llevaba semirrecogido, dejando caer por su espalda el resto de su larga melena dorada.
Evelyn era una de las jóvenes más guapas, y a eso se sumaba su amabilidad, su carácter alegre y sus siempre oportunos temas de conversación, que la volvían tan agradable ante los ojos de todos; excepto, claro, para las demás jóvenes casaderas, cuya envidia despertaba y la hacía blanco de pensamientos y deseos no muy buenos.

-¿No es ese Lord
Hamilton? -preguntó su madre mientras doblaban una curva.

Evelyn lo buscó con la vista y no tardó en posar los ojos sobre su querido Lord Nicolás, quien iba, dicho sea de paso, caminando con una joven de no poca belleza.

-Sí, es él -contestó Evelyn esforzándose para dar un tono neutro a su voz.

-Y va muy bien acompañado. Nada menos que con Lady Giselle Branson. Creía que tú eras la única con tan mal gusto, Evelyn, pero ya veo que no -dijo Edmund en tono burlón.

Lord Nicolás no le gustaba pero tampoco le disgustaba. Sabía que había muchos hombres mejores que él y que harían hasta lo imposible por obtener la mano de Evelyn, pero había decidido que no interferiría en las elecciones de su hermana. Ella debía casarse con el hombre que amara y eso no estaba en discusión.

Siempre has sido tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora