WESTMINSTER, INGLATERRA, FEBRERO DE 1820.
Eran las 9 de la mañana y el sol brillaba con intensidad, vaticinando una excelente jornada, propicia para salir y disfrutar al aire libre. Después de varios días fríos y lluviosos, el astro rey volvía a hacerse presente. No obstante, la condesa viuda de Somerset, se encontraba leyendo el periódico, sentada en un mullido sillón azul, en su salón de estar. O al menos lo intentaba, ya que su hija Evelyn, quien se encontraba mirando a través de la ventana, no paraba de hablar:
-Ya han pasado las 9 y aún no ha venido. Dijo que lo primero que haría en cuanto volviera sería visitarnos. Oh, madre, no puedo con esta impaciencia -dijo la joven con aire dramático aunque por su tono de voz, resultaba evidente que lo decía en serio.
-Eso, querida hija, fue solo un decir. Es más que comprensible que deseara pasar al menos el primer día con su madre. Además, según escuchó Lilian en el mercado, llegó muy entrada la noche. Así que ten paciencia, si no viene esta mañana, vendrá en el transcurso de la tarde. O -añadió observando a su hija- podrías visitarlo tú. Edmund te acompañará gustoso. Al fin y al cabo, ambos desean verlo.Evelyn se giró hacia ella, despegando al fin su rostro de los cristales y fijando sus ojos azules en su madre. Eran muy parecidas, ambas con una cabellera larga, rubia y rizada y el mismo color de ojos. Incluso los rasgos faciales eran los mismos, excepto que el rostro de la madre mostraba los años a través de una que otra arruga. La joven parecía debatirse entre varias ideas. Al final dijo, negando con la cabeza:
-Seguiré esperando. -Se dejó caer en un sillón que estaba ubicado junto a la ventana con conveniencia. Sin embargo, volvió a levantarse de un salto.
-¡Ya viene! -gritó la joven-. Puedo reconocer el carruaje de los Jones. ¡Es Frederick!El carruaje del que hablaba acababa de girar hacia la casa y en esos momentos se acercaba al portón principal.
Su madre sonrió, aunque seguía manteniendo la vista en su periódico.-Bueno, pues entonces deberías sentarte y esperarlo. Y no estaría de más que te tranquilizaras un poco.
La joven corrió a sentarse en otro sillón frente a su madre.-Pero despacio, niña. ¿Qué modales son esos? -la reprendió su madre, aunque no estaba enojada en realidad.
-Tienes razón -aceptó Evelyn-. Fingiré que estoy tomando el té con mucha normalidad -añadió mientras tomaba una taza de té de la mesita circular.
Su madre negó con la cabeza.
-Ay, Dios, Evelyn -dijo mientras esbozaba una sonrisa.
En ese momento llamaron a la puerta. Evelyn clavó los ojos en su madre, con una mirada que decía: "Es él". Ella sonrió al momento en que Julius, el mayordomo, abría la puerta principal con órdenes de dejar pasar al visitante de inmediato.
Segundos después, un joven alto, de cabello oscuro apareció en el umbral. Vestía con elegancia sin perder el toque informal. Se trataba de Lord Frederick Jones, hijo menor del ya fallecido conde de Devon, quien regresaba de Francia después de tres años. Evelyn hizo mucho esfuerzo por contener una gran sonrisa. Él, en cambio, se adentró al salón esbozando la sonrisa que siempre lo había caracterizado y como si no hubieran pasado más que un par de días desde que se había marchado.
Se detuvo a una distancia considerable de las damas, quienes ahora lo observaban y saludó:
-Buenos días. Lady Louisa. -Hizo una inclinación la cabeza-. Es un gran placer volver a verla.La aludida se puso de pie.
-¡Oh, querido, lo mismo digo! Bienvenido, sabes que estás en tu casa. ¡Ven, déjame darte un abrazo!Ella la estrechó en un fuerte abrazo, como si recibiera a un hijo.
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Siempre has sido tú
Dragoste1RA. ENTREGA DE LA BILOGÍA: "SERENDIPIA" Lady Evelyn Campbell, una señorita de la alta sociedad londinense, parece tener una vida más que perfecta, excepto por el hecho de que Lord Nicolas Hamilton, o mejor dicho "el hombre ideal", aún no ha dado el...