Capítulo 6

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—Es un idiota  —masculló Frederick, sintiendo un repentina oleada de calor en su cuerpo. Las palabras de Richard lograron el efecto deseado, pues lo había irritado sin poderlo evitar. Su hermano no debía estar hablando en serio y en caso contrario, hablaría con él y le dejaría claro algunas cosas. No incluiría a Evelyn en su lista de ninguna manera.

—No habla en serio. Ya lo conoces —dijo Samuel, rompiendo el silencio e interrumpiendo el curso de sus pensamientos.

—Ya lo sé —dijo Frederick, fingiendo no darle importancia, mientras volvía a clavar la vista en Evelyn.

—Iré adentro. Creo que será una larga noche y necesitaré un trago para sobrellevarla —replicó su  hermano mayor. Samuel no disfrutaba mucho que digamos esas veladas, al menos no desde que su madre se empeñara en presentarle a cuanta joven consideraba “adecuada” para ser condesa y darle nietos. Por lo general, se la pasaba en los salones exclusivos para los caballeros, si los hubiere, y si no, debía estar atento para escabullirse en cualquier momento.

    Evelyn y Edmund volvieron a retomar su camino hasta llegar junto a Frederick.
    Edmund lo saludó con cordialidad y Frederick respondió de igual manera.
—Buenas noches, milady —añadió dirigiéndose a Evelyn con gallardía, mientras tomaba su mano enguantada y depositaba en ella un beso, como lo habían acordado—. Luces increíble —añadió mirándola a los ojos. Esto último no había sido planeado, pero no pudo evitarlo. Ahora que la veía de cerca, se veía aun mas atractiva, si eso era posible. Era difícil mantener sus ojos en los de ella y no desviar la mirada hacia su escote. Se repetía en su mente que se trataba de Evelyn, su amiga y hermana de su mejor amigo, con quien había crecido. Sin embargo, debía admitir que ella había madurado hasta convertirse en toda una mujer y ahora lo veía con plena claridad.

—Buenas noches, Lord
Jones —replicó ella con una radiante sonrisa. La particularidad de Evelyn era que cuando sonreía de verdad, sus ojos también lo hacían, justo como en ese momento—. Muchas gracias por el cumplido. Tú tampoco te quedas atrás —añadió ella con un gesto de picardía.

     Y era verdad. Frederick lucía un traje color azul cobalto con doble botonadura y faldón trasero, con un pantalón negro y botas del mismo color. El cuello de su blanca camisa lo llevaba levantado. Sus negros rizos presentaban su característico aspecto despeinado que le confería un estilo informal en contraste con la vestimenta.
     Evelyn debía admitir que él se veía muy atractivo. Todo en él atraía a la vista: su porte, sus rasgos faciales y su físico, musculado pero sin llegar a lo excesivo. Atrás había quedado aquel chiquillo con el que compartiera sus días de juego junto con su hermano. Ahora era todo un hombre, aunque sus ojos color avellana brillaban con ese brillo que lo había caracterizado desde siempre.

     Era difícil tratarse de modo formal, sintiéndose ambos tan familiarizados el uno con el otro. 

—¿Me permitirías escoltar a tu hermana adentro? —preguntó Frederick en voz alta y clara, en el momento preciso en que las hermanas Richardson iban pasando. Estas no disimularon sus expresiones de disgusto.

     Edmund puso los ojos en blanco, sabiendo a qué se debía todo eso.

—Bien —se limitó a decir.

     Evelyn aceptó el brazo que Frederick le ofrecía y, antes de entrar, se giró hacia donde se encontraba su madre. Ella los observaba con fijeza y cuando sus miradas se encontraron, esbozó una sonrisa que Evelyn correspondió con otra. Hasta el momento no estaban haciendo nada fuera de lo común ante los ojos de ella.

     Todas las miradas se posaron sobre ellos cuando ingresaron al salón. Evelyn se sentía muy a gusto caminando del brazo de Frederick, excepto por un extraño cosquilleo en su interior. Frederick experimentaba algo similar y no sabía a qué se debía.

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