Capítulo 5

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—Déjenme ver si he comprendido —dijo Edmund, sentado frente a su escritorio, pasando la vista de Frederick a Evelyn, siendo esta última quien explicara a su hermano todo el plan detalle a detalle—. ¿Frederick se convertirá en tu pretendiente, para provocar a Lord Hamilton y a raíz de esto, que te proponga matrimonio?

      El rostro de Edmund no reflejaba enojo, más bien mostraba incredulidad.

—Bueno, lo acabas de resumir muy bien —dijo Evelyn con voz cantarina, aunque algo preocupada por la aparente neutralidad de su hermano gemelo.

—¿Y a quién de los dos se le ocurrió la fantástica idea? —volvió a preguntar con evidente sarcasmo, empujando la silla hacia atrás para levantarse.

—A Evelyn.

—A Frederick.

    Ambos hablaron al mismo tiempo, apuntándose con el índice mutuamente.

   Edmund puso los ojos en blanco.

—Por Dios, ¿de casualidad tendrán en sus planes madurar algún día? —preguntó negando con la cabeza a la vez que disimulaba una sonrisa. Ideas así solo podría ocurrírsele a Frederick y Evelyn. Típico de ese par.

—Disculpe usted, olvidaba que ahora es un hombre maduro lleno de responsabilidades. —Fue Frederick quien habló, en tono divertido mientras se  repantigaba en el sillón donde se sentaba—. Bien, admito que fui yo quien le dio la idea a tu hermana, pero sabe Dios que en ningún momento me ofrecí a hacer el papel del pretendiente —añadió cuando su amigo enarcó una ceja con impaciencia—. Yo le aconsejé que se buscara a alguien para dicho fin pero ya la conoces. Sale con cada cosa. —Se defendió.

      Edmund le dirigió una mirada de pocos amigos, aunque no se veía del todo enojado.

—Sabía que desde luego tú estabas implicado. Apenas hace tres días que has regresado de Francia y ya sales con algo así —dijo en tono acusatorio. A continuación, desvió sus ojos azules hacia su hermana, quien estaba sentada en el otro sillón con las manos entrelazadas en el regazo, siendo la viva imagen de la inocencia. Ella le obsequió la misma sonrisa angelical que había usado con Frederick hacía unos minutos, pero su hermano no se inmutó.

—Evelyn, eres la joven más solicitada y tienes entre tus pretendientes a los mejores partidos, así pues, me gustaría saber, ¿por qué diantre deseas casarte con Lord Hamilton si el muy idiota no te corresponde? —Edmund encarcó una ceja y permaneció con la vista fija, aguardando su respuesta.

—No lo comprenderías —dijo su hermana con un suspiro—. Sé que Lord Hamilton es el hombre que siempre he soñado.

—Tienes razón, no lo comprendo —dijo su hermano mirándola con exasperación.

—Con él todo se siente tan bien. Nuestras conversaciones son tan fluidas, a ambos nos gustan los mismos artistas y siempre es tan atento y educado…

—Ser atento y educado es su obligación. Más aún al relacionarse con una dama. —La interrumpió su hermano.

—Concuerdo —intervino Frederick, quien ahora tenía los pies sobre la mesita circular que Edmund utilizaba para las bebidas.

—Eso lo sé, desde luego —dijo Evelyn esforzándose por mantener la paciencia—. Me refiero a una actitud fuera de lo común. Y nuestra afinidad quedó evidenciada desde el primer baile que compartimos la semana de su llegada a Londres —añadió sonriendo con el recuerdo.

      Edmund y Frederick pusieron los ojos en blanco.

—Veo que en mi ausencia te has vuelto cursi —dijo Frederick en broma— y patética —añadió, ignorando la mirada gélida que ella le lanzaba.

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