Cadenita

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AU. Kisame x Konan con KisaIta pasado.

Advertencias: hurt/confort, muerte del personaje principal.

Este fic fue escrito en el excelente taller "Cómo escribir correctamente, y otras mentiras de la lengua", impartido por @Lila_Negra . Lo escribí para la consigna "oraciones cortadas", pero terminé desviándome un poco del objetivo original x)

Con todo y todo, a partir de este trabajo me he aventurado a hacer oraciones y párrafos más largos, así que, si ven mejoras en mi forma de escribir, pueden agradecerle a ella y a sus talleres :) ♡ 

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Una cadenita, un retrato detrás de un vidrio roto. Amanece de nuevo.

El gimnasio de siempre, Kisame está entrenando. Levanta peso, siente el sudor sobre su piel, la tensión en sus músculos, un dolor punzante en la pierna izquierda. No se detiene. El metal de las placas de peso choca una y otra vez, como una olla de presión, como si rompiera una pared a martillazos.

¿Qué le queda? Se pregunta a sí mismo cuando se encuentra en las duchas y hace un intento por aclarar su mente con agua helada. Siempre llega a la misma respuesta.

Pasan las horas como pasan los meses,  la ira no disminuye. Todos los días despierta antes que el sol, entrena, va al mismo trabajo miserable y regresa a una casa que cada día se siente más fría, solo para volver al gimnasio en busca del agotamiento, de un remedio para que sus pensamientos no puedan atormentarlo durante la noche, y, aún así, es incapaz de conciliar el sueño, o de dejarse sentir algo más que no sea la insoportable ira. La ira, la maldita ira. De cierta forma, siente que la necesita para no dejarse caer, para seguir viviendo. Cree que puede manejarla, que se deshará de ella cuando se sienta mejor, pero ese día nunca llega y cansa, y duele y desespera y regresa a ella y los días continúan, uno detrás del otro, indistinguibles y rabiosos como cada sonoro choque de las placas de peso.

Entonces aparece el dolor: algo se rompe, se desgarra. Se ha provocado una lesión, no hay sorpresa en ello, pareciera que es lo que ha estado buscando. La adrenalina no le permite medir el daño, grita, como lo haría después de haber levantado una centena de kilos en la barra horizontal. Intenta moverse, se da cuenta de que no fue una herida menor. Cae. En seguida, un hombre trata de ayudarlo. Kisame reconoce en su cabello brillante y en sus cejas pobladas otro motivo para odiar. Le exige que se aleje, le grita y trata de levantarse y no puede y la rabia crece. Esos ojos negros no lo reconocen. No lo reconocen, de la misma manera en que Kisame no reconoce a la chica que se acerca a él.

—Llamé a una ambulancia, llegará en un par de minutos. Quédate quieto—. Ella ordena, como quien está acostumbrada a hacerlo. Coloca sus manos sobre el lugar de la lesión, calculando los daños y los procedimientos a seguir.

Kisame odia al hombre de cejas pobladas, lo ve a diario y ha establecido una rivalidad unilateral, que empeoró después de que le hubiera entregado su intimidad como vino barato y de que el otro tuviera el mal tino de olvidarlo al día siguiente, pero ¿necesita sentir odio por ella?, la sorpresa hace que la ira ceda, un poco, luego otro poco. Los analgésicos le ayudan a soportar el dolor, la ambulancia llega y la chica que ha tratado con excepcional habilidad su herida deja que los paramédicos se lo lleven sin siquiera voltear a verlo. Esa fría indiferencia aviva una pequeña curiosidad en Kisame. ¿Asiste a la misma hora que él?, ¿trabaja allí? Para ser honesto, no sabe su nombre, ni siquiera recuerda haberla visto antes. 

Por lo que le ha dejado ver de su carácter, intuye que no aprendió primeros auxilios por la noble vocación de ayudar a otras personas. Se pregunta cuántas veces ha tenido que curarse a sí misma, cuántas cicatrices no esconderá detrás de esa cara bonita. Kisame no puede evitar recordar, y la similitud se vuelve dolorosa.

KisaIta One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora