CAPÍTULO 5

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Suelto un grito histérico haciendo asustar a María, ella se gira y mira desconcertada.


-¡Una sombra! ¡Ha-a cogido a Marc! - ella ahoga un grito y me agarra de la mano tirando de mi.


-¡Marc !


-¡Ahhhhhhh! ¡Socorro ! - su voz suena cerca.


Entramos a toda prisa en el salón y descubrimos la horrorosa escena; un ser de rostro deforme, pero con el contorno de una persona, mantiene agarrado a Marc de la cabellera mientras le da vueltas cómo si fuese un muñeco.


Mi cuerpo se paralizo ante la horrible criatura, sin embargo, mis ojos se clavaron en mi pequeño hermano.


-¡Ana, por favor, ayúdame! - su voz rota retumbó en mi cabeza, pero mi cerebro era incapaz de procesar la información. Estaba sumida en mi propio miedo. De repente mi hermana entró en mi campo óptico y con la linterna en la mano derecha, y el arma en la izquierda, se dispuso a enfrentarse a aquella figura atroz.


Apuntó con la linterna al Devorador de Almas que, al recibir los rayos artificiales de luz del artefacto, soltó a Marc. De la garganta de la criatura salió un grito que me hizo volver a la realidad.


Me acerqué rápidamente a levantar a mi hermano del suelo, pero al ir a abrazarlo sus sollozos me detuvieron. Su pequeño cuerpo estaba acurrucado formando una bola, un caparazón que lo protegía del mundo. Sabía bien que hacía eso para calmarse y olvidarse de lo ocurrido.


-Hey pequeño, estoy aquí... no tengas miedo, María se esta encargando de él. - mi mano temblorosa e insegura se acercó a acariciarle la espalda con intención de sacarlo de esa burbuja, en cambio, al tocarlo se levantó de un salto con el miedo apoderándose de él.


-Tranquilo, soy yo - sostuve su rostro entre mis manos intentando calmar su temor – Marc soy yo, calma, estoy aquí... contigo... juntos. - al oír la última palabra su cuerpo se quedo inmóvil, sus ojos se clavaron en mí.


-¿Juntos?


-Sí, juntos - cerré el puño y estiré el meñique. Sus ojos miraron ahora la mano que yo le ofrecía.


-Juntos - una leve sonrisa apareció en su rostro, acto seguido, repitió mi gesto y enganchó su dedo meñique con el mío.


Dejé reposar mi frente en la suya, pero el hizo una mueca de dolor, miré su frente y una gran brecha se abría desde la ceja derecha hasta la raíz del pelo. La sangre comenzó a fluir de la herida haciendo tapar su ojo derecho. Su rostro ahora era más blanco que de costumbre, sus ojos azules reflejaban el horror que su corazón ahora sentía. Sólo derramó una única lágrima antes de desmayarse.

SOMBRAS EN LA OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora