「 Cuando es salvado de la muerte, Nezumi es retenido por un Tighnari que se niega a dejarlo ir hasta que sus heridas sanen por completo, lo que los llevará a convivir más de lo que a ambos les gustaría, descubriendo así la naturaleza dual de su rela...
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A lo lejos de Sumeru, en una tierra perteneciente a la misteriosa y poderosa Arconte Electro, una chica de cabello rubio fresa y kimono corto color rojo se hallaba preparando con emoción los fuegos artificiales para el Festival de Verano que se desarrollaría dentro de poco, siendo ella la que se encargaría del espectáculo principal. Quería que fuese tan especial como en años anteriores y que las figuras de fuego chispeante, aunque distantes, sean capaces de calentar el corazón de quienes lo vieran.
De quienes lo vieran...
Se preguntaba... si Nezumi sería capaz de vislumbrar el show desde donde sea que estuviese, y de ser así ¿Qué sentiría al momento de contemplarlo?
Suspiró con nostalgia. Sabía que era algo imposible, pero la esperanza permanecía a pesar del tiempo, y ansiaba algun día volver a encontrarse con el chico.
—Vaya, no esperaba ver alguna vez a la señorita Yoimiya con una cara tan larga en una fecha como esta.
Una elegante y suave voz se escuchó tras ella, y al voltear, se impresionó al ver que se trataba de la mismísima Sacerdotisa del templo Narukami, una hermosa mujer alta, vestida con un traje tradicional blanco y rojo, ojos de un potente morado que rivalizaban con el color de su visión, piel casi blanca y cabello largo rosa pálido, que caía con gracia tras sus hombros, amarrado en una coleta baja.
—¡Señorita Yae! —exclamó, incorporándose y limpiando el polvo invisible de su ropa— ¿Qué la trae por aquí?
—Así que desviando el tema ¿eh? —canturreó la mujer con una sonrisa astuta, provocando un sonrojo en la muchacha—. Vine a resolver unos asuntos en la editorial y aproveché de dar un paseo, cuando de repente mis ojos captan a una chica usualmente alegre mirando el cielo como si el fin del mundo se acercara, por lo que no pude evitar acercarme ¡y aquí estamos!
Yoimiya sonrió cabizbaja, avergonzada por haber sido tan obvia. Sabía que no debía deprimirse, después de todo, no tenía por qué estarlo, pero a veces le era inevitable, y aunque fuese algo efímero, le afectaba más de lo que le gustaría aceptar.
—Lo siento, señorita Yae, es solo que yo...
—El festival de verano... eso significa que pronto se acerca el cumpleaños de Nezumi... —interrumpió la miko—. Lo extrañas ¿cierto?
—Sí... —afirmó la chica en voz baja—. Ha pasado mucho tiempo, de seguro está hecho todo un hombre...
La hermosa kitsune la miró con simpatía, entendiendo su pesar. Aún recordaba cuando una joven Yoimiya se había presentado en el templo Narukami con un niño flaquito de cabello desordenado color arena, con una postura y mirada nerviosa, demasiado bajo para su edad y ojos amarillos con pequeñas manchas amoratadas. Todos conocían al chico por ser un delincuente al igual que su familia, y a la miko le sorprendió ver a la hija del señor Naganohara defenderlo a capa y espada de los comentarios maliciosos, a la vez que imploraba por ayuda. Llevada por su curiosidad más que por su deber como sacerdotisa, decidió brindarles una mano amiga, sin saber en ese entonces que terminaría encariñándose con el pequeño, un suceso inesperado, pero del que no se quejaba. Nezumi era como un toque de aire fresco en su aburrida rutina; un chico listo que tenía una perspectiva de la vida muy distinta a la de otros humanos que ella había conocido, cuyo potencial se vio fuertemente opacado por los traumas y los malos pasos de su familia, pero que ella, junto con la ayuda de Yoimiya, lo guiaron por el camino correcto, sin embargo, su mala reputación mantenía al joven en una espiral de negatividad de la cual le era muy difícil salir, lo que un día llevó a Yae a sugerirle el cambiar de página, iniciar un nuevo capítulo en su vida y empezar de cero.
