「 Cuando es salvado de la muerte, Nezumi es retenido por un Tighnari que se niega a dejarlo ir hasta que sus heridas sanen por completo, lo que los llevará a convivir más de lo que a ambos les gustaría, descubriendo así la naturaleza dual de su rela...
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La noche pasó sin mayores problemas, donde eventualmente, ambos jóvenes lograron descansar, siendo Tighnari el primero en despertar, dándose cuenta que Nezumi no se encontraba allí.
Quitó las hojas que tenía encima, las cuales habían servido como mantas improvisadas (bastante útiles, cabe destacar), y observó la lesión en su pie. El áloe hizo un trabajo excelente y la herida evidentemente mortal pasó a verse como unos pequeños puntos en su piel, sin ningún rastro de infección o de sangre seca. Tocó el área con delicadeza, al parecer, Nezumi se había tomado la molestia de limpiar la zona nuevamente, y Tighnari sonrió ante la idea, enternecido por la preocupación del chico.
Con la intención de ir a buscarlo, pudo levantarse después de tres intentos fallidos donde el dolor lo hizo caer varias veces, pero lográndolo finalmente, caminando y cojeando en dirección a la entrada. Tuvo suerte de que la trampa no perforase sus huesos, o sería incapaz de mantenerse de pie.
Apenas salió, lo primero que vio fue la brillante luz del sol, dándole los buenos días, y cuando su vista se aclaró, sus ojos se toparon de lleno con la esbelta figura de Nezumi, que en ese momento, le estaba dando la espalda.
Completamente desnudo.
Tighnari no sabía qué hacer, si agradecerle a los Arcontes porque el agua cubriera a Nezumi de la cadera para abajo o maldecir por encontrarse en una situación como esta, pero de algo estaba seguro: su cara estaba más roja que un tomate y su corazón latía como loco ¿Por qué? No lo sabía, o más bien, no quería pensar en la respuesta.
Quería irse de allí para evitar que Nezumi lo pillara mirando demás, pero este, ajeno al lío interno del guardabosques, seguía en lo suyo, demasiado concentrado en limpiar las manchas de sangre de su ropa que en su alrededor. Recordó una melodía que había escuchado tiempo atrás, cantando en voz baja, a un ritmo lento y con un timbre grave, dejando a Tighnari sorprendido y maravillado, olvidándose por un momento la situación en la que se encontraba.
—Heartaches, heartaches... what does it matter how my heart aches?*
Una vez más, la mente de Nezumi viajó al pasado, cuando recién había ingresado en la Academia.
Decir que se encontró nervioso era decir poco, pero disimuló lo mejor posible, relajándose conforme sus clases avanzaban, y ganando un poquito de confianza cuando su mentor lo felicitó por su buen desempeño. Un gran primer día, sin duda, pero lo que más caló hondo en su caja de memorias fue su encuentro con esa persona.
El Nezumi de ese entonces era torpe socialmente, y algo ingenuo. No captaba las indirectas de los demás y prefería encerrarse en la biblioteca donde se sentía mucho más seguro, llegando a leer casi todos los libros que se encontraban disponibles, dedicándose a traducir algunos escritos en un idioma antiguo por mero pasatiempo, sin notar que aquello llamó la atención de alguien, que al igual que él, también prefería la lectura por sobre la interacción social, e hicieron buenas migas de inmediato, y con el pasar del tiempo, su relación fue creciendo a algo más que una simple amistad.
