Siempre somos nosotros mismos los que nos encontramos en el mar (SuperCorp)

Capítulo 6

Antes de que se diera cuenta, llevaba un mes en Midvale, leyendo libros, solicitando puestos de trabajo y yendo a correr todos los días al atardecer, escuchando las delicadas notas de la nueva canción que Lena estaba tocando esa tarde mientras el sol se hundía en el horizonte, tiñendo el cielo de naranja mientras las nubes blancas pasaban perezosamente. En National City habría hecho más calor, con los relucientes rascacielos reflejando la cegadora luz del sol y los edificios llenos del zumbido de los fríos aires acondicionados que intentaban ahuyentar la humedad del final del verano, pero en Midvale, junto al mar, hacía más frío, y Kara empezó a sentir una ligera nostalgia por la gran ciudad. No volvió a ver a Lena después de haber visitado su casa, pero eso no significaba que Kara no pensara en ella probablemente más de lo que debería y tuvo que contenerse para no subir a las dunas y llamar a su puerta trasera más de una vez. No tenía nada que hacer, y el aburrimiento estaba alcanzando a Kara como el otoño alcanzó al verano, y en el día más fresco desde que había llegado a la ciudad, con la mandíbula apretada y una resignación cansada en los hombros, una Kara derrotada fue en bicicleta a la ciudad y consiguió un trabajo en una cafetería. Tragarse su orgullo significaba que tenía que tomar lo que estaba disponible para ella, y aunque podría haber vuelto a National City y trabajar en una cafetería allí tal vez de vuelta en Noonan's, donde había trabajado durante la universidad, Kara detestaba la idea de volver a casa como un fracaso. Volver y enfrentarse a sus amigos sin un nuevo trabajo de periodista o escritora significaría admitir la derrota, y Kara era demasiado testaruda para volver arrastrándose como una fracasada.

Aun así, con el delantal puesto todo el día mientras preparaba capuchinos hirvientes para las mujeres que se quejaban de que sus cafés estaban demasiado fríos, y emplataba perfectas porciones de tarta de manzana y croissants hojaldrados con mermelada y mantequilla, Kara no podía evitar sentirse fracasada de todos modos. Había tenido un buen trabajo y lo había tirado por la borda haciendo lo que se suponía que debía hacer: informar de la verdad. Eliza la apoyaba como siempre, demasiado ocupada con el trabajo como para dedicar demasiado tiempo a intentar animar a Kara, y más que nada, Kara deseaba que Alex estuviera allí. Su hermana siempre sabía qué decir para animarla, y hablar con ella por teléfono no era lo mismo.

"Un trabajo es un trabajo, Kara. Al menos sales más de casa", la voz de Alex crepitó a través del teléfono, "tiene que ser mejor que planchar y asegurarse de que la cena esté en la mesa como un ama de casa".

"Hay que estar casada para ser ama de casa", refunfuñó Kara, "yo estoy muy soltera ahora mismo, porque por lo visto soy hasta una basura en eso".

"¿Estamos organizando una fiesta de lástima?" Alex resopló, "vamos, estarás bien. Sólo estás pasando por una mala racha. Todo el mundo tiene una".

Burlándose, Kara pinchó un trozo de sandía con el tenedor del bol de ensalada de frutas que había junto a su cerveza de jengibre. "¿Ah, sí? ¿Cuál era el tuyo?"

Alex hizo un pequeño sonido de fastidio, "vaya, no sé, Kara, haz una conjetura. Quizás el hecho de que mi prometida y yo hayamos roto".

Haciendo un ligero gesto de dolor ante la mención de la ruptura de su hermana, Kara suspiró: "Lo siento. Es que... pensé que ya estaría recuperada. No lavando platos y limpiando mesas en la cafetería, mientras tengo que sonreír y ser amable con todas las chicas que odiaba en el instituto. Y también te echo de menos".

"Iré el semana que viene en mis días libres", le recordó Alex, "aguanta un poco más, ¿vale? Ve y haz algo divertido. Practica el surf o algo así. Ponte morena".

"Estaba pensando en intentar conseguir un trabajo en el periódico local. Puede que sólo impriman un número a la semana, pero es mejor que nada", suspiró Kara. "Será algo que me guste hacer al menos".