EL REGRESO DE COLIN BRIDGERTON

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- Debemos darnos prisa, la reina no esperará por nosotros

Fue lo que dijo Lord Anthony Bridgerton mientras salía de su casa de prisa, seguido por sus hermanos Benedict, Hyacinth y Gregory; estos últimos dos trataban de interponerse en el paso del otro, quizás como un juego para su edad tan joven.

Eloise Bridgerton fue la siguiente en salir, quien no tardó en mostrar su desacuerdo con el evento que se aproximaba.

- De acuerdo, acabemos de una vez con esto.

- Confiemos, hermana, que esta vez Francesca sí pueda estar frente a la reina. No querríamos que otro evento inesperado trunque el camino de una Bridgerton – comentó Benedict a su hermana menor con un toque sarcástico.

- Creo que Eloise sigue en deuda con Lady Whistledown por esa... interrupción – fueron las palabras de Anthony, quien buscaba frenar las jugarretas de los más chicos de la familia.

- Lo que menos deseo es estar agradecida con esa... simulación de escritora.

- Eloise, querida, pensaba que te gustaba esa revista de cotilleo – comentó Violet Bridgerton mientras salía de la casa.

Eloise prefirió permanecer en silencio, ya que sabía con total seguridad que si decía algo más... iba a decir todo hasta el final.

Sin embargo, ya nadie esperaba una respuesta de su parte, porque todas las miradas se voltearon a la entrada de la mansión Bridgerton, al momento en que Francesca salía ataviada con un vestido blanco y dorado, el que toda joven usa el día de su presentación ante la reina.

Y a su lado, la vizcondesa Kate Bridgerton, quien provocó que su marido perdiera el aliento casi al instante, y no solo por su atuendo, sino por esa sonrisa que lo tenía cautivado desde el primer día que la vio en aquel bosque, cabalgando, a horcajadas, sola.

- Bien familia, será mejor que nos vayamos antes que se haga más tarde – pudo decir Anthony luego que su cerebro se pusiera en marcha de nuevo.

Su idea de la puntualidad se vio interrumpida por el relincho de un caballo que se aproximaba a la casa, y fue solo cuando estuvo frente a la morada, que pudieron reconocer a la persona que osaba estropear la agenda de ese día.

- ¡Colin! – gritó Hyacinth al momento de ver descender a su hermano del caballo, para después correr a abrazarlo.

- Siempre es un gusto verlos de nuevo familia – dijo Colin mientras recibía a su hermana más pequeña, para después ir abrazando al resto de los presentes.

- Cuidado con mi mujer, Colin – dijo Anthony cuando su hermano se disponía a abrazar a Kate, o al menos intentarlo si su vientre abultado se lo permitía.

- Bueno, veo que algunas cosas no han cambiado por aquí. También es un gusto verte, hermano – respondió Colin.

- En cambio tú, parece que has tenido un cambio significativo – mencionó Anthony mientras se acercaba de nuevo a Colin – por cierto, ¿qué es esta ropa que llevas puesta? ¿eres un explorador, un pirata o algo por el estilo?

- A mí me gusta, te sienta bien – comentó Kate en defensa de su cuñado, lo que dio como respuesta una mirada inquisitiva de Anthony. Quizás pensando dónde podría conseguir algo así para... consentirla.

- Hermano, me alegro mucho que hayas vuelto, ¡justo a tiempo para mi presentación! – dijo Francesca.

- ¿Vienes con nosotros, hermano? – preguntó Benedict mientras veía la duda reflejada en el rostro de Colin.

- Me temo que si me uno a ustedes, los atrasaría aún más, ya que no puedo presentarme con estas prendas.

- Muy bien entonces, a nuestro regreso nos cuentas tus aventuras del verano – dijo Anthony mientras le daba un golpe fraternal en el hombro. – El resto del clan Bridgerton, a los coches.

Así pues, Colin Bridgerton vio partir los coches que llevaban a su familia a la presentación de Francesca, la última de las hermanas en asistir a ese evento por mucho tiempo, lo cual también significaba un respiro para los hermanos haciendo de veladores.

Cuando no se divisaron más los carros, Colin volvió su mirada a la casa de las vecinas de enfrente, las Featherington, la cual se veía del todo tranquila, sin ninguna sospecha de movimiento fuera de lugar. A su mente regresaron las decenas de cartas enviadas y que no obtuvieron respuesta. Jamás.

Tras dar un suspiro que duró quizás más de lo normal, y arreglando un poco su apariencia, Colin caminó con paso firme hacia esa casa, con la esperanza de salir del lugar con una respuesta de su vecina, y su amiga, Penélope, sobre esas cartas sin respuesta. Esto, por supuesto, sin saber a ciencia cierta por qué le nació esta urgencia de verla y saber que todo está bien.


El amor menos inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora