EL AMOR MENOS INESPERADO

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- En serio, Penelope, tu cara lo decía todo. Estabas embelesada con el tal Michael Stirling.

Colin había terminado su baño, pero en su mente seguía muy marcada la mirada que su mujer le regalaba al invitado. Estaban casado ante Dios y se merecía el respeto de su esposa.

- Colin – dijo Pen con un tono de voz demasiado tranquilo, como si se estuviera dirigiendo a un niño. – Perdóname por no ser tan ciega. El señor Stirling es atractivo, y lo tienes que aceptar. Pero eso no quiere decir que tenga deseos hacia él.

- ¡Solo eso me falta! Que mi mujer – dijo Colin enfatizando en el mi – se sienta atraída por otro hombre.

- ¿No me estás escuchando? ¡Que no me siento atraída por él! El único hombre que logra despertar algún deseo en mí es uno que en estos momentos se está comportando como un tremendo idiota.

- ¡Ahora resulta que soy un idiota! – fue lo que dijo Colin.

Penelope se exasperó al ver que su esposo solo escuchaba lo que quería, así que decidió contar hasta mil antes de seguir con esa plática. Otra vez se llenó de toda calma para proseguir.

- Te amo, Colin. Te amo desde el primer día que te vi. Me duele el pensar que dudas de lo que siento por ti a pesar que estoy casada contigo, que te he dicho una y mil veces lo feliz que me haces y el futuro que quiero a tu lado.

Colin sintió arrepentimiento tras escuchar las palabras de su mujer. Pero no podía evitar sentirse celoso al ver cómo miraba a Michael Stirling. A su mente vino la promesa que hizo de siempre hacer feliz a Pen, de sacarle cuantas sonrisas fueran posibles, y eso le hizo que se diera un golpe mental en la cabeza.

- Perdóname, Pen – dijo Colin al acercarse a su mujer y abrazarla. – Es solo que no me gustó esa miradita hacia ese hombre.

- Jamás podría verlo con el mismo deseo y con el mismo amor que a ti – le recordó Pen al tiempo que le devolvía el abrazo.

Él decidió besar a su mujer con toda la devoción posible, desnudándola al poco tiempo para después llevarla a la cama para hacerle el amor como ningún otro hombre iba a poder hacerlo. Disfrutando de su aroma, de la suavidad de su piel como, lo reconoció en ese momento, sólo Colin iba a poder hacerlo.

Ahí supo finalmente que, por más Michael Stirling en el mundo, Pen solo respondía a sus besos, a sus caricias, sólo lo deseaba a él. Y con eso, Colin tenía todas las guerras ganadas.

Esa noche, todos los Bridgerton y los Basset estaban en el comedor de Aubrey Hall, riendo de las hazañas que los hermanos cometieron en su etapa de infancia. Incluso el invitado, Michael Stirling, quien había aceptado la invitación del vizconde Bridgerton para compartir la mesa con ellos esa noche, estaba disfrutando de la velada. Al día siguiente podía augurarle a su primo que, si se decide a casarse con Francesca, caerá en una familia estupenda.

- Señor Stirling, de nueva cuenta le ofrezco mi disculpa por lo ocurrido esta tarde – le dijo Colin en voz baja, aprovechando que estaban sentados uno al lado del otro. – En esta familia somos un poco competitivos, y a veces nos dejamos llevar por la emoción del juego.

- Entiendo completamente, señor Bridgerton. Yo no tengo una familia tan grande como la suya, pero se ve que la rudeza del juego se queda ahí, porque fuera hay un verdadero amor fraternal.

- Así es. Y por favor, dígame Colin.

- Está bien. Pero solo si para ti soy solo Michael.

- Hecho.

La plática se trasladó del comedor al salón, donde se dividieron en dos grupos. Por un lado, las mujeres que decidieron divertirse un poco con un juego inocente de cartas, y los hombres al otro extremo tomando brandy.

Ahí, Michael supo el escándalo protagonizado por Anthony hace tiempo, cuando cortejó a la que ahora es su cuñada, quedando prácticamente plantado en el altar, para tiempo después casarse con su ahora vizcondesa.

Luego fue el turno de Colin, donde sus hermanos y cuñado se burlaron de él por todos los años que tardó en darse cuenta que estaba enamorado de Penelope. Él intentaba defenderse argumentando que creía que eran solo amigos, pero eso solo provocó más burlas por parte de los caballeros.

- Ya quiero ver cuando sea tu turno, hermano – dijo Colin dirigiéndose a Benedict alzando su copa.

- Seguramente será más astuto que tú – le respondió.

- ¿Quieres apostar? – lo retó Colin, lo que provocó risas de los demás hombres.

- Eres un hombre afortunado Colin – dijo al fin Michael. – Encontraste el amor en el lugar menos esperado, y se nota que eres muy feliz.

- Te equivocas Michael – señaló Colin. – Mi amor fue todo menos inesperado. Solo que necesitábamos estos tropiezos para darnos cuenta de lo que el futuro nos tenía preparado.

En ese momento, Colin desvió su mirada hacia su mujer, quien en ese momento sonreía al ganar una partida de cartas, lo que le hizo reír. Al parecer Penelope sintió una mirada puesta sobre ella, porque alzó la mirada para encontrarse con la de su marido, regalándole una sonrisa que iluminaba enteramente su rostro.

Esa fue la señal que Colin necesitaba para confirmar, una vez más, que el futuro que le esperaba junto a Penelope, estaba lleno de alegrías, pasión, y sobre todo amor. Un amor que, estaba seguro, en poco tiempo daría sus frutos con varios pares de ojos azules llenando de color su hogar.


El amor menos inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora