8._Sombras

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A poco andar aquellas esferas de luz comenzaron a brotar de Shin otra vez. Al principio eran pocas, pero en cosa de segundos acabó envuelto en un manto de esporas resplandecientes que lo cubrió por completo. Mary intentó acercarse, pero terminó por retroceder. El calor que desprendia el Supremo Kaiosama era demasiado intenso. Preocupada lo llamó por su nombre, en voz alta, pero él no podía oírla pensó después de un rato, mas no era así. Shin la oía solo que de una forma diferente.

La voz de Mary sufrió una metamorfosis en el oído del Supremo Kaiosama que súbitamente se encontró ante un prado de flores, donde sus compañeros y maestro se encontraban relajándose. Tenía que ser un sueño o un recuerdo. De ninguna forma aquello era real, aunque incluso tuvo que ampararse los ojos cuando vio hacia el sol. Escuchó su nombre y miró a un costado, desde donde vio a la Supremo Kaiosama del oeste. Iba corriendo hacia él hasta que súbitamente salió disparado contra un muro de piedra. Sintió el brutal impacto en su espalda. Sintió la sangre brotar de su boca. No podía ser una ilusión. Cuando su cuerpo mal trecho se desplomó de bruces sobre el suelo vio a Majin Buu y Bibidi unos metros más allá. Hablaron un poco, luego se fueron. Solo se fueron. Ni siquiera corroboraron que él estuviera muerto. Mataron a dos de sus compañeros, el tercero fue absorbido igual que su maestro, pero a él simplemente lo ignoraron. No era ni lo suficientemente fuerte para ser incorporado a esa criatura y no era considerado un peligro para tomarse la molestia de matarlo. Indignado arrastró sus dedos por la tierra, creando unos surcos profundos como cicatrices. Estaba verdaderamente frustrado y de cara en el suelo repaso muchas cosas y todo inició con ese recuerdo.

Poco después apareció Kibito. Se veía aliviado de verlo bien. Le hablaba, pero él no pudo oírlo por varios minutos y cuando lo hizo todo lo que salió de su boca fue su deseo de detener a ese monstruo. Fue una tarea de paciencia y en la que tuvo que ver a muchos mundos sucumbir sin poder evitarlo, pues él no era rival para esa criatura. Incontables fueron las vidas que tuvieron que ser sacrificadas esperando el momento exacto en que él y su asistente pudieran entrar en acción. Se supone un Supremo Kaiosama debe cuidar de las vidas de los mortales, pero él tuvo que usarlas como peones en un tablero de ajedrez, en una estrategia que no hubiera sido necesaria de haber contado con la ayuda de alguien más o de haber sido lo suficientemente poderoso para enfrentar de frente tal amenaza.

Un entrenamiento a medias brindado por un sujeto un tanto despreocupado, que durante su período de entrenamiento tampoco le brindo un conocimiento detallado terminó por dejar a Shin bastante desorientado. Esta ineficiencia sumada a sus propios criterios y personalidad conllevaron una ideología que podía ser considerada una espada de doble filo. Por un lado brindaba a los humanos plena libertad, al mismo tiempo que abría un campo demasiado amplio para el desarrollo de todo tipo de fuerzas. Y no habiendo una parte opuesta al Supremo Kaiosama activa, el universo entero era un potencial caos.

La estrategia bien planeada en qué los riesgos y las bajas eran simples efectos colaterales irrelevantes fue la forma en que Shin comenzó a ocuparse de tareas que no tenían nada que ver con él, pero que debían ser atendidas para evitar el desequilibrio. Era criterioso. Sabía exactamente en que era adecuado intervenir y en que no. Por mucho tiempo su método rindió frutos, hasta que tuvo que enfrentar esa amenaza otra vez volviendo a experimentar esas desagradables sensaciones solo que de un modo diferente. Antes dependió de sus propias habilidades, pero en ese punto de la historia, en su ida a la Tierra para detener a Majin Buu, solo podía apelar a la voluntad de esos sujetos. Las cosas dejaban de estar en sus manos. No importaba cuanto colaborará con ellos, al fin todo sería definido por esos mortales. Lo que esa mujer dijo era verdad. Ella tenía razón. Hasta cierto punto les rendía pleitesía.

Cierto era que nunca la guardo resentimiento a Bills, pero después de oír que su universo tenía una calificación tan baja algo dentro de él acabó por romperse dejando fluir un poco de su enojo en una breve, pero nada refutable exclamación: usted se lo pasa durmiendo. Tenía en su interior una cuota de oscuridad alimentada por la frustración, por la indignación, por la humillación, por la percepción que tenía de simismo. Él era un ser sensible, solo que no podía entregarse a sus emociones o podía perder el buen juicio que se supone un dios debe tener. Y él nunca se dejó llevar por sus sentimientos. Fue después de conocer a Goku y compañía que sus criterios se vieron contaminados con la subjetividad emocional. Ella otra vez tenía razón. Él había cambiado...

La sombra del Mártir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora