7._Desvestido

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Shin la miró de reojo. Ella lo notó y le sonrió.

-No quiero ser grosero, pero su forma de hacer preguntas puede ser bastante fastidiosa.

-Es porque yo soy súper odiosa- le contestó Mary a lo que Shin simplemente soltó un suspiro.

-En cierta forma usted me recuerda al señor Goku- murmuró Shin.

-Eso fue un insulto que jamás te perdonaré- exclamó Mary y su mirada se torno oscura, fría, un tanto aterradora.

Callaron un rato. Después de un tiempo la temperatura corporal de Shin comenzó a molestar no solo a Mary sino también al animal que los cargaba por lo que tuvieron que desmontar y seguir a pie. Shin se veía bastante extenuado. Su andar era más lento, mas no abandonaba la marcha, aunque se veía obligado a hacer constantes pausas. Mary iba un paso detrás de él viéndolo con algo de preocupación. Con desánimo miró el sendero que subía por la empinada ladera y se aproximó por el costado izquierdo para levantarle el brazo y pasarlo por detrás de su cabeza.

-En serio te estás quemando- le dijo mientras ponía su otra mano en la cintura del Supremo Kamisama cuyos pies descalzos estaban sucios.

Él le dio una mirada callada, parpadeo lento y continúo su avance. Mary tendría que tolerar la radiación de su cuerpo además del peso de este que se había incrementado. El aire allí era más liviano, subían una pendiente. La situación de ella era casi tan complicada como la de él. Su avance era como el de un caracol, pero se estaban moviendo y eso era algo que animaba a los dos, que se afanaron en llegar a ese jardín a como diera lugar. Por fin después de largas horas de tortuosa caminata avistaron flores higanbana. Aquello fue un soplo de aire fresco para el dios y la mujer, que consiguieron alcanzar aquella cuesta con sus últimas fuerzas.

Abajo, en el valle, había un río que dibujaba caprichosas curvas en medio de un campo rojo como la sangre. Era extraordinario como pese a la luminosidad de ese mundo aquellas flores mantenían su color escarlata. Incluso a Mary le dio la impresión de que su color se realzaba como si la sangre estuviera hirviente.

-¿Y ahora qué se supone hay que hacer? ¿Buscar la flor madre y qué?- le preguntó Mary a Shin que hincado a su costado se esforzaba por respirar- Olvídalo- exclamó con cierto fastidio- Te juro que cuando Whiss aparezca me la paga. Maldito infeliz. Apuesto que se quedó comiendo algo y luego se le olvidó que tenía que regresar. Una vez  olvidó que tenía que llevarme provisiones y me pase una semana comiendo raíces y pescado de agua dulce.

Shin la miró sin entender exactamente a qué se refería esa mujer que se sentó a lo jefe indio ahí y se improviso una cola en su cabello. Estaba cubierta de sudor. Mary paseo sus ojos por esas flores recordando que atrapaban las almas de los muertos. Por un momento se sintió en un cementerio, aunque eso no le disgustaba. Cuando miró a Shin este la estaba viendo, pero la mujer tuvo la impresión de que no lo estaba viendo a ella realmente. Miró detrás de si, por si había alguien más allí, pero solo estaban ellos.

-¿Qué sucede?- le pregunto Mary.

Shin no contestó y medio a gatas intentó avanzar hacia ella, pero se detuvo, parpadeo rápido y se hincó otra vez para intentar ponerse de pie. Terminó tumbado de espaldas sobre unas flores con la camisa quemándose en un fuego blanco que le causó un gran dolor. Mary hizo lo mismo que cuando lo encontró tirado en el páramo. Se lanzó sobre él y le arrancó la ropa que terminó convertida en ceniza en unos cuantos segundos. Las manos de la muchacha se lastimaron un poco, pero nada grave como si le pareció era el aspecto del torso del Supremo Kamisama. Gran parte de este tenía esa marca de luz que parecía vidrio incrustados en su piel. Un cristal blanquecino brillante que parecía estar hirviente. La cicatriz creció en ese momento. Bajó por debajo de la faja del pantalón y avanzó hacia el hombro opuesto cubriendo gran parte de este y parte del rostro también.

La sombra del Mártir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora