1._Confrontacion

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La luna fragmentada podía verse desde la despoblada superficie de aquel planeta en ruinas. Las grandes ciudades eran montañas de escombros como huesos blancos a los que el viento abrazaba con polvo. De la vegetación no quedaba ni una huella. Las personas no eran más que envolturas putrefactas sobre las que volaban millares de insectos, cuyo zumbido incesante se transformaba en un requiem inmundo que nadie tenía la desgracia de oír. El planeta entero, hace unas horas rebosante de vida, se había convertido en un lúgubre cementerio donde la figura del pequeño dios parecía una afrenta al siniestro espectro de muerte, que de las manos de aquella criatura amenazaba con devorar al universo.

La sombra del inicuo ser caía sobre Shin, que mostraba en su cuerpo los signos del enorme maltrato que estuvo soportando para dar tiempo a sus compañeros de hacer el conjuro que destruiría a aquella criatura. De haber tenido tiempo tal vez hubiera pedido ayuda a Goku y compañía, mas la situación se desató demasiado rápido. Sin embargo, había una solución infalible y solo tenía que conseguir tiempo para que fuera ejecutada.

El ángel observaba la escena con paciencia, sin sorpresa y con sus ideas muy bien guardadas detrás de su semblante de nieve recién caída. Frente a él había un panorama totalmente opuesto. La mujer tenía sus ojos fijos en lo que su cetro transmitía. El ceño de la muchacha parecía iba a estallar en pedazos. Sus brazos temblaban un poco por como estaba apretando los puños. Estaba totalmente indignada. Pero no manifestaba su sentir de ninguna forma. Whiss pensó que de seguir así acabaría por colapsar a raíz de un alza de presión o algo por el estilo. Cuando estaba por proponer abandonar lo que hacían ocurrió un suceso inesperado en la contienda. Los aliados del Supremo Kamisama consiguieron derrotar al enemigo. Aquel ser colosal. Finalmente había caído logrando relajar a la mujer que respiró aliviada, pero sin cambiar esa expresión firme que Whiss recordó tenía cuando decidió mudarse allí.

-Whiss- lo llamó ella.

-Dime...

-Necesito que me hagas un par de favores.

-Hmm... En este momento no tengo ganas de...

-Preparare toda esa comida deliciosa de mi planeta, solo para tí, durante toda una semana ¿Qué dices?

-Poniendolo así ¿Qué puedo hacer por ti, linda?

Unos días después Shin despertaba sintiéndose un tanto extraño. Desde que aquella criatura en ese mundo distante se extinguió estaba padeciendo una inusual fatiga.

Llevaba un tiempo observando aquel pequeño mundo donde sus habitantes dependían del control de los elementos por medio de la magia. La magia era algo que Shin veía con recelo desde su primer encuentro con Majin Buu. Cada vez que encontraba una fuente de ese poder la vigilaba hasta asegurarse de que no representaba un peligro para el universo. La magia desafiaba todas las leyes. Con ese poder se podían conseguir cosas increíbles y catastróficas. Bien lo sabía él.

Sucedió que su temor era acertado. Y el poder mágico en aquel pequeño planeta comenzó a creer conflictos de poder que desataron una guerra terrible. La guerra no era algo en lo que él, como dios, debía involucrarse. Sin embargo, la necromancia cobro una fuerza tan grande que estaba empezando a devorar toda la vida del planeta y de sus alrededores. De haber seguido así hubiese absorbido todo el sistema solar e incluso la galaxia. La magia no tiene límite. Crece, crece y es prácticamente indestructible. No podía ignorarlo.

Shin se unió a un pequeño grupo de magos que contuvieron a aquella criatura. Pero para detenerlo tenían que estar dispuestos a morir. La magia suele exigir un intercambio equivalente. Encerrar a ese monstruo nacido de la necromancia tendría un gran costo, pero no había tiempo que perder. A cada momento el monstruo se hacía más y más grande, necesitando más almas que consumir. Shin estaba dispuesto a ser sacrificado, pues el conjuro exigía un tributo y los magos no podían ofrecerse debido a que eran los únicos que conocían la forma correcta de efectuar el rito. Sin embargo, ellos encontraron la forma de hacer ambas cosas gracias al tiempo que les concedió Shin, quien solo vio la explosión del espectro una vez el rito fue culminado. Todo terminó bien. El sacrificio de los magos salvó muchos mundos y él tenía que seguir con sus asuntos de dios, pero esa mañana no pudo dejar su habitación.

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