6._Charla

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-¿Tú qué?- inquirió Mary caminando hacia él. Su nuevo calzado le daba a sus pasos un ritmo más fuerte y metálico.

-¿Por qué me hace esa pregunta?- le cuestionó Shin viéndola ir hacia esos arcos que terminaban en el vacío. Bajo ellos había una pared lisa de unos treinta metros.

-Porque siempre me lo pregunté y creo que tu opinión de él puede tener que ver con tu tendencia a andar ofreciendo tu vida como si nada- contestó Mary viendo hacia el horizonte.

-Usted es una persona muy atrevida. Olvida que yo soy un dios y...

-¡Oh vamos! Goku te a tratado peor y a él no le dices nada- lo interrumpió- ¿Es por qué lo consideras un amigo o por qué le rindes pleitesía?

La pregunta fue desagradable, pero no fue pronunciada con ese ánimo polemizante, natural, que tenía esa mujer. Shin se sintió molesto y su entrecejo casi se rompió. Aunque ella tenía razón. Goku y otros lo habían tratado peor. Como la mujer rubia durante el torneo, pero Mary era la única que le causaba disgusto. Iba a responder, mas un fuerte dolor en su pecho lo hizo apoyar una rodilla en el suelo. Casi se le cortó el aliento mientras la marca de luz creció un poco más bajando hacia su cadera. Mary lo observó desde su lugar. No se acercó porque la última vez que lo había intentado, él la rechazo.

Shin la miró mientras luchaba con ese malestar. Estar de rodillas no era muy digno. Menos ente esa insolente mujer que después de unos minutos decidió ayudarlo. En esa oportunidad no se resistió. Cuando Mary lo tomó por el brazo, él consiguió ponerse de pie y dar unos pasos hacia atrás para sentarse en lo que parecía ser un diván hecho de piedra y cubierto de mantas de un material muy suave. Shin terminó tendiendose ahí, revolcándose de dolor sin que Mary pudiera hacer algo por ayudarlo. La mujer se apartó para darle espacio.

En realidad ella también estaba pasando por un momento desagradable. Solo que comparado con el del Supremo Kaiosama era una nimiedad. Y por tanto no valía la pena exponerlo.

Tras unos minutos el malestar fue perdiendo intensidad, sin embargo, Shin experimento un súbito cansancio por el que acabó profundamente dormido viendo como última imagen el rostro de Mary, que se desvaneció en un sueño que fue como un remolino de recuerdos del que salió varias horas después. Permaneció varios minutos quieto viendo el techo antes de ver a su costado, donde estaba la mujer. Mary se había dormido en el piso sobre una manta y usando su propio brazo como almohada. Para el Supremo Kaiosama fue casi un alivio verla tan quieta y callada.
Después de esa siesta, Shin se sentía con un poco más energía. Era momento de continuar, por lo que decidió despertar a esa mujer, pero cuando se hincó junto a ella para hacerlo reflexiono.

Para cuando Mary abrió los ojos, Shin no estaba. Lo busco, pero no tardó en comprender que él la había abandonado allí. Cuando quiso dejar esa habitación terminó encontrándose con dos guardias que le cerraron el paso. No entendió que rayos le dijeron, pero el tono que usaron le dejó claro que ellos estaban ahí para evitar que dejara ese lugar. Con toda certeza Shin les había pedido que la mantuvieran allí hasta su regreso. Si es que regresaba.

-Mocoso estúpido- exclamó Mary, que regreso hacia los arcos para ver la montaña a la que debía estarte dirigiendo Shin en ese momento.

El Supremo Kaiosama caminaba por el duro suelo que ascendía hacia la montaña. No había allí un solo camino. Solo el suelo y piedras de todos los tamaños, diseminadas aquí y allá. Visto en la distancia parecía un andante penitente. Llevaba los puños apretados, la cabeza un poco gacha y la mirada perdida en ideas inusuales en él. Las preguntas de esa mujer le rebotaban en la cabeza agitando demasiadas cosas. Aunque si era honesto, antes de ella había experimentado algunos cuestionamientos hacia su persona. Un viento fuerte lo abrazo cubriéndolo de polvo. Se amparo el rostro con los brazos, para poder continuar su avance, pero acabó cayendo de bruces contra el suelo. Al principio se estuvo sintiendo bastante bien, pero un par de horas después su cuerpo se fue poniendo pesado y esa fatiga volvió. No podía moverse. Dónde estaba Kibito, se preguntó mientras veía el polvo como si fuera una espesa neblina que se cerraba entorno a él.

La sombra del Mártir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora