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PETER

Iba a matarlo, oh sí yo a ese chico lo mataba.

Después de haber dejado a Leah así se me revolvía la tripa solamente de pensar lo que podría hacerle esa noche. Y está muy claro que lo iba intentar impedir ¿verdad?

Entré a la cafetería cuando ya no vi peligro de ser descubierto y cogiendo mi mochila y echándomela al hombro salí al horrible frío del noviembre madrileño para encontrar a ese cabrón.

Caminé durante horas y finalmente opté por ir a la casa de Leah. Al ver de nuevo la puerta donde la dejé aquella noche de diciembre hizo aflorar en mí sentimientos que no creía tener.

Entré al portal y un joven alto vestido con camisa que abría la puerta a los inquilinos y preguntaba a los desconocidos el motivo de su entrada al edificio me paró. Desconocido no soy, bueno técnicamente sí, yo me quería librar, pero aun así comenzó mi interrogatorio.

— Buenas tardes caballero ¿a qué se debe su visita al edificio?

— Vengo buscando a una chica, se llama Leah Santos — hice memoria —. Vive en el primero.

— Ah sí Leah Santos. La conozco, pero ella ya lleva bastante tiempo sin vivir aquí, su amiga y ella se mudaron a una urbanización hace ya unos meses. Una pena desde luego, me caía bien esa chica.

¿Mudado? ¿Enserio?

Ahora como la encontraba yo.

— Y no sabe su dirección, es urgente.

— Oh sí, sí la sé, pero no puedo dársela es confidencial.

— Por favor, tengo que verla es urgente.

— ¿Qué parentesco les une? Ehh... — cuestionó.

— Peter, Peter Pan.

Él me miró aturdido por un momento y luego solamente estalló en una carcajada.

— ¿Cómo el del cuento?

— Sí, exactamente. ¿Me puede ayudar?

— Documentación.

Le mostré mi pasaporte y él lo examinó durante unos minutos con una parsimonia que amenazaba con ahogarme en la miseria.

— ¿Y bien? Está todo correcto, lo renové hace poco.

— ¿Escocia? — me observó —. Eso explicaría el acento. Espere, un momento. ¿Usted es el chico que enviaba cartas a esta dirección?

— Sí, ese soy yo — dije intentando no sonar muy emocionado.

— ¿Usted fue el que hizo que Leah estuviera así?

— Sí — musité.

— Y para que quiere hablar con ella.

— No es obvio, quiero explicarle todo.

— ¿Le ha contestado las cartas?

— No.

— ¿Pues qué le hace pensar que quiera hablar con usted?

Que listo.

Abrí la boca, pero no conseguí decir nada que pudiera contestar esa pregunta. Porque por mucho que me doliera era cierto. Si no me había contestado porqué querría hablar conmigo.

— Conoce a Susana, su amiga.

— Sí.

— Hable con ella, le ayudará.

Asentí.

— O le despedazará, eso lo veremos después.

— Gracias... — miré la chapa con su nombre —. Hugo.

Siempre serás tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora