1

111 17 47
                                    


Desde pequeña he preferido a las mujeres antes que a los hombres. Al principio, pensaba que era simplemente porque me sentía más cómoda hablando con chicas que con chicos. Me ponía muy nerviosa hablar con chicos, casi se me hacía imposible tener una conversación con uno, pero con el tiempo, simplemente se convirtió en una costumbre. La verdad era que nunca he tenido necesidad de hablar con un chico, además, la mayoría de chicos que me hablaban, solo era para preguntarme alguna duda sobre la clase. Tipo; ¿Qué había que hacer aquí? ¿Cómo era esto? Oye, ¿tú entiendes esto?...

Al final llegué a la conclusión de que no me gustaban los chicos, ni de manera romántica ni de ninguna otra manera, simplemente, no me caían muy bien. Al principio, intenté convencerme de que igual era bisexual, es decir que me gustaban los chicos y las chicas, pero no por igual, si no que tenía preferencia a las chicas. Con el paso del tiempo, me dí cuenta de que seguramente era lesbiana. De pequeña siempre había soñado tener una vida tipo las princesas de Disney, y siempre me imaginaba que tendría que tener un príncipe, no obstante, con el paso de los años, cada vez se me hacía más ridícula e infantil esa idea.

Volviendo a mi sexualidad, nunca lo tuve tan claro hasta que la conocí a ella. Al principio las señales parecían bastante claras ya que solo me juntaba con chicas, la verdad, si nunca había hablado una conversación real con un chico, no tenía mucho sentido ser hetero. Tuve bastantes dudas hasta que Verónica entró a mi vida.

Desde el primer día, su sonrisa me hechizó por completo. Desde el primer momento en que la ví, me pareció la sonrisa más bonita y perfecta que había visto nunca. Tenía los dientes muy blanquitos, o así lo parecían comparados con sus labios gordos y de un rosa oscuro, a diferencia de mí que tenía los labios finos y de un color muy clarito. Algo que también me llamó la atención de su sonrisa, fueron sus dientes. Eran perfectamente rectos. A vista de cualquier otra persona, es posible que tuviera uno que otro diente un poco girado algún lado, pero para mí, eran los más perfectos y bonitos del mundo.

Otra cosa que me encantó de ella fue su pelo. Su pelo era de un pelirrojo intenso, es decir, no era como esas personas que tienen simplemente el pelo ligeramente anaranjado, no, ella lo tenía al rojo fuego.

Al principio, su pelo era simplemente un gusto, como cuando te gusta una comida y ya, cuando simplemente te gusta una cosa, no tienes necesidad de tenerlo siempre, simplemente te alegras al verlo. Había veces que me traía gomas y me dejaba peinarla. Cuando nos empezamos a conocer, ella me solía decir el peinado que quería y yo hacía todo mi esfuerzo en hacerlo lo mejor posible. Con el paso del tiempo, los días, las semanas y los meses, empezó a dejarse llevar ya simplemente dejaba su pelo en mis manos dejándome experimentar y hacer lo que quisiera a mi gusto. Lo mejor de todo es que ella siempre se quedaba satisfecha con el resultado. La verdad, creo que nunca sabré si de verdad le gustaban esos peinados o simplemente se los dejaba para no herir mis sentimientos, de todas formas, verla con mis peinados, era lo que más me hacía feliz.

Así pasaron los días, ella me traía gomas y yo le hacía cualquier peinado en su hermoso pelo color fuego. Con el tiempo, su pelo se convirtió en una obsesión. Aunque aveces no me tocase peinarla, porque no le apetecía o porque no había traído gomas, había veces que nos sentábamos y ella me dejaba tocar su pelo. Ella apoyaba su cabeza en sus rodillas mientras yo le tocaba suavemente el pelo haciéndole masajes en la cabeza con mis dedos finos. Al parecer eso a ella la relajaba ya que la mayoría de veces veía como cerraba suavemente los ojos dejándose llevar. Gracias a eso, encontré otras cosas más que me gustaban de ella.

Por una parte, estaban sus pestañas, que a la luz del sol eran todavía más bonitas, ya que el sol las hacía parecer de oro y había veces que parecía que brillaban más que el propio sol. Tenía unas pestañas largas y finas, y al igual que su pelo eran color rojo fuego.

Debajo de estas, tenía unas pequeñas pequitas. Yo también tenía algunas, pero no eran tan bonitas como las que tenía ella. Al tener la piel más clarita, se podía notar mejor y mucho más cuando se acurrucaba en mis piernas. Esos momentos valían oro. Cada vez que hacíamos eso, había veces que me ponía nerviosa estar tan cerca de su cara, ya que cada vez que veía sus pequeñas pecas, me daban ganas de besar cada una de ellas uno a uno. Ojalá algún día llegue a hacerlo.

Otra cosa que me gustaba de su cara, era su nariz. Era perfecta, al igual que toda ella, era pequeñita y mona. No podría explicar lo bonita que es con palabras, ya que su nariz era puntiaguda y afilada y a la vez redonda, de todos modos, para mí era perfecta. Al igual que sus pecas, cada vez que la veía me daban ganas de besarla y morderla delicadamente, de juntar nuestras narices y rozarlas tiernamente.

Debajo de su perfecta nariz, estaban sus labios que eran carnosos y de un color muy vivo, al contrario que los míos que eran finos de un color bastante claro comparado con mi piel. Sus labios rojizos se resaltaban en su cara gracias a su piel clarita. Como yo tenía la piel más morena, mis labios, además de no tener ningún color haciéndolos resaltar, apenas se podían diferenciar con el resto de la cara. Su cara terminaba en una forma de V con una barbilla redondita. Debajo de esta, estaba su cuello también lleno de pecas. Alguna de las muchas veces en las que le masajeaba la cabeza, pasó por mi cabeza chupar y besar su cuello dando pequeños y dulces besitos en sus pequeñas pecas, aunque en cuanto me doy cuenta en lo que estoy pensando, siempre descarto la idea avergonzada de mis estúpidas ocurrencias.

Al principio, pensaba que todo esto que sentía, todo esto que quería y todo esto que me gustaba de ella, era todo completamente normal en una amistad. Más tarde me dí cuenta de que todo esto, nunca lo había sentido con ninguna de mis otras amigas. Fue en ese preciso instante cuenta de que me había enamorado, fue entonces cuando las posibilidades de ser bisexual o de que me gustasen los chicos aunque fuera un poco se redujeron a 0%. Fue entonces cuando acepté que de verdad era lesbiana, que me gustaban las chicas y de que me había enamorado de mí mejor amiga, Verónica.


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¿Creo que soy lesbiana? ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora