capitulo dos

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Max se despertó con una fuerte sacudida. Se talló los ojos en un intento en vano de alejar el sueño y miró alrededor tratando de recordar donde se encontraba.


El hombre mayor le dedicó una sonrisa fácil, y hasta entonces Max se percató de que jamás le preguntó su nombre.

Estaba por mencionarlo el hombre habló.

"Ya casi llegamos," Max sonrió. "Solo estuviste dormido por unos minutos, por si te lo preguntas." Max bajó la mirada avergonzada, no se dio cuenta cuando se quedó dormido.

Cayeron en un silencio cómodo hasta que un chirrido y un grito lo derribó, quedando sentado entre los asientos traseros y el respaldo del piloto.  Se sobó la frente, seguramente le quedaría rojo.

Se incorporó en su asiento tembloroso y miró con miedo al chofer, quien mantenía un fuerte agarre en el volante, y una mirada atemorizada.

Golpearon a alguien.

Max no tardó en bajarse del auto y con la linterna de su teléfono trató de ver alrededor.

Buscó alrededor del auto e incluso abajo, pero al no ver nada se levantó de donde se había arrodillado en la calle y juró ver un destello entre los árboles que los rodeaban; antes de que siquiera pensara en adentrarse en la oscuridad del bosque, el hombre salió del auto.

"Lamento eso, muchacho." El hombre sonrió nervioso. "No se preocupe señor..." Max aprovechó la oportunidad para preguntar cortésmente el nombre del mayor.

"Que descortés de mi parte, mi nombre es Zacharias, Zacharias Jameson." Zacharias le extendió bromeando su mano a Max, quien la sacudió y ambos se rieron suavemente.

"Bueno, vamos dentro, ya es muy tarde ara seguir afuera por aquí." Zacharias regresó al carro sin más, dejando a Max preguntándose si era porque estaba oscuro, o por algo más.

Cuando el auto reanudó su camino puso atención por primera vez en los alrededores. A pesar de la falta de luz, pero gracias a la altura de la carretera, pudo notar que el bosque por el que pasaban estaba bastante lejos del resto de la ciudad, a veces podía ver a lo lejos ventanas con luces encendidas, o postes de luz que parpadeaban.

No había muchos edificios altos, aunque era de suponerse, ya que Westport era considerado un pueblo pintoresco, un poco atrasado en cuanto a urbanización, pero es lo que lo mantenía familiar, y ayudaba a que empresarios con ganas de acabar con los recursos natrales del pueblo se vieran ahuyentados. Eso, y la mala fama del pueblo, pero la mayoría eran solo mitos que se remontaban a más de cien años.

Se quedó perdido en sus pensamientos y en lo que parecieron segundos llegaron.

El carro se detuvo frente a una casa relativamente grande, el agua seguía corriendo por el alto tejado a pesar de que la lluvia se había detenido hace veinte minutos, y el tono oscuro del techo reflejaba la luna, creando un efecto casi mágico. Podía escuchar al viento silbar bailando entre los árboles, y pudo ver como la luna era lentamente cubierta por nubes.

Realmente llueve mucho aquí, pensó.

Zacharias lo sorprendió, sacándolo de su trance entregándole sus maletas, Max las tomó con una sonrisa y buscó en sus bolsillos el dinero solo para ser detenido por Zacharias.

"Por favor, así está bien. Es suficiente con el susto que te hice pasar." Max lo miró dudoso.

"Seguro?" Zacharias asintió. "Muy seguro, que tengas una buena noche, muchacho." Con eso, el hombre volvió a su auto y Max se despidió agitando su mano hasta que lo vio perderse en la oscuridad.

Suspiró pateando el tapete de la entrada y tomó la llave.

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La casa era bastante grande por dentro, y mucho más cálida de lo que parecía. Para ser la casa de un hombre divorciado y solitario, estaba impecablemente ordenada, aunque eso probable se debía a que a veces pasaba días enteros fuera, en el hospital de voluntariado o simplemente trabajando en la oficina. Para su suerte las luces estaban encendidas, sintió su estómago rugir así que caminó a la cocina donde encontró una nota con su nombre.


"Hola, Max, hoy no voy a poder llegar a dormir a casa, en la mesa hay dinero y puedes pedir lo que quieras al supermercado, es 24 horas y tienen servicio a domicilio, solo busca el número en un imán en el refrigerador. 

Si prefieres solo dormir, tu habitación es una con una puerta negra, y te compré algunas cosas, las puse en el closet. Entiendo que hace mucho que no nos vemos, así que si no te gustan puedes simplemente dejarlas afuera de la puerta y te puedo llevar a que elijas algo tú. Prometo que mañana vamos a tener todo el día para los dos.

Te quiere, Pa."


Sonrió, su padre hacía lo que podía, y él lo apreciaba. No tenía ganas de pedir nada así que buscó algo para comer hasta que dio con una pizza individual congelada.


"Genial." La metió al microondas, y cuando estuvo lista la tomó con cuidado de no tirarla y subió. Tuvo que arreglárselas para subir las escleras con sus maletas, pero lo logró.

Cuando abrió la puerta de su habitación se sorprendió, la habitación estaba llena de posters con sus bandas favoritas, y tanto las paredes como la ropa de cama y muebles eran de colores oscuros, dejó las maletas al lado de la puerta, después se encargaría de ellas, puso la pizza en la cama y corrió a ver lo que su padre le había comprado.

Lo primero que vio cuando abrió el closet fue un gran poster de Jim Morrison al fondo causando que pegara un salto del susto, cuando se dio cuenta solo se río nervioso y jaló la única cosa dentro, una gran caja roja.

Con cuidado la sacó y se arrodilló frente a ella en el suelo alfombrado, retiró la tapa y sonrió genuinamente, algo que no hacía hace mucho tiempo. 

En la caja había un juego de luces led de colores, un diario y una colección de casetes de diferentes artistas. Por un segundo se quedó pensando en donde escucharía los casetes hasta que recordó haber visto un estéreo al fondo de la habitación.

Decidió dejarlo para el día siguiente y se dejó caer en su cama al lado de la pizza que ya no estaba caliente.

"Ah, mierda." Agarró una rebanada y dejó el resto en la mesa al lado de su cama.

Se quedó viendo el techo hasta que se quedó dormido.

𝖏𝖚𝖘𝖙 𝖑𝖎𝖐𝖊 𝖍𝖊𝖆𝖛𝖊𝖓 | creepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora