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Vi algo de metal brillando en su nuca.

Vestido únicamente con una suave bata blanca, el señor Na Jaemin, mi último cliente de la noche, se encontraba sentando en la camilla donde pronto comenzaría a masajear su cuerpo. Estaba de espaldas hacía mí, por lo que pude notar tal peculiaridad sin mucho esfuerzo.

No tenía idea de por qué, ese brillo tan característico, me había atraído tanto. No lo supe, pero no salí de mi burbuja hasta que me atrapé a mí mismo tocándolo, repasando aquellas piezas redondas y metálicas con las yemas de mis dedos.

—Oh, perdón... —fue mi respuesta automáticamente una vez entendí lo que hacía, alejándome con rapidez, temeroso por su reacción.

—No hay problema —giró su rostro para verme por el rabillo del ojo, mostrándome una ligera sonrisa— ¿Viste algo interesante?

Su pregunta me tomó con la guardia baja, junté mis manos a la altura de mi pecho mientras procuraba controlar mis nervios.

—Sí, es que estaba pensando si "eso" duele.

—Lo puse hace mucho tiempo, por lo que los agujeros están curados —me explicaba con su voz serena, encargándose de quitar sus piercings para recostarse finalmente—. No duele del todo, aunque parezca lo contrario.

Me acerqué a su cuerpo, colocando mis manos sobre su espalda para comenzar a masajearle.

—Siento ser una molesta, pero es algo sorpresivo —no podía evitar sentirme inquieto, y dado que él continuaba en silencio, decidí retomar la conversación sin desatender mi trabajo—. Esto puede sonar rudo, pero no pareces del tipo que tenga esa clase de cosas.

Jaemin, Na Jaemin.

Un esbelto asalariado con un aire de pureza. Se veía extremadamente ordinario. Creo que, si tuviera que decir algo malo de él, sería eso mismo. Tal vez, por tal razón, esos pedacitos brillantes de metal que destacaban en su cuerpo llamaron mi atención así.

—La verdad es que tengo más... —respondió previo a una pequeña risa que endulzó mis oídos— Ya que sería algo malo que los descubrieran en mi trabajo, sólo me perforo en lugares que no pueden ser vistos.

—¿Podrías cerrar las piernas? —interrumpí mientras acomodaba su cadera, pero no me permití perder el hilo de la conversación, concentrado por completo en su voz.

—¿No crees que es un desperdicio? Después de tantos problemas que tuve que pasar para perforarme...

—Perforarte en lugares que no pueden ser vistos, eh.

—Así es.

—Lugares que no pueden ser vistos —murmuré vagamente, siendo seguido por un silencio tenso, pensé que no me había escuchado hasta que se volteó cautelosamente, mirándome curioso.

—¿Te gustaría ver los otros agujeros?

Piercing hole.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora