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Vegetta se aseguró que su ajetreado rebaño de tontitos llegarán al portal, aunque debido a la prisa no se tomó el tiempo de contarlos.
Todos soltaron suspiros aliviados al notar que habían cruzado completos todos los portales, aunque el alivio duró realmente poco.
Sapo Peta parecía realmente alterado, buscando en sus pocas prendas de ropa un algo desconocido, para después mirar los rostros de los guerreros, aumentando así su desesperación.
"Chicos, no quiero alterar a nadie pero... ¿Saben dónde está Luzu?" Preguntó el joven albino de rasgos asiáticos, con una ligera mueca en su pálido rostro.
Vegetta sintió una ligera desesperación carcomiendo su interior, por lo que inmediatamente buscó entre los guerreros al joven castaño, resultando en nada.
"Oigan ¿Y si nos quedamos aquí?"
Recordó las conversaciones previas con el castaño, siempre resultando en él queriendo quedarse al otro lado.
Comenzó a recordar, el rostro encantado del castaño ante las oscuras instalaciones, su voz animada preguntando a los demás, resultando en disputas contra la salud mental del joven castaño. Y por sobre todo, lo bien que parecía guiarse en el entorno oscuro, resultando mejor guía que él mismo Sapo Peta.
"Sapo Peta ¿Qué pasó con Luzu?" Se acercó al anciano, mientras el hombre de taparrabo apenas podía levantar la vista.
"El joven Luzu.... Decidió ir donde pertenece" Respondió el anciano, realmente tenso de decir la verdad.
Los guerreros parecieron asustados y hasta cierto punto sorprendidos, aunque nadie le ganaba a cierto mexicano.
Se sentía horrorizado, aquel dulce joven, con el cual comenzaba a conectar, lo había abandonado, a él y a todo.
La culpa comenzó a devorar su corazón, puesto que la última vez que habló con él, fue discusión.
Se sentía realmente desesperado.
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Los días pasaron, y después de múltiples intentos por reabrir el conjuro, se había logrado.
Habían llegado al otro mundo, descubriendo lo mucho más oscuro que la vez anterior, pero a su vez, más habitado.
