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En realidad, Kakashi luce muy lindo mientras salta delante de su puerta.

Faltan unos minutos para que Dai y Gai lleguen, pero Kakashi ha estado impaciente desde que se despertó hasta el punto en el que no ha dejado de asomarse por la ventana y correr alrededor del pasillo por lo que podrían ser horas.

Probablemente, Sakumo le hubiera dicho que debe ser paciente, pero Sakumo también ha estado vigilando las ventanas desde muy temprano, sintiéndose tan nervioso que incluso limpió toda la casa. Dos veces. Y Sakumo realmente odia limpiar la casa y además se supone que le paga a una civil para hacerlo tres veces a la semana mientras ellos salen.

Pero hoy es un día especial y Sakumo limpia la mesa principal de nuevo, asegurándose de que brille como debería antes de esconder el trapo sucio en un cajón y acomodar su ropa en un intento de lucir relajado y no como si se hubiera tardado mucho tiempo en elegir sus pantalones casuales.

Kakashi finamente grita y salta de una de las ventanas a la puerta, parándose de puntas para abrir el seguro incluso antes de que alguno de sus invitados pueda tocar el timbre.

— ¡Gai, mira mis juguetes! — Kakashi grita y jala la mano de Gai, haciendo que el niño medio tropiece cuando se quita las sandalias a mitad del corredor, sin poder parar ni siquiera para saludar a Sakumo.

— Ah, ¡sí que los niños tienen una pasión asombrosa por la vida! — Dai grita y luego mira a Sakumo con una sonrisa brillante que lo hace perder el hilo de la conversación los segundos que dura parado justo frente a la puerta.

Dai no parece haberse tomado dos horas en peinarse pero huele a colonia masculina, lo que probablemente significa que se bañó y se arregló el bigote y la barba antes de salir.

Tal vez, casualmente, pero tal vez Dai había tenido la mitad de los sueños sucios que Sakumo tuvo y se preparó para eso. Incluso si eso suena como mucha más suerte de lo que Sakumo honestamente espera de la vida y probablemente Dai solo tiene una naturaleza simpática que él está confundiendo con coquetería.

Y aun así, Dai luce radiante. Y también sigue sonriéndole con toda la calma del mundo de un modo que el cerebro de Sakumo realmente tarda en razonar que sigue parado delante de la puerta completamente quieto mientras trata de no babear.

— Eh... ¡lo siento!, tú también pasa, Dai-San. Bienvenido — Sakumo finalmente se aparta de la puerta y la abre, sintiendo su cuerpo arder de la emoción al ver a Dai, el hombre apuesto del parque, entrando en su casa.

Es... como un sueño. Uno lleno de expectativas fantasiosas, claro. Un sueño donde Sakumo tiene finales felices por una vez.

Dai se quita los zapatos y luego sigue a Sakumo hacia la estancia que Sakumo ha modernizado un poco desde que solo viven Kakashi y él ahí.

Ahora hay sofás y una mesa ratona en el centro, distinto al washitsu que había cuando gobernaba su padre. Y puede que en realidad sea esa la razón por la que Sakumo cambió todo cuando él se fue. Honestamente no quiere pensar en eso. Los detalles son dolorosos y Sakumo se limita a pensar que le gusta más lo que hay ahora en su casa.

Con Dai y Gai incluidos en esa suma.

— Tu casa es hermosa, Sakumo-San. ¡Puedo sentir la elegancia en el aire! — Dai suspira como si oliera a algo más que a exceso de detergente y Sakumo se sonroja, asintiendo antes de señalar la mesa ratona en el lugar donde debería estar el tatami y solo hay piso común.

Afortunadamente Dai no parece encontrar algo raro en una construcción antigua y se sienta en el primer sofá, mirando la carta sellada por el consejo shinobi descansando sobre la mesa.

No es una locura si es contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora