•CAPITULO 4•

31 1 0
                                    

-Esta noche hay una fiesta. Debes ir.

Lo escuché hablar y negué al rato, no iba a ir a ningún lado.

-No voy a ir.

-No te lo pregunté, es una orden. Travis. Si vamos a ser amigos hay que ponernos de acuerdo en algunas cosas.

Lo observé, estaba acomodando la vincha de colores sobre su cabeza y dejé mi galletas en la mochila. Tomé de mí botella de agua y solté el aire.

-Voy a ir a esa fiesta solo si me muestras como mierda haces para coser las camisas.

-Hecho.

Negué y me recosté en el árbol. Mi mente quedó echa una papilla y suspiré.

-A mí no me tomas por idiota. ¿Qué te ocurre?

Negué y apreté la mochila un poco.

-No sé si deba confiar en ti.

-Por favor, soy un chismoso y además me indignas. Sé dar consejos amigo.

Cerré mis ojos y apoyé mí cabeza en el árbol.

-Mi padre apareció. Luego de varios años lo hizo...

-¿Eso es algo bueno o malo?-ante su pregunta lo miré, él solo estaba siendo un buen amigo como dicen por ahí. Pero la verdad era que nunca tuve amigos y eso me jodía, porque no sabía cuando una persona mentía o no.

-Joseph, lo odio.

Declaré con algo de rabia acumulada, rasqué mi cabeza y negué, él no tenía la culpa...no lo entendía, y yo menos.

-Es entendible. Siempre se pasa por algo similar...es complicado, todos pasamos por algo doloroso Travis.

Y lo sabía, sabía que no era el único que sufría pero de todos modos era algo que siempre debías pasar... Sufrías, llorabas, pensabas que por tu culpa la persona que querías se iba pero no era así.

Las personas tomaban decisiones pensando que hacían el bien en dejarlas, pero en cambio, cometian el peor error de su vida y todo se iba al carajo. Las personas no pensaban con claridad, se iban con un propósito, un propósito que era destruirte por completo pero pensando que era la mejor decisión que habían tomado.

Cuando no era así.

Tal vez papá dejó a mí mamá por ella. Por esa mujer que no quería nunca conocerla, ni verla en fotos.

No me arriesgaría a joder todo.

O tal vez si.

Mí madre era hermosa, una mujer que lo dio todo por mi, una mujer que se gastaba el dinero en jugar una lotería que nos dió una casa y un lugar donde yo podía estudiar.

También lo dió todo por ella.

-Pasaran los años Joseph, y nunca voy a perdonarlo.

Fueron mis últimas palabras.

El resto del momento fue silencioso, mí compañero simplemente se puso a escuchar música y no presté atención a las letras...estaba cansado y quería dormir mucho.

—Oye, ¿Cómo es eso de qué no sabes coser una camisa?

Lo miré y elevé una ceja... Negué y reí.

—Mi madre me cose las camisas, es que últimamente está trabajando demasiado y el otro día se me rompió mi camisa favorita.

—Joder amigo, eso no se hace. Tienes que aprender a coser, con máquina o a mano, una vez lo hice a mano y me pinché los dedos.

Y Sigues AquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora