tres ▪︎ una disculpa

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EGAN AND SILAS

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LA NOTICIA DE QUE LOS CULLEN DEJARON EL PUEBLO SE EXPANDIÓ CON RÁPIDEZ. Esa misma noche después de lo sucedido en la fiesta de cumpleaños de Isabella, finalmente decidieron que era hora de irse. Tal vez por un tiempo o tal vez para siempre. No lo sabía, pero era lo mejor alejarse de los problemas y miradas por un tiempo.

Egan y Silas prometieron, tras las insistencias de la familia, mantenerse en contacto con bastante frecuencia. Sin embargo, ellos aún no sabían hacia dónde irían exactamente. Consideraron ir a Ithaca, en New York, o a Alaska con los Denali, conscientes de que los recibirían con los brazos abiertos.

Edward se quedó atrás, decidido a darle explicaciones a Isabella y despedirse de ella definitivamente. Pero antes de eso, decidió hacer algo más y allí se encontraba, frente a Egan, quién lo miraba con expresión tensa y seria.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Egan de pie en el porche de su casa. —Te creí fuera de Forks.

Edward miró a Egan con seriedad. Su expresión era tranquila, pero en sus ojos había un toque de remordimiento. Se mantuvo en silencio unos segundos antes de responder.

—Necesito hablar contigo —dijo Edward, su voz sonando baja y controlada.

Ella lo observó con cautela, todavía con una pose defensiva. Sus labios se apretaron en una fina línea y mantuvo su distancia. Su expresión era difícil de leer, pero la tensión en su mandíbula era clara.

¿Sobre qué exactamente? —cuestionó Egan, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Sobre lo que sucedió en la fiesta dijo Edward, y luego hizo una breve pausa. —Y... quiero agradecerte por lo que hiciste por Isabella.

No hice eso por ella, Edward. respondió Egan con frialdad. —No necesito tus agradecimientos.

—Sí asintió Edward, manteniendo su voz neutral. Entiendo eso. Aun así, aprecio lo que hiciste, sin importar tus motivos. También por esa noche en el estudio de ballet. No tuve la oportunidad de pensarlo, pero estuviste allí para detener a James y me detuviste cuando drené el veneno de la muñeca de Bella, y te agradezco por eso.

La mención de lo sucedido en el estudio de ballet y James hizo que sus ojos se enfocaran en el rostro de Edward con más atención.

—Silas y yo teníamos unos asuntos pendientes con James. No hicimos eso por Isabella —comentó Egan paseando por el porche y dándole la espalda. —Ese idiota cometió el error de meterse en donde no debía, al igual que Victoria.

—Lo sé dijo Edward en voz baja. —Sé que ustedes no han sido los mayores admiradores de Isabella y yo, y sé que lo que sucedió hizo todo más complicado.

Más que complicado habló Egan con seriedad; finalmente se volvió para mirar a Edward de frente. —Ha sido un verdadero dolor de cabeza para mí. Tú no lo entiendes, Edward. Tú y ella no entienden todo el peligro que se avecina. Lo que yo siento es... aterrador y no puedo hacer nada para detenerlo.

Era complejo entender a Egan; jamás habló abiertamente sobre los sentimientos de peligro que recorrían su cuerpo y el miedo que trataba de ocultar. Miedo a lo desconocido, de lo que podría pasarla a ellos y a Silas. Tenía miedo de no poder salvarlos.

Edward notó la desesperación en su voz.

—Jamás quise esto, Egan —le dijo Edward con sinceridad. —Jamás quise ponerlos en peligro a ustedes o a Bella. Después... Después de la fiesta, finalmente entiendo que ella y yo somos de mundos diferentes.

—Es demasiado tarde para entenderlo —negó Egan. —Las cosas ya están hechas.

—Tal vez no sea demasiado tarde —insistió Edward, y luego agregó con un destello de dolor en sus ojos dorados: Aún puedo alejarme. Puedo hacer las cosas bien a esta vez y alejarme de Bella. Decidí que no volveré a pisar Forks y acercarme a ella por más que me duela. Me despediré esta noche; le diré que no la amo y que tendrá que olvidarnos, a mí y a nuestra familia, por el bien de todos.

Ella lo miró fijamente, con intensidad, escuchando atentamente sus palabras y captando el pequeño temblor en su voz.

—Sé lo mucho que la amas —le dijo ella con un suspiro. —Pero también sé que a veces, alejar a las personas que amamos es también una forma de amor.

Edward sonrió con tristeza.

—Eso no lo vuelve más fácil.

No, no lo hace. El amor nunca es fácil. Pero a veces, lo más difícil, es lo correcto.

Aunque Egan mantuvo su pose fría y distante, había una pequeña nota de compasión en su mirada. El amor había cambiado su vida y ella podía comprender, aunque sea un poco, lo que Edward estaba sintiendo, incluso aunque él fuera uno de sus mayores dolores de cabeza.

Edward observó a Egan, notando la nota de compasión en sus ojos a pesar de su pose fría. Su rostro se suavizó un poco con tristeza cuando se dio cuenta de que, a pesar del conflicto entre ellos, ella lo comprendía a su modo.

Cuando el silencio llenó el silencio, finalmente, Edward habló de nuevo. Su expresión era más calmada, pero había un toque de tristeza y disculpa en sus ojos.

—Quiero disculparme, contigo y con Silas —le dijo Edward. —Siento todo lo sucedido entre nosotros. Yo... Sé que hemos tenido nuestros desacuerdos y problemas, pero también quiero agradecerles a los dos por lo que hicieron. Sé que no lo hicieron por mí, pero aún así, los aprecio por ello.

Ella no dijo nada ante su disculpa, pero un pequeño asentimiento de cabeza fue todo lo que necesitaba hacer para dejarle saber que lo había escuchado.

No puedo decir que te voy a extrañar —respondió ella con honestidad. Nunca has sido santo de mi devoción.

Edward no pudo evitar una sonrisa irónica, y mantuvo su mirada en ella sin decir nada. Sabía que aún sentía la tensión entre ellos, aunque suponía que siempre sería así.

Supongo que estoy agradecido de que no intentaras matarme.

—Difícilmente, créeme —Egan hizo una mueca.

Edward simplemente asintió en señal de despedida. Sabía que era hora de irse, y que no había mucho más que decir. Por lo tanto, sin decir nada más, se dio la vuelta y desapareció en segundos, dejando a Egan sola en el porche.























[editado] un pequeño capítulo...

DESTROYER, crepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora