Capítulo 3

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El sol del mediodía entra a raudales por las cristaleras del ala de profesores de la facultad de diseño, dibujando rectángulos de luz en la pared contraria. Tiene un aspecto moderno y funcional, distinto al de mi facultad, ya que carece del encanto majestuoso del edificio colonial de bellas artes.

El corredor está desierto. No porque sea la hora del almuerzo, sino porque acaba de sonar la alarma de incendios para efectuar el simulacro que tenían programado para esa semana. Las facultades se van turnando para realizarlos y, parece que la suerte por fin está de mi lado, es el turno de esta justo tres días antes del examen de Ingeniería Energética y Fluidomecánica que me han encargado robar. Por lo visto, la Señora Hoffman, es el hueso difícil de roer de Ingeniería de Diseño Industrial. Los profesores como ella son excelentes para mi negocio, ya que el grueso de mis ingresos proviene de conseguir las preguntas de los exámenes más aterradores.

El despacho de Hoffman está cerrado con llave como era de esperar. Una cerradura corriente no es un verdadero reto para mí. En esta ocasión, introduzco hilo de lana en el bombín para desplazar los pernos y hacer saltar los pistones. Lo que me encanta de esta técnica es que es muy limpia y no deja señales de que la puerta haya sido manipulada. Sin necesidad de artilugios, me basta con el hilo y la llave maestra que mi padre me regaló en uno de mis cumpleaños. No es la clase de regalos que desea una chica, pero sí lo que recibí yo al cumplir los catorce.

Exhalo cuando la puerta cede sin dificultades, y entro con la cabeza agachada dejando que el ala de mi gorra oculte mi rostro de la cámara de seguridad que suele haber en los despachos de los profesores.

Voy directa a la caja fuerte que hay detrás del escritorio. Esta es la parte que me preocupa. Cada facultad se construyó o reformó en distintos periodos por lo que los modelos pueden variar.

Abro mi mochila y saco el estuche de la ganzúa al ver que se trata de un modelo de llave. Lo bueno de que no sea de combinación con rueda o de código digital es que iré más rápido, descifrar la clave lleva un poco más de tiempo.

Por la hora que es, lo más probable es que al terminar el simulacro de incendios los profesores se vayan directamente a almorzar, pero siempre existe la posibilidad de que alguno regrese. El buen ladrón sabe que un simple segundo puede significar la diferencia entre salir airoso o ser atrapado, o al menos eso suele decir mi padre.

Saco las piezas de la ganzúa del estuche y comienzo a montarla. De pequeña me recordaba a una mini ametralladora y me sentía como los personajes de las películas de acción al armarla.

Cuando la ganzúa está lista, la introduzco en la ranura de la llave y con la otra mano meto un gancho metálico para ayudarme de este. Me lleva medio minuto forzar la cerradura y cuando se abre meto las piezas sueltas del aparato en mi mochila. Ya los colocaré en el estuche más tarde cuando esté a salvo.

En el interior de la caja fuerte hay varios documentos y me lleva un instante revisarlos en busca del que necesito, colocándolos de tal forma que vuelvan a estar en el mismo orden y posición cuando termine. Cuando doy con el examen, le saco varias fotos con dos teléfonos distintos. Ninguno de ellos está registrado a mi nombre, como es evidente. Mi padre se encargó de dejarme varios pasaportes falsos que cuelan con facilidad en las tiendas de telefonía.

Una vez está todo colocado como al principio, cierro la caja fuerte y me muevo veloz hacia la puerta. Mi corazón mantiene un ritmo reposado, facilitando que no cometa errores. Es increíble la templanza que tengo mientras realizo estos trabajos.

Me asomo por la rendija de la puerta y mi pulso se acelera al ver a dos profesores parados en el pasillo en medio de una conversación. Mierda.

Vuelvo a cerrar la puerta, despacio y con el pomo accionado para evitar la rozadura. Lo suelto con lentitud y me giro hacia la ventana. Escucho mis latidos en los oídos y es en momentos así, en los que me doy cuenta de que no soy una profesional ni tengo rodaje haciendo trabajos reales.

Robar un corazón por Be CardiganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora