Al salir de la galería, Savannah quiere ir directa a la fiesta que organiza la facultad de medicina. Se ha enterado a través de Sharon, una compañera de clase, que es hija de uno de los mayores accionistas de un importante laboratorio farmacéutico. Por supuesto, Sharon, aunque esté estudiando arte, tiene amistades en las carreras de la salud. Los ricos son muy meticulosos con sus conexiones sociales y se pasan toda la vida creando una articulada red de contactos con la que asegurarse que tendrán información en primicia y favores en todos los sectores. Eso es algo que un ladrón también sabe.
―No estamos arregladas ―me resisto, mientras Savannah tira de mí hacia la parada de autobús.
No hay nadie tan ecléctico como ella. Lo mismo te la encuentras en una fiesta vestida para una gala de los Oscar o con lo que se pondría para limpiar su cuarto un domingo por la mañana, que es el caso de hoy.
―Me encanta salir desarreglada ―me recuerda, aunque se lo he escuchado millones de veces―. Son las mejores noches. Nada de presión, me la suda si se fijan en mí o no. Es casi como ser invisible y libre.
Me río contagiada por su entusiasmo. Después del subidón en la galería, yo misma tengo ganas de pasarlo bien y nunca he estado en esa zona del campus.
Sharon nos espera tras el edificio multidepartamental de ciencias de la salud con un grupo de gente. Ha caído la noche y el césped está moteado de estudiantes. Pequeñas bombillas amarillas dispuestas en tiras se abren como un abanico desde una altísima farola.
Les damos cinco dólares cada una y nos dejan tomar de la provisión de bebidas que han traído. Nos pasamos una hora escuchando historias graciosas y repugnantes sobre eviscerar cadáveres en el aula y las reacciones extremas de los alumnos más impresionables. Casi nos meamos de la risa.
Para cuando me doy cuenta, hay el triple de gente desperdigada por los alrededores.
Savannah es la primera en necesitar hacer pis como es costumbre, así que nos alejamos del grupo y buscamos algún rincón oscuro entre los árboles para que ambas podamos vaciar el tanque. Es casi imposible, y acabamos haciéndolo a pocos metros de otros estudiantes, valiéndonos sólo de la penumbra.
En el camino de regreso nos cruzamos con un grupo de chicos que están bastante eufóricos y nos vemos atrapadas en su locura porque nos cogen en volandas y nos sacuden en el aire. Me río tanto, dando tumbos y viendo como le hacen lo mismo a Savannah que creo que voy a estallar.
Nos pasean por la fiesta y es entonces cuando le veo.
Ritz está sentado a horcajadas en una moto y tiene las muñecas cruzadas y apoyadas en el manillar. Lleva una camisa verde oscura de cuadros y el pelo recogido. Parece más civilizado hoy.
Como cualquier otra persona en los alrededores, su atención recae en nosotras. Sacudidas en el aire por un grupo de hombres, es difícil ignorarnos.
Lo veo esbozar media sonrisa y sacudir la cabeza.
No está con sus amigos moteros habituales de Murphy's sino con Hunter Rinehart, el hijo del presidente, que es lo opuesto a un motero.
Hunter lleva dinero y clase escrito por todo el cuerpo. Es alto, esbelto aunque musculoso, su pelo es azabache y su rostro, de facciones finas y aristocráticas. Es la clase de chico que si te mira en una discoteca, hace que todo se apague a tu alrededor y solo exista él.
―Sus majestades ―nos saluda, alzando su vaso hacia nosotras. Aunque le sobre el dinero y las oportunidades, no deja de contaminar el medio ambiente en fiestas de calle con cutres vasos de plástico como cualquier otro estudiante.
Nuestra corte, impresionados con la presencia de Hunter, decide dejarnos en el suelo justo ahí y se marchan para repartir la alegría festiva a otra parte.
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Robar un corazón por Be Cardigan
Romance-Bueno, es el típico caso de chica buena conoce chico malo. Julia se ha liado con el hombre indebido, él ha sacado algunas fotos de ella con escasa indumentaria, se han peleado y ella ahora quiere las fotos de vuelta. -¿Y él se niega a devolverlas? ...