Cuarenta minutos después de que terminara la clase, tomé mi mochila y el libro, y caminé buscando un peligro latente con el bastón, como siempre lo hacía. En realidad, me hacía falta un brazo qué sujetar para no cometer un nuevo ridículo en la escuela como el chico nuevo, quedaría marcado de por vida en la escuela como el chico ciego y nuevo que tropezó con la mochila de la ñoña matemática novia del chico del coro cuya hermana es la presidenta del club de celibato.
Vaya, me doy cuenta de que veo (escucho) muchas películas de preparatorianos. Anhelaba con saber cómo era la educación en la preparatoria en comparación con la educación secundaria y la educación en casa, así que escuché tres películas de High School Musical acompañado de mis padres y seis temporadas de Glee. Aunque, en realidad no sé si hay clubes en la escuela como el celibato o el coro, y en hipotético caso de que haya un club te tejido me encantaría entrar. Siempre ha sido mi sueño tejer.
Estoy bromeando.
—Me pregunto qué será tan gracioso —dijo alguien. Por un segundo pensé que no me estarían hablando a mí hasta que me di cuenta de que estaba sonriendo con una mueca que sentí torpe, imaginando qué pensaría la gente de un chico ciego tejiendo, si tan sólo supiera cómo tejer.
—¿Lo siento?
—Soy Milagros Hernández —me dijo. Le extendí la mano queriendo ser amable con una persona que había tenido el gusto de presentarse—. Me dicen Milly.
—Hola, yo soy Adam Bailey.
—Es un gusto conocerte, Adam.
Tomé esta presentación como punto de partida y le saqué provecho preguntándole si podía acompañarme a mi clase de historia. Milly me comentó que iba en la misma dirección.
La profesora Collins me dijo que en la junta de maestros habían acordado que mis libros se quedarían en el salón correspondiente, y de una vez por todas fue que sacó el tema de los audiolibros.
Me sujeté del hombro de Milly y salimos del salón. Inmediatamente dimos un giro a la izquierda. Como toda la vida, cuando iba acompañado de alguien, sostenía mi bastón plegado en una de mis manos.
—Veo que eres nuevo, Adam.
—Así es. Hasta hace unos meses había estado estudiando lo que corresponde al primer año de preparatoria en casa. Necesité de un buffet jurídico completo, mi padre y mi abuelo para convencer a mamá que iba a ser grandioso conocer a más personas fuera de mi vecindario. Y que no sería en absoluto peligroso.
—¿Toda la vida has...?
Esa pregunta nuevamente. Dimos vuelta a la derecha y recorrimos un largo pasillo.
—¿Sido ciego? —completé su pregunta dándole la respuesta de siempre—. Sí. Desde que recuerdo lo he sido. No sé qué son los colores o cómo distinguir a un lobo de un perro al tocarlo (y no es que haya acariciado un lobo), pero puedo afirmar que el cielo es azul y las nubes tienen una apariencia algodonosa porque me lo han dicho a mí. Es decir, puedo conocer la textura del algodón porque puedo tocarlo, pero lo que sí es complicado es saber qué color es cuál.
Mi nueva conocida se quedó muda por un segundo, pienso que pudo haber sido demasiado para una mente tan pequeña como las de muchas personas que ciertamente no son yo. Mi padre dice que no debo hablar de una manera tan explícita para expresarme porque podría romper el cerebro de la gente y podría darles un derrame, pero yo pienso que la manera en lo que dije lo anterior no fue para nada científico. Si no hubiera sido porque iba sujeto a su hombro, imaginaría que Milly se habría ido, pero después soltó una sonora carcajada. No dudé en soltar una bocanada de aire y reír también. Al menos esta chica estaba tratando de ser amigable, y podría ser mi segunda amiga en la escuela dentro de los primeros días de clases. Al menos ya había entablado algo definido como amistad con Cory.
ESTÁS LEYENDO
Amor a Ciegas
Teen Fiction~Disponible en Kindle y en físico.~ Imagina un mundo lleno de olores exquisitos, sabores espléndidos, sonidos cotidianos y sensaciones nuevas en tus manos... Ahora imagínalo todo con la luz apagada; así es mi mundo. Hola, soy Adam Bailey y esta es l...