Agorafobia

24 2 10
                                    

Disclaimer: los personajes pertenecen a Masami Kurumada, yo sólo estoy jugando con ellos.

   °✾—•°❁°•—✾°

Evarella está durmiendo encima de la gran alfombra de piel sintética en la sala de estar. La casa claramente carece del olor a pastel de calabaza que a menudo la invade, lo que sería un alivio si no fuera por el hecho de que no hay nada que enmascare el olor a calabaza podrida del exterior.

Milo se agacha a su lado y la observa atentamente. No hay marcas visibles en su rostro, ningún aroma particular que pueda evidenciar una anomalía física. ¿Posesión? Seguramente. Sólo debe hallar una manera de separar ambas entidades sin infligir demasiado daño a la anciana moribunda.

Va a la habitación al final del pasillo, pero está cerrada. El sol ilumina las marcas de arañazos en la puerta. Algunas de estas son viejas. Algunas de estas todavía están manchadas con sangre seca.

Milo pega la oreja a la puerta, espera un par de minutos, pero no oye nada.

Regresa a la sala de estar de abajo. Evarella sigue durmiendo. Vuelve a hacer un examen rápido de sus brazos, su cuello, sus piernas. Sin marcas. Lo que sea que entró en ella, no dejó ningún rastro. Ahora, ¿qué tipo de criatura... ?

La lleva al dormitorio detrás de la cocina y la acomoda en la cama pequeña allí. Se sienta en una silla de madera al lado del catre y agarra las placas de Escorpio en su cuello, mientras espera.

Evarella se despierta unas dos, tal vez tres horas más tarde. Milo tiene los ojos cerrados, pero el breve cambio de ritmo en los latidos de su corazón y el chirrido de la cama lo regresan a la realidad. Evarella necesita un momento para procesar el hecho de que él está ahí. Ella grita, pero su miedo es rápidamente reemplazado por una risa.

(Ese ruido suyo se está volviendo asombrosamente irritante).

—¡Oh, querido! ¡Me asustaste! —se ríe. Milo la mira impasible—. Oh, alabados sean los dioses, ¿me quedé dormida? Oh, no. Alcánzame ese vestido, hijo, ¿quieres? Gracias. ¿Tienes hambre? Por eso estás aquí, ¿verdad? No puedo dejarte ir sin desayunar, pobrecito. No te preocup- ¡Ah! Alcanza mis sandalias para mí, ¿puedes? Gracias, cariño. Eres un chico encantador —hay otra risa—. ¿Qué te parecería un pastel de calabaza? Sé que te encantará, es la receta secreta de mi familia. ¿Te gustaría saber los ingredientes?

—Sí.

—¡Amor! —Ella se ríe aún más, encantada—. Es el amor, querido, el amor nos mantiene a salvo y unidos, y cuando vertemos nuestro amor en nuestra cocina, bueno, lo sabroso sólo puede ser el resultado final, ¿no crees?

—Mm. ¿Ella solía cocinar contigo?

—¿Quién?

—Tu hija.

Evarella hace una pausa. Ella había estado mirando a Milo hace un momento, pero ahora mira al suelo; toda la alegría risueña, el entusiasmo exasperante se han desvanecido por completo.

—Ella... Ella me dejó.

—Tu hija murió, ¿no es así? ¿Cómo?

—Ella me dejó. Le... le gustaban las calabazas. Siempre le encantaron las calabazas; deseaba que crecieran durante todo el año para poder cosecharlas... y tallarlas... —su voz vacila, a tal punto de que sus palabras casi se transforman en patéticos gemidos. Milo tiene que esforzarse mucho para entenderlos—. Ella las amaba; decía que eran sus amigas, las únicas que podía tener. Ella estaba asustada, ¿sabes? Le tenía miedo al... al exterior... Ella no era así, era feliz y despreocupada, hasta que un día-

Cosmic Horror: The SéanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora