Sueño Despierto

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Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masami Kurumada, yo sólo estoy jugando con ellos.

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Milo pasa el primer día en la mansión arreglando cosas pequeñas, cortando leña en el patio trasero que conduce al espeso bosque y cargando cajas de una habitación a otra. Es un trabajo molesto, pero nada del otro mundo para alguien como él. A los pocos días descubre que es mucho más sencillo restaurar una mansión a su antigua forma que pelear mil días contra Espectros de Hades.

La desventaja es que Evarella lo sigue a todas partes, parloteando sin cesar sobre lo que sea, dificultándole su verdadero propósito.

El lado positivo es que ella lo mantiene bien alimentado. Milo sinceramente ha olvidado la última vez que comió tanto en tan poco tiempo.

Le queda claro que la vieja anhela compañía. Es una anciana loca y solitaria. Dondequiera que vaya él, Evarella lo sigue, siempre parloteando sobre cosas que Milo no escucha. Bueno, la mitad escucha, sólo lo que le parece verdaderamente relevante. Archiva información que puede o no ser de vital importancia en un futuro no muy lejano.

Cuando Milo empuja una escalera de madera contra el techo que cubre el porche, ella aprovecha para aventurarse en el jardín, junto a él. Recoge un par de calabazas frescas, se sienta en el porche cerca de la escalera y comienza a acuchillarlas. Es fuerte y metódica al respecto, de la manera en que Milo lo es con sus ataques.

La ironía no se le escapa.

—¿No lo sabes? —pregunta, incluso si él no ha dicho nada todavía—. Es una tradición en mí familia. Abres la parte superior de la calabaza con el cuchillo, así —narra sus propias acciones—, y luego extraes la carne; la usamos para los pasteles de calabaza que tanto te gustan —habla con él como si fuera un niño pequeño—. Es muy importante excavar todo, hasta el último gramo, y dejar secar. La receta es un secreto. ¿Quieres saber cuál es el secreto?

Ya ha perdido el número de veces que Evarella le ha hecho esa pregunta desde que la conoció. Milo está irritado e intrigado a partes iguales.

—¡Amor! —responde ella y se ríe, aparentemente encantada por su propia revelación—. El ingrediente secreto es siempre el amor. Eso es lo que decía mi hija, ¿sabes? Y no estaba equivocada.

Milo levanta una ceja.

—Mi corazón morirá cuando te marches, pues sólo tú lo haces sentir amor verdadero en cada instante... ¡Oh! ¡Tengo que poner esto a secar!

Milo no dice nada mientras observa a Evarella colocar las calabazas una al lado de la otra, bajo la luz del sol. Lo hace con cuidado y delicadeza, como si cargara a un recién nacido. Extraño.

—Le encantaba a hacerlo —continúa Evarella—. Le encantaba tallar calabazas, hacer arte con ellas. Las llamaba sus amigas. Ella también era buena en eso. Solía dibujar todo tipo de rostros, y luego, los colgaba en el patio, ¡e incluso en el techo! —Evarella se ríe—. ¡Todo para asustar a los niños en la noche de Halloween! ¿Puedes creerlo? —ella se ríe aún más—. Dijo que la hacía sentir segura. Ella era bastante... particular, mi niña. Le encantaba salir a bailar, hasta que... hasta que dejó de hacerlo. Estaba asustada, ya ves. Pero ella siguió siendo una buena chica, incluso así. Era la luz de mi vida. El amor, siempre decía, el amor es la clave para todo. Y luego ella... se fue. Me dejó... Tenía tanto miedo de irse... Tanto miedo del exterior.

Cosmic Horror: The SéanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora