Recuérdame. Hoy, mañana y pasado. Sólo con lo que sentías; sólo con lo que aprendiste a admirar de mí. Siénteme. Hoy, mañana y pasado.
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A juicio de Horacio, la casa nunca se había sentido tan vacía. Hubo momentos, antes de que Volkov reapareciese para removerle la vida, en los que el sentimiento podría haber sido comparable. Muchos fueron los años en los que fue abrigado por la soledad de no tener a nadie para él, pero reconoce que esto no sólo equipara, sino que sobrepasa, esa melancolía de los tiempos en los que ninguna persona estuvo a su lado.
Su mirada se levanta, imperceptiblemente, y ve a Volkov al otro lado de la mesa. Serio, robótico. Cada movimiento que hace, desde batir sus pestañas hasta alargar el brazo a recoger una cuchara entre sus dedos, parece programado. Cuando no, se queda ensimismado largos minutos. Inspeccionando la estancia, analizando los detalles, cavilando ideas, recabando información, absorbiendo la obtenida. Los ojos se le zigzaguean de un lado a otro, dibujando los rombos del mantel y asociando las pertenencias de Horacio a su dueño. Pero lo peor no es su comportamiento. Lo peor es ver que sus ojos nunca han estado tan vacíos. La gelidez del comisario de hielo les aportaba algo: una chispa de mirada filosa, una añoranza de estar ante un hombre impasible, un deje calculador entre el azul eléctrico de sus ojos, pero ahora no hay nada. Tiene una "nada impersonal". "Nada", porque no hay brillo, e "impersonal", porque, de haberlo, no representaría lo que una vez fue. La clase de hombre que se convirtió a su lado. Al de Horacio.
Horacio intenta no pensar en ello. Han sido demasiadas cosas en un lapso temporal demasiado estrecho. No está en su mejor momento (lleva mucho sin estarlo), sus problemas psicológicos aún asolan y tener que haber reñido a sus agentes por haber hecho un mal uso de las competencias que les fueron cedidas ha degenerado en una decepción, que, a su vez, se ha sumado a la muerte de Ebaristo. Además, aún lidia con Maia y tiene que hacer malabares para compensar su labor de jefe con el tiempo que quiere dedicar a ayudar a Volkov a recordar. Por si no fuera suficiente, la preocupación por la posible no-reversión del estado de Volkov da la última pincelada.
Aunque no quiera que se exponga su frustración, conmoción, impaciencia y miedo, no puede evitar que los sentimientos le permeen la piel. Para bien o para mal, Horacio lleva siendo un libro abierto desde la adolescencia. Los cambios temperamentales le supuran por los poros y es fácilmente reconocible saber que algo ocurre con él. En este momento, no ha habido excepción. De hecho, el abatimiento se le nota más, porque esta vez no es cualquiera, es Volkov.
—¿Estás mejor ya?— le pregunta en un arranque de cierta impaciencia, propulsada por el hecho de que, de nuevo, se trata de Volkov.
El Volkov al otro lado de la mesa (nada parecido a su Volkov), canaliza la mirada en la suya, igual de arcano e impertérrito. Tiene un rostro todavía más inescrutable que el comisario de hielo y es todavía más hermético en cuanto a expresar sentimientos se refiere.
—¿He de estarlo, señor? Comprendo que mi coma... le ha supuesto preocupación, pero no le conozco lo suficiente para considerar que usted debería estar preocupado por mi salud— divaga, mucho menos que su Volkov. No se enreda tanto con las palabras (antes parecía que lo hacía por mero nerviosismo de estar a su alrededor) y es menos comprensivo. Apenas demuestra apego hacia nada más allá de su cartera—. Sinceramente, no entiendo por qué debo estar viviendo con usted, señor Horacio. No nos conocemos y creo que se está equivocando de persona si se refiere a la confianza que decía depositarme.
Horacio suspira. Se arrellana contra el respaldo de la silla, inspirando mientras intenta despojarse de los pensamientos intrusivos, y tamborilea los dedos contra la superficie color roble. Estiraría su brazo para forjar contacto por encima de la mesa, pero teme recibir un rechazo que lo destrozaría. Su Volkov nunca le denegaba el contacto, pero este Volkov está tan a la defensiva que no cree ir desencaminado al decir que se alejaría como mecanismo de protección propia.
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Despertares - [Volkacio]
FanfictionLo verdaderamente positivo, y lo que único que importa, realmente, es la felicidad. Sin importar de qué manera; sin importar en qué momento. Incluso con las adversidades, con los problemas acechantes, con los reveses y con los virajes, Horacio y Vo...